Texto base de las conferencias dictadas por el autor en diversos escenarios, entre ellos: en Puerto Montt durante el Encuentro de promoción del libro y la lectura "Al Sur de la Palabra", en 2005; en Altagracia (Argentina) el 2006 y en las Ferias del Libro de La Paz (2007), La Habana, 2007 y Buenos Aires, 2008.
Suele decirse por error que los hombres de acción, eminentemente prácticos, desprecian las teorías. Por tanto son muy poco aficionados a la lectura y nada amigos de los libros. No hay tal. La vida está plagada de ejemplos en contrario.
Los grandes transformadores de la humanidad, aquellos que dejaron huellas en su paso por la historia, fueron por lo general asiduos lectores y amantes de los textos, independientemente del soporte material donde hayan estado escritos, sea éste la piedra, el papiro, el bambú, la madera, la arcilla, el pergamino, el códice manuscrito o el libro impreso en papel. Ahí están para la muestra: Alejandro, Napoleón, Bolívar o Che Guevara.
Claro que, como en todo, hay excepciones que no hacen sino confirmar la regla. En nuestra América tuvimos un conquistador hispano, Francisco Pizarro, criador de cerdos, analfabeto para más señas, que realizó grandes hazañas, consideradas incluso proezas militares, como la de enfrentarse en Cajamarca con sus 164 arcabuceros a un ejército desprevenido y casi desarmado de 30.000 hombres que protegían al soberano inca.
Pero, bien miradas las cosas, sólo aprovechó en su favor las diferencias culturales y tecnológicas, se comportó cómo un gángster, primó en su accionar la codicia sin límites por el metal amarillo, el afán destructivo de la cultura incaica, la perfidia más vil como la de pedir rescate por Atahuallpa y después asesinarlo. ¿Habría sido distinto su comportamiento si Pizarro hubiera tenido alguna ilustración, si hubiera sido una persona "leída" como suele decirse en el lenguaje popular? Quien sabe. Hernán Cortés, el conquistador de México, lo era y si bien algunas diferencias hay entre uno y otro, tienden a predominar las semejanzas resultantes de sus orígenes y de su época.
Alejandro Magno, el joven y osado conquistador macedonio, vivió entre los años 356 y 323 antes de Cristo y recibió la influencia directa del sabio griego Aristóteles, su maestro. Fue uno de los jefes militares y políticos más destacados de la historia y estuvo a punto de culminar su sueño de unificar el occidente y el oriente del mundo antiguo. Ese rol descollante es inimaginable sin la formación artística y cultural que poseía y que nunca dejó de cultivar.
Napoleón Bonaparte (1769-1821), el llamado "emperador de los franceses", desde muy joven se refugiaba en los libros para huir de la agobiante situación de discriminación que sufría por su origen corso y su pobreza. Luego, ya encumbrado en el poder, acudía a ellos con gran dedicación para preparar sus campañas políticas y militares. Fue célebre su partida del puerto de Tolon en dirección a la conquista de Egipto pues junto a los cañones y la pólvora, cargó en su flota toda una universidad, con instrumentos científicos, sabios y, por supuesto, gran cantidad de libros.
Según José Roberto Arze, estudioso boliviano de la vida de Simón Bolívar, la biblioteca volante del Libertador, "en los límites que puede tener una colección 'portátil' propia de un combatiente, contaba no sólo con las obras de los revolucionarios y pensadores franceses (Rousseu, Voltaire, Montesquieu) y con las de clásicos de la guerra (Napoleón y otros), sino también con las de autores importantes de la teoría económica, como Adam Smith y Jeremías Bentham. Bolívar apreciaba a los grandes filósofos (entre ellos Helvetius y d'Holbach)..."
El Che histórico: lector empedernido
El Che apareció en la mayoría de recuentos realizados en todas partes con motivo del ingreso al Siglo XXI, entre los más destacados personajes de la centuria pasada. Por ejemplo en "Los 100 personajes del Siglo XX", Editorial "Los Andes". Santiago, 1988. También ocupa un lugar en la publicación "100 personajes del milenio" de Patricia Montaño, en la que figuran desde Gengis Kan hasta Bill Gates (Comunicaciones "El País". La Paz, 2001).
