Alfonso Ferrufino Balderrama, fue dirigente de la Federación Universitaria Local de la Universidad Mayor de San Simón y luego de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB) cuando la presidía Jorge Ríos Dalenz (1968-1970), fundador y líder histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), asesinado en 1973 por la dictadura de Pinochet en Chile.
Ferrufino integró por muchos años los equipos dirigentes de ese partido y luego los del Movimiento Bolivia Libre (MBL). Diputado por Cochabamba desde la reconquista de la democracia, al momento de responder este cuestionario, era el segundo vicepresidente de la cámara baja.
1. La noticia del brote guerrillero en el sudeste, no me causó una gran impresión; hacía poco tiempo que se había producido la "guerrilla" falangista y mucha gente, como yo, asoció ambas situaciones y no se sintió especialmente impactada y permaneció indiferente ante los acontecimientos.
No es sino después de algunos combates y de las informaciones acerca del apreciable número de militares muertos y prisioneros que el asunto concita mayor atención en algunos sectores; sin embargo, sólo cuando se multiplican las conjeturas acerca de la presencia del Che en Bolivia es que empezamos a intuir la verdadera dimensión de lo que estaba sucediendo.
Tengo la convicción de que los verdaderos efectos políticos de la guerrilla se dejan sentir después de la muerte del Che y, sobre todo, cuando se difunde su "diario de campaña".
2. Esencialmente atribuyo el fracaso a cuatro factores:
Primero. Bolivia había vivido su revolución nacional, y era, todavía en 1967, un país en el que los factores de conflicto político-social estaban fuertemente neutralizados. La Reforma Agraria y el Voto Universal habían transformado sustancialmente la situación del campesinado incorporándolo a la vida económica y política del país, así fuera de manera parcial y subordinada.
La conciencia activa de estar sufriendo condiciones de explotación u opresión intolerables no era, ni muchos menos, la dominante en los sectores rurales bolivianos. La conciencia de la necesidad de un cambio radical no era, por tanto, un dato de la realidad y la guerrilla deambuló en un medio social indiferente e, incluso, adverso.
Segundo. El Gral. Barrientos era un caudillo populista muy carismático y particularmente influyente en el mundo quechua. La idea de que se trataba de un auténtico protector y benefactor de los campesinos era amplia y profundamente arraigada en vastas regiones del país. Barrientos nació políticamente como el "Tata" que había logrado la reconciliación de los grupos campesinos enfrentados en una prolongada y fratricida guerra interna alentada por fracciones del MNR.
El Pacto Militar-campesino, creado por él, no fue otra cosa que un efectivo instrumento de subordinación política del campesinado al gobierno que se instauraría, precisamente encabezado por René Barrientos, el 4 de noviembre de 1964.
Adicionalmente, habrá que señalar que el arrastre social de Barrientos se extendía, en gran medida, a las capas medias urbanas, y, por supuesto a los sectores más acomodados de la población que habían encontrado en ese caudillo militar un eficaz portaestandarte de sus intereses. La votación obtenida para ungirse, en 1966, como Presidente Constitucional de la Republica (alrededor del 70%, si no recuerdo mal) sin haber tenido que recurrir a manifiestos mecanismos de fraude, constituyen la mejor prueba de lo que acabamos de sostener.
Tercero. La crónica debilidad política y la dispersión de la izquierda boliviana, no hacían sino crear mayores dificultades al despliegue de una estrategia revolucionaria basada en el foco militar.
Las evidentes disenciones con la cúpula del PCB, la automarginación de PCML y la crítica doctrinaria del trotskismo, le quitaron a la guerrilla toda posibilidad de articular una base de sustentación política y operativa en los sectores populares que estuvieran bajo la influencia de tales corrientes. Las espontáneas y aisladas muestras de simpatía y solidaridad con la guerrilla que pudieron conocerse en algunos centros mineros, no pasaron de eso.
La juventud universitaria, que habría podido ser una fuente natural de apoyo político y reclutamiento de combatientes, permaneció, en altísimo grado, al margen de los acontecimientos. La democracia cristiana era, de lejos, la corriente ideológica y organizativa más vigorosa en el seno del movimiento universitario y adoptó una actitud distante, cuando no adversa, a la emergencia guerrillera.
Cuarto. Los norteamericanos no podían tolerar una nueva Cuba en el Continente y extremaron sus recursos para aniquilar, en germen, el brote guerrillero que, de otro modo, habría podido expandirse por toda el área y despertar el temible fantasma del Viet Nam.
