Han tenido que pasar ni más ni menos que 45 años para que Apuntes filosóficos, el último gran libro de reflexión teórica sobre el marxismo escrito por el Che Guevara, saliera a la luz. Casi medio siglo ha tenido que transcurrir, desde su muerte en la selva boliviana, para poder leer estas notas, en ocasiones ácidas y burlonas, en las que el líder revolucionario analiza críticamente la obra de los clásicos del marxismo-leninismo y también de autores que considera “heterodoxos y revisionistas” del socialismo.
El volumen, de más de 400 páginas, comienza con la carta que el Che envió en 1965 al dirigente histórico Armando Hart, entonces ministro de Educación, mientras esperaba en Tanzania —tras el fracaso de la guerrilla de Congo— a entrar clandestinamente a Bolivia. “En este largo periodo de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar, ya que el partido lo hizo por ti y tú sólo debes digerir”, escribe el Che. Y añade con ironía: “Como método, es lo más antimarxista, pero además suelen ser muy malos. La segunda [dificultad], y no menos importante, fue mi desconocimiento del lenguaje filosófico (he luchado duramente con el maestro Hegel y en el primer round me dio dos caídas)”.
El guerrillero cubano-argentino se muestra muy crítico con los esquemas maniqueos de los manuales filosóficos de la ex URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), y propone a Hart, que acababa de ser nombrado secretario de organización del Partido Comunista, hacer un programa de estudios de filosofía nuevo para Cuba: “Hice un plan de estudio para mí que, creo, puede ser analizado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento; ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar”.
La carta a Hart ya había sido publicada con anterioridad, pero es sólo la introducción. El libro incluye un gran número de inéditos, como los comentarios de Guevara a las lecturas que realizó en África, Praga, Cuba y Bolivia entre 1965 y octubre de 1967, cuando fue asesinado en el poblado de La Higuera. Tampoco había sido publicado lo catalogado como “lecturas de juventud”. Lo primero que llama la atención es la cantidad de autores que digirió en esos dos años y medio y la amplitud de sus intereses. Junto al fusil, en Congo Guevara llevaba un exhaustivo índice de lecturas en una vieja agenda de teléfonos. Entre abril y noviembre de 1965, anotó los tomos 32 y 33 de las obras completas de Lenin, la Historia de la Edad Media, de Kosminsky, el tomo 4 de las obras escogidas de Mao Ze Dong, varios tomos de las obras completas de José Martí, Aurora Roja, de Pío Baroja, La Ilíada y La Odisea, de Homero, o la polémica obra de teatro La noche de los asesinos, del dramaturgo cubano José Triana, quien después sería marginado y convertido en autor maldito en la época más gris de la cultura cubana. Entre agosto y septiembre de 1966, mientras se encontraba en Cuba entrenándose secretamente para la aventura boliviana, marcó en su agenda Vida de Miguel Ángel, de Papini, La isla y El circo, de Goytisolo, Julio César y Hamlet, de Skakespeare, Contribución a la crítica de la economía política, de Marx, y la correspondencia entre Marx y Engels.
En muchos de los textos de Apuntes filosóficos, compilado por María del Carmen Ariet, del Centro de Estudios Che Guevara y editado por Ocean Press, que fue presentado el jueves 14 de junio en La Habana, se descubre a un Che en guerra contra la ortodoxia, como cuando glosa un pasaje de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, de Engels. “Los científicos”, afirma, “han hecho aportaciones valiosas al campo de la filosofía y de la economía, pero la base idealista los lleva por caminos extraviados. Hay que liquidar el dogmatismo y abordar los nuevos problemas que se plantean con el espíritu abierto a cierto agnosticismo científico”.
La agudeza no significa que los comentarios del Che sean los de un revisionista. En ningún momento Guevara se desdice de su visión del hombre nuevo, ni de su rechazo a todo lo que huela a capitalismo. Estamos ante un marxista militante y su lucha es la de despojar el socialismo de ataduras doctrinarias y enfrentarse a las “tendencias burocráticas que pretendían congelar la revolución, reducirla a un solo país y aprisionarla en los pasillos ministeriales”, dicho en palabras de Néstor Kohan.
“Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas pero cuyos resultados finales son incalculables”, escribió Guevara al justificar sus Apuntes críticos a la economía política (2006), donde comenta del siguiente modo el capítulo de un manual soviético sobre la “construcción de la economía socialista en los países europeos de democracia popular”: “La puntilla. Esto parece escrito para niños o para estúpidos. Y el ejército soviético, ¿qué? ¿Se rascó los huevos?”.
Su acercamiento teórico a la economía política es el antecedente y el complemento de estos Apuntes filosóficos, que están divididos en tres grandes bloques: sus lecturas de juventud, los cuadernos escritos en África, Praga y Cuba (1965-1966) y las notas de Bolivia (1966-1967). Terminan, ahora sí, las obras inéditas del Che 45 años después de su muerte.