Podemos o no estar de acuerdo con estas clasificaciones, pero lo cierto es que el Che proyecta una imagen atrayente que simboliza diversas cualidades humanas.
Confieso que de todo lo que leí, y no es poco, sobre Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che, me impresionó mucho un corto texto de un periodista con motivo de los 30 años de su caída, mostrando las dos facetas del personaje, el Che histórico y el Che mítico. Eduardo Labarca, que así se llama mi colega chileno, estuvo presente en Vallegrande como cronista de los acontecimientos que pusieron a Bolivia, como en raras ocasiones, en la palestra noticiosa mundial. No resisto la tentación de citar algunos fragmentos de su artículo "Che Guevara superestrella" (Revista Hoy. Santiago, diciembre de 1997):
"....El Che mítico está donde tiene que estar: ubicuo, viajando por todas partes y en ninguna a la vez. Sus huesos, sí, pueden hallarse hoy en Cuba, en el mausoleo de mármol de Santa Clara, como reliquia de un nuevo catecismo, pero no podría extrañarnos que a la vuelta del tiempo peregrinasen de regreso a su Rosario natal... Pero el Che se halla igualmente allí donde no está: en la fosa vacía de Vallegrande, en cualquier rincón de América Latina, en África, Asia, en Estados Unidos, en Europa. En el T-shirt de esos jóvenes que podrían ser sus nietos y cuya única visión del Che es la que emana de sus fotos luminosas. Y aunque el mito del Che se convierta a veces en negocio, sus raíces residen en el instinto de la gente, en la percepción de que al perder su última batalla y dejar la vida en el empeño, el Che luchaba por nuestros sueños imposibles. Por eso su fantasma difuso, mutante y vagabundo se vuelve estandarte de las causas nuevas...
"Yo que alcancé a ver las uñas del Che muerto antes de que le cortaran las manos -sigue diciendo Labarca- intuyo que el único Che capaz de perdurar en el Siglo XXI, el que nos seguirá ayudando en nuestros momentos de flaqueza, impotencia y pánico ante los cambios inhumanos del mundo, es el Che argentino, cubano, boliviano, uruguayo, chileno, español, alemán, congoleño, japonés: el Che viajero eterno, el Che Superestrella que todos nosotros hemos creado y que necesitamos, y que los que vengan seguirán necesitando y creando."
El artículo del periodista chileno tiene este poético final:
"Cuando el cadáver soberbio del Che voló... de la Higuera a Vallegrande amarrado al patín derecho del helicóptero...., la sangre del guerrillero iba goteando sobre la selva. Esa lluvia que humedeció la copa de los árboles fue la semilla de nuestro Che universal..."
En la vida real este personaje era un lector compulsivo, devoraba los libros que estaban a su alcance. Todos sus biógrafos están de acuerdo en esta cualidad irrefrenable. El Che desde muy niño se tragó las novelas de aventuras de Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas. Ya adolescente, tenía por costumbre abordar lecturas extraescolares que reflejaban su afición por las matemáticas, las ciencias naturales, la historia y la geografía y le permitían tener calificaciones aceptables, a pesar de su comportamiento rebelde y poco apegado a las formalidades. Sus amigos cuentan que sus gustos de lectura eran muy variados y eclécticos: desde Sigmond Freud hasta Jack London, pasando por Pablo Neruda, Horacio Quiroga, Anatole France y una versión original de "Las mil y una noches". Incluso un compendio de "El Capital" de Marx del que años después confesó no haber entendido nada.
Es de suponer que el Che no solamente encontraba en la lectura los horizontes que su personalidad inquieta y sensible requería, sino también que leía con verdadero placer.