De tal modo, la campaña de aislamiento social e ideológico de la guerrilla, desplegada por la inteligencia norteamericana y basada en que Bolivia estaba sufriendo una "agresión extranjera" fue muy eficaz y facilitó la derrota militar del Che y sus compañeros.
3. Como ha ocurrido otras veces en la historia, el Che derrotado militarmente, emerge como una figura épica y desbordante de energía casi desde el instante mismo de ser ejecutado. Las fotografías de su cadáver, la nobleza de su rostro, la irresistible fuerza de sus ojos abiertos, convierten sus despojos en reliquia, y al Che muerto, en el mito, que inspiraría a muchos bolivianos (jóvenes, sobre todo) a enrolarse en las filas de la Revolución por la Dignidad, la Liberación Nacional y la Justicia Social proclamada por el Che.
La publicación del "Diario de Campaña" tiene un efecto galvanizador de la conciencia de cambio que había tomado gran impulso en la juventud cristiana, fuertemente sensibilizada por el contenido transformador del Concilio Vaticano II. Los jóvenes cristianos bolivianos encuentran en el Che el testimonio perfecto del mensaje liberador y de la entrega y el sacrificio personal que parecen necesarios para plasmarlo. El movimiento demócrata cristiano, muy influyente en las universidades del país, es poderosamente sacudido por el ejemplo del Che y muchos de sus militantes engrosarán las filas de la guerrilla de Teoponte en pos de la síntesis entre Cristianismo y Revolución.
El surgimiento del MIR, en septiembre de 1971, está, también, muy vinculado a la influencia quizá más ética que ideológico-política del Che.
4. El haber renunciado a un influyente puesto en el gobierno revolucionario de Cuba y volver a empuñar el fusil como un combatiente más, nos da una idea de la forma cómo entiende el Che su compromiso con la revolución, por eso, antes de Ñancahuazú, era ya una poderosa referencia para las generaciones radicalizadas en casi todo el mundo.
Sin embargo, al caer en La Higuera, el Che adquiere la dimensión de un héroe-mártir que interpela con su ejemplo a todos quienes postulan, desde el marxismo o desde el cristianismo, el cambio para construir sociedades más justas, más solidarias, más libres, en fin, más humanas. "El deber de todo revolucionario es hacer la Revolución" es la consigna postrera del Che que se expande por todo el planeta.
La idea del "Hombre Nuevo" penetra, con toda la fuerza del testimonio del Che, en la mente y el corazón de miles de latinoamericanos y de otros continentes que se alistan en las filas de "la Revolución" en su vasta gama de expresiones. Su influencia no se reduce, ni mucho menos, a la lucha armada como método de acción para la toma del poder político. Tiene, sobre todo, relevancia en la formulación de una utopía que, siendo claramente antagónica al individualismo capitalista, fuera, al mismo tiempo, distinta y superior al socialismo burocrático que ya en ese tiempo acusaba notorias insuficiencias.
La figura del Che, a la luz de su muerte, adquiere una dimensión ética de tal magnitud que trasciende, de lejos, cualquier impugnación que pudiera hacerse a sus planteamientos político-ideológicos y militares.
De los otros combatientes, casi nada puedo decir. Conocí casualmente a tres de ellos en oportunidad de una visita a Cuba en marzo de 1966, como miembro de una delegación de la Confederación Universitaria Boliviana. Eran los bolivianos Mario Gutiérrez (Mayeco), Lorgio Vaca Marcheti y Freddy Maymura. Los conocí y aprecié solamente en su calidad humana. Estaban profundamente involucrados en el proceso cubano que atravesaba su etapa más heroica. Ellos integraban, como cualquier ciudadano, sus correspondientes Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Me impresionaron mucho por su actitud solidaria y de servicio y por su plena disposición a defender la Revolución Cubana como algo suyo. A través de ellos pude descubrir y entender la fortaleza de la Revolución y algunos de sus valores fundamentales cotidiana y fervorosamente cultivados, valores que muchos cristianos de entonces propugnábamos como una lejana utopía.
5. La voluntad de vivir en sociedades más dignas, más justas, más solidarias y auténticamente libres, junto a la capacidad de rebelarse contra la miseria, la injusticia o la opresión donde quiera ellas existan. La capacidad de entregarse, sin medida, a una causa altruista trascendiendo la mera realización personal.