Estos apuntes del Che se publican por primera vez en imagen digital, nunca antes se conocieron completos en facsímil. (Ver aquí)
Su contenido permaneció inédito durante casi 30 años. La trascripción total con fotografías de algunas páginas la publicamos primicialmente en un suplemento del periódico “La Razón”(“Tras las huellas del Che en Bolivia”. La Paz, 9 de octubre de 1996). Esta vez se muestran todas las páginas con su correspondiente trascripción rigurosa, la misma que va conectada vía hipertexto con una corta ficha biográfica de cada una de las personas mencionadas tomada del Índice Biográfico de la edición digital del Diario.
¿Documento censurado?
Aunque algunos tardaron décadas en ser entregados al conocimiento público, a estas alturas casi todos los escritos del Che han sido ya publicados, incluso cartas, informes y otros de menor importancia.
Estos apuntes de evaluación de su personal al parecer no fueron dados a conocer en su integridad por no ser “políticamente correctos”, aunque el argumento esgrimido para no hacerlo era que podían herir la sensibilidad de familiares de algunos de los componentes de la guerrilla. Nosotros mismos recibimos la amable sugerencia de no revelarlos, cuando preparábamos el mencionado suplemento de “La Razón”. Desoímos tal insinuación pues no éramos quienes para decidir cuáles documentos históricos deben conocerse y cuáles no, más aun si hasta ese entonces ya habían transcurrido casi tres décadas desde los sucesos de 1967. Cuando nos acercamos a los 45, gracias a las nuevas tecnologías tenemos ahora la satisfacción de entregar al público de todos los países la imagen de las 44 carillas escritas por el Che.
“Con la vara que mides serás medido…”
Se trata de un documento de excepcional valor histórico y humano porque recoge el perfil de cada uno de los guerrilleros desde la mirada de quien los comandaba. Y también porque aporta elementos claves para entender la personalidad del Che. Son retratos de cada uno de los integrantes de la guerrilla en pinceladas que delatan al propio retratista. De alguna manera aquí están reflejados tanto los evaluados como el evaluador.
Para el Che los parámetros para juzgar el comportamiento de sus hombres eran las durísimas pruebas del sacrificio y del fuego, a las que él mismo se sometía de manera implacable.
Este material documental, junto a los originales de los diarios del Che y Pombo, estuvo a punto de ser rematado por una casa londinense. Por fortuna gracias a la oportuna gestión de la cancillería boliviana pudo recuperarse y todo el conjunto está todavía guardado en la bóvedas del Banco Central, a las que tuve acceso en 1996 en dos oportunidades, previas las formalidades y resguardos correspondientes, en compañía de altos funcionarios del banco, de policías y de un notario de fe pública. Pudimos registrar imágenes fotográficas de los documentos lo que nos permitió hacer transcripciones completas de varios de ellos (estas evaluaciones, el diario de Pombo, la lista de libros del Che y otros)
Los evaluados y los ausentes
La desencajada pequeña libreta consta de 44 páginas con otras tantas fichas numeradas de evaluación de casi la totalidad de los guerrilleros. Al lado del nombre de cada uno de ellos, generalmente seudónimo o “nombre de guerra”, está la fecha de incorporación a la guerrilla, luego de lo cual siguen apreciaciones escuetas fechadas rigurosamente cada tres meses o cuando se presentaba algún suceso destacable, como amonestaciones, heridas en combate o muerte. Llama la atención que solamente en los casos de Inti, Guido Peredo Leigue, y del joven médico beniano Fredy Maymura Hurtado, aparezcan algunas referencias familiares e incluso direcciones en Cochabamba y La Paz, respectivamente.
El propio Che se anotó en la lista con el número 5, al final del primer grupo con el que ingresó a la zona. Pero la página está completamente en blanco, no pudo o no quiso autoevaluarse.
Sorprende también que no aparezcan Tania (la argentino-alemana Tamara Bunke Bider) ni Loyola (Guzmán Lara). Quizá porque la primera cumplía importantes funciones externas de inteligencia y no estaba entre los combatientes; su incorporación se debió al prematuro estallido de las acciones armadas que la sorprendió en el campamento cuando había llevado a Debray y al argentino Bustos. En cuanto a Loyola, se entrevistó con el Che el 26 de enero y recibió tareas para cumplir en la ciudad. Debray está en la lista con el número 41 y Bustos no aparece.
Tampoco figuran algunos del segundo grupo de bolivianos, en su mayoría reclutado por el dirigente minero Moisés Guevara, a los que el Che llamó despectivamente “resaca”.
Ellos son José Castillo Chávez (Paco), Julio Velasco Montaño (Pepe), Hugo Choque Silva (Chingolo) y los dos desertores, Pastor Barrera Quintana (Daniel) y Vicente Rocabado Terrazas (Orlando), a estos últimos ni siquiera llegó a conocerlos pues el grupo arribó al campamento de Ñacahuasu el 14 de marzo, cuando el Che aún no había retornado de la caminata de exploración.
Asimismo, no está en la lista Juan Pablo Chang Navarro (Chino), dirigente de un grupo guerrillero peruano; era un visitante y al no poder salir de la guerrilla sólo mucho más tarde pasó a ser considerado combatiente, murió el 9 de octubre. Ni tampoco Serapio, joven campesino de Viacha que ingresó a trabajar como peón en la finca y por las circunstancias se vio obligado a integrarse al grupo de la retaguardia, murió en Iquira el 9 de julio.
De su puño y letra
Como es natural, no siempre los juicios del Che sobre su gente fueron acertados y ecuánimes. Por ejemplo, considera a León (Antonio Domínguez Flores) como muy bueno, no llega a percibir sus planes para desertar de la guerrilla. En cambio, es extremadamente duro con Camba (Orlando Jimenez Bazán) quien había pedido formalmente su baja pero, cuando fue capturado, recuperó su dignidad negándose a testificar contra Debray y Bustos en el juicio militar de Camiri, al contrario de lo que hizo Domínguez.
En síntesis, un extraordinario documento que ahora se lo puede apreciar “en vivo y directo” y que permite a todos aproximarse a la intimidad de la guerrilla, además de poder cotejar la trascripción con el respectivo original.