No sé si él fue el inspirador, quizá sólo indirecto, de la frase que encontré en una antigua publicación cubana y de la que siempre me aproveché en la docencia universitaria para incentivar la lectura entre los estudiantes, dice así: "No hay peor ciego que el que no quiere leer...". Frase que volví a recordar por asociación de ideas cuando en 1998 la Comuna de Roma me invitó a un coloquio internacional, denominado "Lecturas sobre el Che", precisamente porque la estadística de su sistema de bibliotecas públicas indicaba el enorme interés de los italianos, en particular los jóvenes, por buscar textos del Che y sobre el Che.
Como casi siempre ocurre con los buenos lectores, el Che también era un buen escritor. Sólo que anteponía a sus afanes literarios las prioridades revolucionarias que se autoasignaba. Poco antes de embarcarse en la expedición hacia Cuba, en una carta escrita a su madre desde México lo decía muy claramente: "...decidí primero cumplir las funciones principales, arremeter contra el orden de cosas con la adarga al brazo, todo fantasía, y después, si los molinos no me rompieron el coco, escribir."
Así y todo se le conocen muchos trabajos escritos. Entre los de su temprana juventud, un nunca concluido diccionario de filosofía, sus famosos diarios de viajes, uno de los cuales ha motivado la reciente película "Diarios de motocicleta" interpretada por el mexicano Gael García. Después sus diarios de las campañas militares en las que participó, piezas testimoniales con trazos literarios a veces muy intensos y sus apuntes dispersos sobre cuestiones de economía política. Entre esa enorme cantidad de papeles están unas anotaciones bibliográficas que comentaremos más adelante.
En más de una decena de volúmenes se han reunido sus discursos, ensayos, cartas, documentos y artículos diversos. Para una persona que murió apenas cumplidos los 39 años y que participó de modo tan excitante y absorbente en los acontecimientos de su época, tal producción escrita es muy significativa y notable, tanto por su cantidad como por su calidad.
En ese torrente textual y verbal son frecuentes las alusiones al Quijote, la obra cumbre de Cervantes. La adarga en el brazo, los molinos de viento, el costillar de Rocinante y otras frases por el estilo revelan una doble identificación. Literaria en un sentido, por el disfrute de su lectura. Pero, también profundamente humana por una filosofía de vida como "desfacedor" de entuertos, buscador impenitente de la justicia, cultor de las "locuras discretas" del ingenioso hidalgo manchego y, a la vez, juguete de su propia historia. El Che parece ubicado en la perspectiva de interpretación que considera al Quijote como símbolo de la fuerza espiritual de las aspiraciones humanas.
Bibliografías de campaña: Cuba, Congo y Bolivia
En dos hojas de una de sus libretas de la Sierra Maestra aparece una lista de títulos y autores lo que podría ser una selección o un plan de lecturas, modalidad que después se encuentra también entre sus apuntes del Congo y de Bolivia.
En el primer caso, durante su campaña en Cuba, en la lista encontramos clásicos como Esquilo, Aristófanes, Homero, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Toynbee, Quevedo y Tolstoy; novelistas latinoamericanos como Miguel Ángel Asturias y Rómulo Gallegos y el ensayista José Ingenieros; autores cubanos como José Martí, Nicolás Guillén y varios referidos a la historia de Cuba y de sus héroes, lo que denota su interés por conocer más sobre la isla con la que había unido su destino.
En el segundo caso, la lista es más abundante y está fechada por meses. Se inicia en marzo de 1965, cuando sale de circulación para incorporarse a la expedición secreta que Cuba organizaba en apoyo de los seguidores del líder independentista Patricio Lumumba, asesinado poco tiempo antes. Se interrumpe en noviembre de 1965, mes de su penosa salida del Congo y se reanuda en agosto de 1966, que es cuando se supone que regresa a Cuba de incógnito luego de permanecer primero en Dar es Salaam, la capital de Tanzania, reescribiendo sus apuntes sobre la experiencia africana, y luego en Praga buscando concretar un nuevo proyecto revolucionario en algún país latinoamericano.
