Debido a que los archivos de las Fuerzas Armadas permanecen todavía cerrados y solo fueron parcialmente abiertos para investigadores militares, es difícil precisar con mayor detalle la manera cómo la institución castrense llevó adelante la lucha antiguerrillera en 1967 y en 1970. Hay muchas interrogantes aún sin una respuesta cabal. Por ejemplo, ¿qué rol cumplieron las dictaduras militares vecinas de Brasil, Argentina y Paraguay en el precoz aplastamiento de la guerrilla? ¿Cuánto pesó realmente el apoyo estadounidense en materia de inteligencia, entrenamiento y pertrechos? ¿Quién o quiénes dieron las órdenes de “aniquilar” (asesinar) prisioneros?, ¿quiénes y cuándo ejecutaron dichas órdenes? ¿Qué tan sólida era la cohesión de la estructura militar?
El tema viene a cuento al conocer una versión que sería importante verificar, confirmar o desmentir, a través de una minuciosa investigación. La publicación titula La rebelión de los sargentos, está suscrita por Luis Mendizábal Caballero y figura como Anexo en el libro Alas al viento: memorias de un suboficial de la FAB, de Ricardo Aneyba Torrico (Cochabamba, 2014).
Dice Mendizábal que el segundo curso de la Escuela Técnica Naval de Loma Suárez, en el Beni, “protagonizó un hecho que pasó desapercibido para los servicios de inteligencia militares de entonces”. Eran tan pésimas las condiciones de vivienda y estudio que los alumnos tuvieron que elegir entre la deserción colectiva o el motín. Se decidieron por la segunda opción y marcharon a la ciudad de Trinidad el 19 de julio de 1967. En tres días de amotinamiento llegaron a pensar que serían todos dados de baja sin contemplaciones. Ante esa perspectiva, un buen número de ellos estaba dispuesto a incorporarse a las guerrillas comandadas por el Che o abrir un nuevo frente guerrillero en los llanos orientales. “Habíamos jurado no retornar a casa en calidad de dados de baja, peor de desertores”, afirma.
Para llevar a cabo tan temeraria determinación, resolvieron contactar con Hernán Melgar Justiniano, entonces el más conocido dirigente local del Partido Comunista en el Beni. El propio Mendizábal junto a su compañero de curso, el tarijeño Wálter Corrales Tejerina, habrían sido los encargados de cumplir la misión. Melgar les respondió que no estaba autorizado a dar ese tipo de información, “prometiéndonos, a manera de salir del paso, que oportunamente él establecería contacto con nosotros (...) El esperado contacto jamás se produjo”, dice Mendizábal.
La versión adquiere cierto grado de verosimilitud ante la afirmación del autor de que esa acción fue un antecedente que dio origen a un movimiento de suboficiales y clases de las Fuerzas Armadas que en julio de 1971 dio a conocer un extenso manifiesto como Vanguardia Militar el Pueblo (VMP), organismo que realmente existió e incluso tuvo reuniones con dirigentes políticos de la izquierda de la época. Dicho pronunciamiento ocasionó gran revuelo y en cierta forma precipitó los planes golpistas contra el gobierno de Juan José Torres, como lo apunta René Zavaleta en su conocido libro El poder dual.
Medio siglo después, es hora de desentrañar éstas y otras cuestiones. Para eso se necesita rebuscar en este caso no solamente en los archivos militares, sino en todos los repositorios documentales, tanto de instituciones como particulares. Y todavía más, hay que promover el levantamiento de testimonios de los actores que todavía estén con vida. Cuesta creer que Hernán Melgar no haya informado a la dirección del PCB o por lo menos comentado con alguien una cuestión tan importante que pudo cambiar el curso de los acontecimientos. ¡Menudo trabajo para los historiadores!
Es periodista