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Guerrillas: no está dicha la última palabra

chepuño

En torno a los 50 años de la Guerrilla del Che en Bolivia se hace necesario un cambio de enfoques y actitudes. Además del recuerdo de los caídos (37 guerrilleros y 49 soldados y oficiales), debería procederse a una evaluación del suceso en su perspectiva histórica, en el contexto latinoamericano y mundial de aquella época, y en su proyección hacia la realidad actual. Asimismo, es importante esclarecer muchos aspectos que han permanecido en las sombras o han sido oscurecidos, tanto por el afán laudatorio de unos, como por la vehemencia condenatoria de otros.

Me explico: en un polo se sitúan los que suponen que lo único que cabe es el concepto de gesta protagonizada por los guerrilleros, y por tanto, se construye un panegírico de acciones heroicas que alimentan el mito. En el otro polo se sitúan los que solo tienen ojos para ver el fenómeno guerrillero con el lente ahumado de la Guerra Fría, y se ensañan con improperios y descalificaciones que a su vez alientan el mito de una “invasión” extranjera a Bolivia derrotada gloriosamente por las Fuerzas Armadas.

Una forma de ir despejando estas estrechas visiones es la investigación histórica que sitúe los acontecimientos a su verdadera dimensión. Para ello una condición básica es el uso irrestricto de la documentación que produjeron los hechos, la que está en los archivos y la que todavía permanece irregularmente en manos privadas. El documento es un punto de partida desde el cual el investigador avanza en comprobaciones, vinculaciones e interpretaciones que le permiten acercarse a los sucesos y brindar una imagen de ellos, aunque no definitiva, por lo menos aproximada.

De ahí la exigencia para que se levante el secretismo, para que se abran a la investigación los repositorios de Bolivia y de Cuba principalmente, pero también de Estados Unidos, Rusia y otros países. El caso amerita de igual manera, sobre todo en nuestro país, una intensa labor de recuperación de documentos que de forma anómala continúa en poder de particulares. Veamos algunos pocos ejemplos de esto último.

i) El expediente completo del juicio de Camiri, más 200 legajos organizados en cuatro cuerpos, se halla extraviado (un tribunal militar juzgó al francés Regis Debray, al argentino Ciro Bustos y a otros supuestos implicados en la guerrilla); se dijo que este material había sido quemado durante los disturbios de “febrero negro” de 2002, pero hay evidencias en contrario, alguien está en posesión de ese archivo.

ii) Alrededor de 1987, los generales Arnaldo Saucedo Parada, Mario Vargas Salinas y Luis Reque Terán, ya fallecidos, publicaron sendos libros donde se transcriben varios documentos y se muestran fotografías. ¿Quién o quiénes tienen los originales? Reque Terán, además, reunió los numerosos rollos sin revelar de las fotografías que se tomaron entre sí los guerrilleros y montó con ellas un álbum particular.

iii) El general Jaime Niño de Guzmán tiene en su poder una libreta incautada al Che y de la cual entregó a la prensa, en 1998, un borrador de proclama redactada por el jefe guerrillero.

iv) El general Federico Arana Serrudo, también ya fallecido, publicó un libro en 2002 donde hay fotografías hasta entonces desconocidas del Che capturado con vida y no dice cómo las obtuvo. Asimismo habría negociado con una empresa editora un “Cuaderno verde” con poesías de varios autores trascritas a mano por el Che.

En resumen, hay aún mucho que hacer en esta materia, junto a debates informados y reflexiones críticas más o menos serenas y ecuánimes. Medio siglo no tendría que haber transcurrido en vano.

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