El último mes, con apenas la mención a dos libros, es de octubre de 1966, prácticamente la víspera de su partida hacia Bolivia.
Hay en esta lista bibliográfica afro-cubana del Che otra vez una gran variedad de autores, desde clásicos a modernos. Suetonio; de nuevo Homero, Goethe y Shakespeare; novelistas como Juan Goytisolo, Lezama Lima, Ciro Alegría, Martha Traba, Pio Baroja, Sinclair Lewis, Máximo Gorki y otros. Ensayistas como Baldomero Sanín Cano; obras escogidas de clásicos del marxismo como Lenin y Mao Tse Tung; el infaltable Martí, varias biografías y libros de historia, algunos referidos al Africa y sus problemas.
Resulta paradójico que en la larga lista de libros leídos o por leer en noviembre del 65, mes de su derrota en el Congo, figure el clásico Karl von Clausewitz con su famoso texto "Los principios fundamentales de la dirección de la guerra".
En cuanto a la lista bibliográfica boliviana, ella es muy interesante por muchos conceptos. Se supo que existía y se la conoció fragmentada cuando el Che fue capturado el 8 de octubre de 1967 en la quebrada del Churo. Asesinado al día siguiente en la escuelita del poblado de La Higuera, su cadáver fue transportado en el patín de un helicóptero a Vallegrande donde, una vez lavado y acicalado, fue exhibido en su imagen crística sobre la lavandería del patio trasero del entonces Hospital Señor de Malta, aquel memorable 10 de octubre de 1967. En forma paralela mostraron también sus diarios, papeles y algunos objetos que le fueron incautados.
Luego vino la publicación del célebre diario del Che en julio de 1968, en condiciones increíbles por lo novelescas y estrambóticas pues, mientras el gobierno boliviano negociaba la venta de los derechos a editoriales norteamericanas, una copia en microfilm salió de Bolivia vía Chile y llegó a manos de Fidel Castro quien lanzó una edición mundial de enorme impacto, dejando con los "crespos hechos" a gobernantes bolivianos y editoras norteamericanas.
Se armó un revuelo mundial, entre otras cosas, porque el entregador de las copias resultó el propio Ministro del Interior boliviano, Antonio Arguedas Mendieta, quien sin alcanzar a presentar su renuncia, huyó una noche hacia la frontera chilena cuando el cerco de la investigación se estrechaba a su alrededor (la violenta y horrorosa muerte de este personaje, en febrero de 2000, ha replanteado nuevas inquietantes preguntas sobre su rol en esta historia).
Pero, de la lista de libros consignada en las páginas finales de la agenda alemana que contiene el célebre diario, casi no se volvió a hablar.
El histórico manuscrito que refleja día por día las vicisitudes de la guerrilla quedó como trofeo de guerra en el archivo de las fuerzas armadas bolivianas junto a miles de papeles, otros diarios, cartas, informes, declaraciones y un inmenso caudal documental producido por los acontecimientos. Pero aquí no acaba la historia. En 1980, a un dictador militar que ahora cumple una sentencia de 30 años en la cárcel de máxima seguridad en Chonchocoro, se le ocurrió vender de forma clandestina los originales del diario del Che, junto a los de Pombo y otros papeles, los mismos que fueron a dar a Sotheby's, una conocida casa rematadora de Londres que anunció la subasta sobre la base de 350.000 dólares.
Una oportuna intervención de la diplomacia boliviana logró la suspensión del remate y, tras un sonado juicio, recuperar los documentos. Ellos fueron devueltos a Bolivia y se guardan hasta hoy en un sobre lacrado dentro de una gaveta de las bóvedas del Banco Central.
Dada mi dedicación al tema y luego de laboriosas gestiones, rodeado de estricta seguridad y levantando un acta notarial especial, logré acceso a esta documentación en dos oportunidades, de allí obtuve entre otras, fotografías de las cinco páginas de la bibliografía que el Che manejaba.
