¿Qué hacemos para recuperar ese retazo de nuestra historia? Los guardianes de la memoria tienen la palabra
El Diccionario Biográfico de Archivistas de Bolivia publicado el 2012 por la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional (BAH-ALP), bajo la dirección editorial de Luis Oporto Ordóñez, pone en relieve la importancia de los archivos para conservar la memoria. Junto a cumbres archivísticas como la Gabriel René Moreno en el siglo XIX y de Gunnar Mendoza en el siglo XX, se registran más de 800 nombres de personas que, de uno u otro modo, han contribuido a proteger e incrementar el patrimonio documental de Bolivia, uno de los basamentos para la investigación histórica y la construcción de nuestra identidad como país.
La obra implica un reconocimiento a todas esas personas, por sus desvelos, sus constantes preocupaciones y, sobre todo, sus acciones concretas por evitar la pérdida o destrucción de la información y sus soportes materiales, a veces tan precarios como el simple papel o los registros magnéticos audiovisuales.
El libro denuncia también que, junto a quienes desenvuelven esa encomiable labor, hay muchas personas inconscientes que hacen todo lo contrario, sea por estupidez, negligencia o interés deliberado en ocultar y destruir la información o sustraerla de los archivos para utilizarla con fines egoístas. Uno tiene la tentación, quizá no totalmente descabellada, de aportar a la elaboración de un diccionario de los más prominentes “memoricidas” para que al menos caiga sobre ellos el escarnio público.
Con relación a los documentos generados a raíz de la guerrilla del Che, ocurrida hace medio siglo, las inquietudes son dispares. Se sabe que una parte importante del material documental se encuentra guardado en archivos militares, incluso con una sección especial dedicada al acontecimiento en el Archivo Central, ubicado en el Gran Cuartel de Miraflores. Sin embargo, hasta ahora es inaccesible para investigadores no militares, y tampoco se ha conocido un catálogo exhaustivo, lo cual permitiría no solamente detectar eventuales pérdidas o sustracciones, sino también orientar las búsquedas de los estudiosos y efectuar recuperaciones que enriquezcan su contenido.
Lamentablemente existe un variado conjunto de documentos históricos de la época que continúa en manos privadas, o nunca llegaron a los archivos o fueron busivamente apropiados por exmiembros de la entidad castrense. El caso de las fotografías que los guerrilleros se tomaron entre sí y que fueron halladas en rollos de películas sin revelar es un ejemplo flagrante, más no el único.
Otra índole de preocupaciones proviene de la simple y llana desaparición de documentos que yaeran parte de los archivos. Tal el caso concreto del material generado en el sonado Juicio de Camiri, cuando un tribunal militar instalado al efecto en la capital petrolera de Bolivia juzgó al intelectual francés Regis Debray y al artista argentino Ciro Bustos, condenándolos a 30 años de prisión por su colaboración con la guerrilla. No se trata de que se hubieran extraviado (o quemado, como se dijo en algún momento) unos cuantos papeles.
Se trata de cuatro cuerpos que contienen más de 200 legajos, según el catálogo que le fue entregado a un periodista. La documentación del juicio está organizada en forma cronológica desde mayo de 1967 hasta mayo de 1968, cuando las apelaciones son rechazadas y todos los obrados vuelven al tribunal militar.
Están, por cierto, declaraciones indagatorias, actas, cartas, fotografías, recortes de prensa, certificados, mapas, actuaciones de fiscales y abogados defensores... En fin, todo indica que se trata de un archivo completo del juicio más importante realizado en Bolivia y que concentró en Camiri a centenares de periodistas del mundo entero.¿Qué hacemos para recuperar ese retazo de nuestra historia? Los guardianes de la memoria tienen la palabra.
es periodista.