La Razón - Aquí y Ahora - 23 de septiembre de 2018
Ojalá se comience a recorrer el velo que cubre la muerte de este luchador revolucionario.
Sucedió en La Paz, al amanecer del 9 de septiembre de 1969 en un domicilio de la calle Santa Cruz, entre la Illampu y Max Paredes. Guido Peredo Leigue, conocido como Inti, fue sorprendido sin protección ni escapatoria posible. Resistió la carga de cientos de policías hasta el último cartucho, y después, según los informes oficiales, arrojó una granada cuya onda expansiva lo golpeó de muerte contra una de las paredes del estrecho recinto que ocupaba, una auténtica ratonera. Algunos vecinos declararon haber visto sacar a un hombre herido, y cuando horas más tarde su cuerpo fue llevado a Achocalla para confirmar su identificación, uno de los prisioneros que lo vio y llegó a palparlo lo sintió aún tibio, como si acabara de fallecer.
Cabe la posibilidad, entonces, de que Inti haya sido capturado con vida y luego asesinado. Al parecer, ya circulaba la tenebrosa orden desplegada al año siguiente contra la guerrilla de Teoponte: “Ni heridos ni prisioneros, todos muertos”. Ello no obstante regir un Gobierno formalmente democrático como el de Luis Adolfo Siles Salinas (el 26 de ese mismo mes fue derrocado por Alfredo Ovando Candía).
Ojalá, Comisión de la Verdad mediante, se comience a recorrer el velo que cubre la muerte de este luchador revolucionario, quien había lanzado una impactante proclama que decía “Volveremos a las montañas...”; es decir, amenazaba continuar la acción guerrillera del Che.
Nacido en Cochabamba, pero criado y crecido en el Beni, Inti militó desde muy joven en el Partido Comunista (PC) de Bolivia. Abnegado, sistemático y perseverante, cumplía todas las tareas que le encomendaban. A comienzos de los años 60 organizó y dirigió con éxito en Cochabamba una escuela clandestina de formación política de cuadros de todo el país. En La Paz, siendo de hecho un “camba” obtuvo notables logros en la creación de organismos de base entre el proletariado fabril, esencialmente aymara. Llegó a ser el principal dirigente en ese partido en el departamento, miembro de su comité central e incluso candidato a diputado en las elecciones de 1966.
Junto con los trabajadores paceños, Inti vivió en carne propia la ofensiva antipopular desatada por el gobierno de René Barrientos Ortuño, especialmente en mayo y septiembre de 1965. Sucesos que forjaron en él la convicción de que el pueblo no podía seguir enfrentando a pecho descubierto la violencia estatal. Así llegó a formar parte de una tendencia orientada hacia la lucha armada, o por lo menos hacia una respuesta armada de los trabajadores frente a la represión y masacres de que eran objeto. Eso explica su ruptura con el PC, su acercamiento a posiciones radicales, y su involucramiento con la lucha guerrillera rural, preconizada entonces por los revolucionarios cubanos. Así es como se incorpora a la guerrilla comandada por el Che en el rol principal de comisario político. Su desempeño aguerrido merece el calificativo de “muy bueno” en las evaluaciones trimestrales del Che.
Sobrevivió al combate del Churo, con un pequeño grupo de combatientes bolivianos y cubanos que realizaron hazañas inimaginables rompiendo todos los cercos.
Finalmente hallaron el apoyo de una familia campesina, con cuya ayuda Inti, en compañía de uno de los cubanos, con un derroche increíble de sangre fría salieron hacia Santa Cruz. Luego de cambiar de indumentaria abordaron un vuelo regular del LAB a Cochabamba, desde donde con ayuda del PCB se organizó la salida del resto de los guerrilleros y su posterior trasladado a Chile.
Es muy conocido el texto Mi campaña junto al Che. Sin embargo, contiene tantos errores que resulta difícil creer que Inti lo hubiera escrito tal cual. Mientras no se publique el manuscrito original, que se sabe existe, no es posible determinar en qué medida fue adulterado este documento antes de su publicación póstuma.
Inti murió a los 31 años y está enterrado en una finca de sus parientes benianos. Al acercarnos al medio siglo de su caída, merece ser recordado, que lo mejor de su legado sea recogido y difundido.