Se trata primero de una lista general de 49 títulos con sus autores, sin orden alguno, contenidos en dos páginas. Luego, en tres páginas seguidas, otros 60 títulos más, repartidos mes tras mes, desde noviembre de 1966, cuando llegó a Bolivia, hasta septiembre de 1967, el último antes de su muerte.
¿Esta lista muestra los libros ya leídos o que el Che se proponía leer en el mes respectivo? Esto no está muy claro, sin embargo, llama la atención el número desigual de títulos anotados, mientras en el primer mes hay 26, en junio no hay ninguno y en el último hay apenas uno; la tendencia a la disminución podría indicar el empeoramiento de las dramáticas condiciones en las que se movía la guerrilla en los postreros días de su existencia.
Pedimos a José Roberto Arze, miembro de las academias bolivianas de la Historia y de la Lengua, uno de los bibliógrafos más destacados de Bolivia, que comentara esta lista de libros de la agenda del Che e intentara agruparlos temáticamente. Esto es lo que él nos presentó en un notable artículo publicado hace algunos años:
"Filosofía, doctrina y ciencia. En esta materia aparecen desde los filósofos presocráticos (la Antología de Gaos y de García Bacca) y la Lógica de Aristóteles, hasta los clásicos modernos como Hegel y Croce. En este capítulo y, en general, en lo que podríamos llamar la parte teórica de su ideología, ocupan lugar importante los libros de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Trotsky y sobre ellos; y diversos libros de análisis y exégesis (Rosental y otros). Hay también algo sobre su profesión, la medicina; y algo sobre física.
Temas político-militares universales. Se hallan, entre otras obras, El príncipe y las Obras políticas de Maquiavelo; las Memorias de Churchill, Montgomery y de Gaulle; una biografía de este último por Ashcroft; la Historia del colonialismo de Arnoult.
Temas americanos. Figuran El pensamiento vivo de Bolívar, de Blanco-Fombona; obras clásicas de la americanística, en particular las de Paul Rivet (Los orígenes del hombre americano) y Alcide d'Orbigny (de alcance americano aunque vital para el conocimiento de Bolivia), y no pocos estudios históricos y biográficos sobre Tupaj Amaru, Pancho Villa, y ensayos sobre determinados países, especialmente la Argentina.
Temas bolivianos. La parte más abundante de las referencias se relacionan con Bolivia. Incluye obras de antropología (un libro sobre "costumbres aymaras"), sociología (el libro de Jorge Ovando Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia), etnohistoria (v. gr., La cultura de los incas, de Jesús Lara), historia y temática política, económica y militar (libros de Alberto Gutiérrez sobre la guerra del Pacífico; de Ricardo Anaya sobre las minas; de Sergio Almaraz sobre el petróleo; la compilación de programas políticos de Mario Rolón Anaya; los dos tomos de la Historia económica de Bolivia de Luis Peñaloza), El dictador suicida de Augusto Céspedes y muchas obras de ficción a las que nos referiremos a continuación. El aliento guerrillero se halla en diversos textos y particularmente en el libro sobre las "republiquetas" bolivianas de la independencia, extractada de una obra mayor de Bartolomé Mitre.
Literatura de ficción. La llamada "ficción" tiene... su papel fundamental. Esto puede confirmarse en la lista del Che, donde junto a los citados pensadores, exégetas, historiadores y ensayistas, aparecen autores clásicos de la literatura universal (como Stendhal, Dostoievski) y modernos (como Graham Greene, Faulkner, Hikmet); española (Valle Inclán, García Lorca), hispano-americana (Rubén Darío) y especialmente boliviana (Nataniel Aguirre, Alcides Arguedas, Fernando Ramírez Velarde, Armando Chirveches, Oscar Cerruto y antología del cuento). No pudo olvidar el Che su raíz argentina y tenía en sus manos un libro de Arlt, uno de los grandes costumbristas de aquel país.
