Erick R. Torrico Villanueva, periodista, analista político y docente universitario. Es licenciado en Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana y posee un masterado de la FLACSO. Autor de "Periodismo: apuntes teórico-técnicos”, "Comunicación política y emisión ideológica" y otros trabajos.
1. Parecerá anecdótico, pero cuando insurgió el movimiento guerrillero yo apenas asistía al primer curso de colegio, hecho por el que, se comprenderá, mi visión de los acontecimientos fue entonces bastante restringida.
Viví los sucesos, primero, a partir de la información que recibíamos en casa de la radio y de la prensa; luego en base a las conversaciones de la familia o la escuela y, finalmente, por la experiencia directa de la atmósfera social que se respiraba en La Paz. Obviamente no puedo decir que tenía elementos de juicio serios ni que estaba en condiciones de sistematizar los hechos, pero sí recuerdo que lo que más se percibía era un clima de intranquilidad, de cierta amenaza. No sólo que corrían rumores acerca de los terribles propósitos que –se decía– animaban a la guerrilla (como los de quitar las pertenencias a la gente, destruir las familias o secuestrar a los niños), sino que también las acciones políticas desplegadas en ámbitos universitarios y la presencia autoritaria en el gobierno generaban un estado de tensión e incertidumbre.
La guerrilla fue mostrada, pues, como una "invasión", pero hacia el final fue igualmente presentada –y vivida – como una acción conmovedora. A este último respecto me animaría a afirmar que causó mayor dolor (hablando en términos sentimentales y no políticos) en la población la muerte y la derrota de los insurgentes que la caída de algunos soldados y oficiales bolivianos. La figura del Che impactó más tarde, cuando el país fue sacudido por una serie de situaciones que llevaron al máximo la intensidad de la actividad política: la persecución y asesinato de "Inti" Peredo, la sucesión de golpes militares, la extraña muerte de René Barrientos, la frecuente represión contra trabajadores mineros y estudiantes universitarios, la nacionalización de la Gulf Oil Co., etc.; pero fundamentalmente esa imagen se agrandó tras la guerrilla de Teoponte y la frustrada constitución de la Asamblea del Pueblo.
Ahora, vista a la distancia, la guerrilla del Che puede ser valorada como un desencuentro histórico, mas también como una utopía inconclusa. Lo primero se explica no por los fines que perseguía sino porque estuvo localizada en el sitio errado aunque quizá sí en el tiempo preciso; y lo segundo tiene que ver con la plena actualidad de los principios y de la lucha por la justicia social.
2. Hubo, como la historia ha ido demostrándolo, una serie de causas para que el foco guerrillero no se multiplicara, pero las razones principales parecen radicar en una toma de decisiones hecha sobre la base de una insuficiente o aun distorsionada información y en la ausencia del respaldo real de los sectores obrero-populares.
Que el Che hubiese optado por empezar la guerra revolucionaria sudamericana en Bolivia no fue precisamente la mejor elección. El país, si bien presentaba –como hasta ahora – gravísimos índices de miseria producto de una consecuente explotación colonial y neocolonial, no reunía todas las condiciones para que una guerrilla marxista pudiese desarrollarse con probabilidades de éxito (aunque el Che pensaba que no era imprescindible la presencia de todas las condiciones, puesto que la acción del foco –decía – podía desarrollarlas si no existían).
La guerrilla guevarista tuvo que afrontar diversos factores adversos, entre los que se puede mencionar el desconocimiento del terreno, la desvinculación en que quedó respecto de centros de abastecimiento, la carencia de apoyo efectivo de las fuerzas de izquierda –en particular del Partido Comunista de Bolivia –, la desconexión que no pudo superar en relación a los núcleos mineros, etc. En síntesis, la guerrilla fue derrotada militarmente debido sobre todo al erróneo diagnóstico de situación en que pareció fundarse y a su imposibilidad de extenderse.
3. Quizá sólo convenga referirse a las consecuencias en dos planos: el político y el ideológico. En el primero, se produjo tanto una reafirmación de las tendencias reaccionarias y de la intervención imperialista en el país como un estado de obligado repliegue para las fuerzas revolucionarias. Aquí se tiene que señalar que el shock político que generó el asesinato del Che tuvo repercusiones de magnitud semejante –pero de distinto signo – para los triunfadores y los derrotados.
Y, en el segundo, se vivió el inicio de un conflicto de larga duración en que se vieron enfrentados los proyectos de la derecha entonces fascistizada y la izquierda. Se podría decir que se reavivó la confrontación de 1952, aunque con la variante de que el movimiento obrero y popular se identificó abiertamente con una línea revolucionaria marxista. Aparte de esto, surgió el Che como símbolo de la lucha por la justicia y la liberación nacional.
4. Ernesto Guevara fue y es, sin lugar a dudas, una figura cuya dimensión humana y política y cuyo pensamiento han marcado indeleblemente la historia contemporánea.
Del Che se tiene que destacar, más allá de cualquier otra consideración, su consecuencia y su decisión. El irrenunciable compromiso que siempre demostró con la liberación social de los hombres y la conjunción y coherencia teórico-práctica que caracterizaron su vida son prueba irrefutable del valor ya intemporal de su personalidad.
Estas frases que él escribió en la última carta que dirigió a sus hijos expresan muy bien lo afirmado: "...sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario".
En cuanto a los demás combatientes, caídos o no, lo menos que se puede señalar es que constituyeron un grupo militante de honor, con principios y coraje.
5. La guerra de guerrillas ha sido, desde las luchas independentistas sudamericanas, un recurso al que han acudido los pueblos –con más o menos éxito – para conquistar espacios de libertad, recuperar la dignidad y alcanzar mejores niveles de vida. En ese sentido –y como lo han demostrado recientemente los acontecimientos de México, con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional –, no se puede ni se podrá descartar, por "anacrónica", esa vía de acción política.
Por tanto, la opción guerrillera, como concepción global, es aún válida, particularmente en aquellos escenarios en los que se combina la depauperación colectiva sistemática con cualquier forma de autoritarismo.