Finalmente, en la parte de obras instrumentales, figuran algunos diccionarios (como el de sociología de Fairchild), historia de la filosofía (Dynnik), un repertorio estadístico sobre la población indígena boliviana (de Pando Gutiérrez), etc."
"Plan de lecturas" de Ernesto Che Guevara
A continuación la lista completa tomada de las mencionadas cinco páginas, se ha colocado un signo de interrogación en corchetes cuando se presentaron dudas en el difícil proceso de transcripción de la "letra de médico" del Che:
La historia como hazaña de la libertad - B. Croce
P. Rivet - Los orígenes del hombre americano
Memorias de guerra - general De Gaulle
Memorias - Churchil
Fenomenología del Espíritu - Hegel
Le neveu de Rameau - Diderot
La revolución permanente - Trotsky
Nuestros banqueros en Bolivia - Margarita Alexander Marsh
El lazarillo de ciegos caminantes - Concolocorvo
Descripción de Bolivia - La Paz 1946
El hombre Americano - A. d'Orbigny
Viaje a la América Meridional " - Buenos Aires
El pensamiento vivo de Bolívar - Fombona
Aluvión de fuego - Oscar Cerruto
El dictador suicida - Augusto Céspedes
La Guerra de 1879 - Alberto Gutierrez
El Iténez salvaje La Paz - Luis Leigue Castedo
Tupac Amaru el rebelde - Boleslao Lewin
El indoamericanismo y el problema social en las Américas - Alejandro Lipschutz
Internacionalismo y nacionalismo - Liu Shao Chi
Sobre el proyecto de constitución de la R. P. China
Informe de la misión conjunta de las Naciones Unidas y organismos especializados para el estudio de los problemas de las poblaciones indígenas andinas, O.I.T. Ginebra 1953
Monografía estadística de la población indígena de Bolivia - Jorge Pando Gutiérrez
Historia económica de Bolivia - Luis Peñaloza (7/67)
Socavones de angustia - Fernando Ramírez Velarde (3/67)
La cuestión nacional y el Leninismo - Stalin
El marxismo y el problema nacional y colonial
Petróleo en Bolivia
Historia del colonialismo - J. Arnault
Teoría general del estado - Carré de Malberg
Diccionario de sociología - Fairchild Pratt
Heráclito, exposición y fragmentos - Luis Forie [?]
El materialismo histórico en F. Engels. R. Mondolfo
Nacionalismo y socialismo en A. Latina [?]
Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel - Marx
Ludwig Feurbach y el fin de la filosofía clásica alemana - Engels
El desarrollo del capitalismo en Rusia - Lenin
Materialismo y empiriocriticismo - Lenin
Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo
Cuadernos filosóficos -Lenin
Cuestiones de leninismo - Stalin
La ciencia de la historia - John D. Bernal
Lógica - Aristóteles
Antología filosófica (La filosofía Griega) José Gaos
Los presocráticos. Fragmentos filosóficos de los presocráticos - García Bacca
De la naturaleza de las cosas - Tito Lucrecio Caro
El filósofo autodidacto - Abuchafar [¿?]
De la causa, principio y uno - Giordano Bruno
El príncipe - Obras políticas - Maquiavelo
11-66
El embajador. Morris West
Orient Express. Graham Greene
En la ciudad. William Faulkner
La legión de los condenados. Sven Hassel
Romancero Gitano. García Lorca
Cantos de vida y Esperanza. Rubén Dario
La lámpara maravillosa. Del Valle Inclan
El pensamiento de los profetas. Israel [?] Matuk
Raza de bronce. Alcides Arguedas
Misiones secretas. Otto Scorzeny
El cuento boliviano - Selección
La Cartuja de Parma. Stendal [sic]
La física del siglo XX. Jordan
La vida es linda, hermano. N. Hikmet
Humillados y ofendidos. F. Dostoyevsky
El proceso de Nuremberg. J. J. Heydeker y J Leeb
La candidatura de Rojas. Armando Chirveches
Tiempo arriba. Alfredo Gravina
Memorias. Mariscal Mongomery
La guerra de las republiquetas. Bartolomé Mitre
Los marxistas. C. Wright Mills
La villa imperial de Potosí. Brocha Gorda (Julio Lucas Jaimes)
Pancho Villa. I. Lavretski
La Luftwaffe. Cajus Bekker
La organización política. C. D. H. Cole
De Gaulle. Edward Ashcroft
12/66
La Nueva Clase. Milovan Djilas
El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista. G. Lukaks
Juan de la Rosa. Nataniel Rodríguez [sic, por Aguirre]
Dialéctica de la naturaleza. Engels
Historia de la Revolución Rusa. I Trotsky
1/67
Categorías del materialismo dialéctico. Rosental y Staks [sic]
Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia. Jorge Ovando
Fundamentos biológicos de la cirugía. Clínicas Quirúrgicas de Norteamérica
Política y partidos en Bolivia. Mario Rolón
La compuerta Nº 12 y otros cuentos. B. Lillo
2/67
La sociedad primitiva. Lewis H. Morgan
Historia de la revolución rusa II. Trotsky
Historia de la Filosfía I. Dynnik
Breve historia de la revolución mexicana I. Jesús Silva
Breve Historia de la revolución mexicana II. Jesús Silva Hertzog
Anestexia.
Clínicas Quirúrgicas de Norteamérica
3/67
La cultura de los Inkas. Jesús Lara
Todos los fuegos el fuego. Julio Cortazar
Revolución en la Revolución. Regis Debray
La insurrección de Tupac Amaru. Boleslao Lewin
Socavones de Angustia. Fernando Ramírez Velarde
4/67
Idioma nativo y analfabetismo. Gualberto Pedrazas J.
La economía argentina. Aldo Ferrer
En torno a la práctica. Mao Tse Tung
Aguafuertes porteños. Roberto Artl
Costumbres y curiosidades de los aymaras. M. L. Valda de J. Freire
Las 60 familias norteamericanas. Ferdinand Lundberg
5/67
Historia Económica de Bolivia I. Luis Peñaloza
La psicología en las fuerzas armadas. Charles Chardenois [?]
7/67
Historia Económica de Bolivia II. Luis Peñaloza
Elogio de la Locura. Erasmo
8/67
Del acto al pensamiento. Henri Wallon
9/67
Fuerzas secretas. F. O. Miksche
Del total de 106 títulos consignados en las cinco páginas, 23 son específicamente literarios, tres de ellos de poesía. De autores bolivianos o referidos a Bolivia son 22 títulos.
Lecturas y apuntes a salto de mata
Lo probable es que, como se ha dicho antes, esta lista sea sobre los libros que él leía o buscaba leer en medio de los combates. Prueba de ello son la gran cantidad de citas que copiaba a mano en sus cuadernos y libretas, lo mismo que poesías de diversos autores. Por ejemplo, entre los papeles capturados en su mochila y que hoy se conservan en el archivo de las Fuerzas Armadas de Bolivia, junto a la copia manuscrita de tres poemas de Rubén Darío ("Salutación del optimista", "Marcha Triunfal" y el muy sugestivo "Letanía por nuestro señor Don Quijote"), hay más de 100 fichas o citas bibliográficas, algunas bastante extensas, de 15 autores diferentes: Wright Mills, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotski, Stalin, Franz Borkenau, Mao Tse Tung, Georgy Lukacs, Lason, Rozenkranz, Marx, Engels, Fidel Castro, Rosental y Straks, Dynnik y Jorge Ovando, el único autor boliviano del que el Che tomó una cita referida al proceso de reforma agraria ("Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia", Ed. Canelas, Cochabamba 1961).
Llama la atención que algunos de los autores citados, de los cuales el Che anotó fragmentos textuales, no figuran en la lista general ni en la lista diferenciada por meses. Por tanto, ¿eran incompletas estas listas, no eran el registro de toda la biblioteca guerrillera? Es muy posible, pues resulta mucho menos creíble que el Che hubiese llevado o mandado llevar fichas bibliográficas confeccionadas con anticipación, dado el hecho de que gracias al bloqueo, el viaje desde Cuba a Bolivia implicaba entonces recorrer la mitad del mundo, dar toda una vuelta por Europa y arribar a algún país fronterizo, ruta erizada de peligros pues entre otras cosas, todos los voluntarios cubanos, y por supuesto el propio Che, utilizaban pasaportes falsificados.
Haciendo una somera revisión de estas citas puede deducirse que las preocupaciones intelectuales del Che, en las terribles condiciones de sobrevivencia en las que se desenvolvía la guerrilla, giraban fundamentalmente en torno a los temas del poder, la revolución y la construcción socialista (de ahí la recurrencia a Trotski, Lenin, Stalin y otros) y, en no menor medida, los temas filosóficos que, al parecer, lo inquietaban desde su más tierna juventud, por eso recurre a Lukacs ("El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista"), a Engels ("Dialéctica de la naturaleza"), a Rosental y Straks ("Categorías del materialismo dialéctico") y a Dynnik ("Historia de la Filosofía").
Valga la oportunidad para señalar que estas notas bibliográficas del Che ya no son inéditas, se publicaron en italiano, pues salieron en copias subrepticias del archivo militar boliviano y Feltrinelli las publicó en mayo de 1998, con el título "Ernesto Che Guevara antes de morir, apuntes y notas de lectura" ("Ernesto Che Guevara prima di morire, appunti e note di lettura". Milán, 1998).
En el inventario minucioso de papeles y objetos que se hallaron en la mochila del Che figuran cinco libros: "Crítica de la Economía Política, de Carlos Marx"; "Ensayos sobre las teorías del capitalismo contemporáneo", de S.R. Vigotsky; "Ils arrivent", de Paul Carrell (en francés); "Geometría Analítica", de Philips e, "Historia Económica de Bolivia", de Luis Peñaloza. Sólo este último libro figura en las listas comentadas antes, esto refuerza la idea que ellas no eran un catálogo completo de los libros de la guerrilla.
A diferencia de todos los papeles comprometedores que se conservan celosamente, los libros como tales han desaparecido, lo más probable como trofeos de guerra. Al parecer nunca llegaron al archivo castrense, salvo el famoso libro de Regis Debray "Revolución en la Revolución" que lleva algunas notas al margen de puño y letra del Che, por ello no es posible completar datos bibliográficos, lugar y fecha de edición, número de páginas, etc.
No solo de pan...
Durante la Feria Internacional del Libro en La Habana en 2003, tuvimos ocasión de conocer al ahora general en retiro Harry Villegas Tamayo, alias "Pombo", uno de los cercanos colaboradores del Che, en la Sierra Maestra, Congo y Bolivia. Sobrevivió a la guerrilla de 1967 junto a otros dos cubanos y dos bolivianos. La travesía de más de cuatro meses, desde el sudeste boliviano hasta la frontera con Chile donde llegaron los tres cubanos con dos guías bolivianos, es otra historia digna de ser contada.
Preguntamos a Pombo qué hacían con tantos libros cuando las urgencias supremas eran conseguir alimento y agua y sortear los ataques del ejército boliviano, asesorado, entrenado y pertrechado por los Estados Unidos. "No sólo de pan vive el hombre, chico", nos contestó a tiempo de confirmar que el Che llevaba libros en su mochila y repartía algunos otros en las mochilas de los guerrilleros, además de que en las cuevas donde ocultaban el armamento, las vituallas y medicinas también se guardaban libros.
Cuesta imaginar las condiciones extremas en que estos hombres, hambrientos y desarrapados, circulaban por las tierras bolivianas imbuidos por la utopía de una sociedad justiciera y un continente liberado. Contaban para ello con el carisma casi místico e inigualable de su jefe, la fuerza de sus convicciones y el respaldo de muchos libros que llevaban consigo como parte de su instrumental bélico.