Hasta ahora el diario del Che ha sido publicado muchísimas veces, en diversos idiomas. En nuestra lengua, lo que se hizo por lo general fueron reimpresiones de la edición cubana original de 1968. Con más o menos ilustraciones, con más o menos notas aclaratorias, en formatos diferentes y con no pocos errores tipográficos incorporados a lo largo de sucesivas impresiones, esa trascripción, tomada del microfilm de las copias fotostáticas, enviado a Cuba por Antonio Arguedas, era la única que podía utilizarse como fuente.
Ahora la situación es otra, los originales están más o menos a la luz del día gracias a la edición facsimilar. Por eso, la presente edición (sólo digital por el momento) es diferente a todas las demás. Es más completa, pues incluye diversos documentos registrados por el Che en el anverso del cuaderno anillado en el que anotó los dos primeros meses de su diario (noviembre y diciembre de 1966).
Y contiene un apreciable valor agregado por sus notas aclaratorias, el ensayo inicial y las fichas biográficas. Es una edición pensada en los lectores contemporáneos. Además, indiscutiblemente, es la más próxima a la fidelidad absoluta por el cuidado con el que se cotejó la trascripción con la imagen digital de los originales.
La única libertad que nos hemos tomado es la de colocar algunas tildes ausentes en el manuscrito que, por lo demás, ya se incorporaron en la primera edición de 1968 y en todas las posteriores.
Las notas de pie de página incluidas son las estrictamente imprescindibles. Se refieren a los siguientes aspectos:
a) Los nombres de los personajes que aparecen mencionados tanto en el diario como en el resto de la documentación o que tuvieron relación directa con los hechos. Esto se complementa con un Índice Biográfico en orden alfabético que va al final del texto.
b) Situaciones que, si no se aclaran, serían poco comprensibles para los lectores contemporáneos.
c) Nombres locales que necesitan ser explicados (por ejemplo, no todos saben qué es un ¨batey¨ en Cuba, o un ¨choclo¨ en Bolivia).
d) Algunos lapsus del propio Che, cuando por ejemplo escribe Caranavi en vez de Camiri (12 de diciembre).
Para la redacción de estas notas, como es natural, se han tomado en cuenta y a la vez depurado, los aportes de las ediciones anteriores, principalmente la de Adys Cupull y Froilán González (La Habana, 1988), la edición ilustrada en italiano al cuidado de Roberto Massari (Diario di Bolivia, 1996), la llamada - edición autorizada - (Centro de Estudios Che Guevara - Ocean Press Ocean Sur. Bogotá, 2006), y las que hicimos nosotros en Bolivia (CEDOIN, 1996 y La Razón, 2005).
Para las notas biográficas, especialmente de los combatientes cubanos, fueron tomados muchos datos de la mencionada edición del Diario del Che de Adys Cupull y Froilán González y también del libro ?Seguidores de un sueño - de la periodista cubana Elsa Blaquier Ascaño.
En una de esas recientes ediciones del diario así como en otras publicaciones se han usado textualmente —sin indicar la fuente— muchas de estas fichas que ahora se incluyen en el Índice Biográfico. Incluso si se tratara solamente del uso de datos aislados lo correcto es mencionar la procedencia, mucho más aún si se hace una copia literal de la redacción, como ocurre en este caso. Cabe señalar que estas notas las venimos elaborando, puliendo, completando y ampliando desde hace más de 20 años, se publicaron por primera vez en el Informe ?R de CEDOIN y en el semanario ?Aquí - en 1987, así como en las dos ediciones bolivianas del Diario del Che antes mencionadas (1996 y 2005).
Los lectores que conozcan la edición en facsímile (2009) podrán apreciar que en el manuscrito original aparecen algunos elementos extraños. Primero, tanto en el cuaderno anillado como en la agenda alemana hay frases subrayadas con lápiz rojo para destacar las referencias a diferentes personajes, especialmente a Debray y Bustos, que estaban siendo juzgados en Camiri por un Tribunal Militar. Segundo, en el cuaderno anillado en la parte inferior al centro, aparece una numeración con lápiz rojo página tras página. Estos subrayados y numeraciones fueron colocados por los militares que manipularon el documento en los días posteriores a su incautación.
En el cuaderno anillado hay una otra numeración, en la parte superior derecha con tinta oscura en las hojas impares (anverso). Asimismo, en la agenda alemana aparece también sólo en las páginas impares con tinta oscura una numeración en la parte superior derecha, desde y hasta las portadillas. Los editores del Ministerio boliviano de Culturas, con un criterio a todas luces equivocado, borraron esa numeración para la edición facsimilar.
Entonces, corresponde afirmar que esta publicación no es una copia enteramente fiel del manuscrito original del diario del Che, tal cual se ha conservado hasta el presente. Lo correcto era publicarlo sin ningún género de añadiduras, supresiones o enmiendas, ni siquiera de aquello que se presume habría sido introducido por los militares.
No obstante, al conocerse por fin —mediante la magnífica edición facsimilar a todo color— los manuscritos del Che con toda la fidelidad y el colorido que permiten las actuales tecnologías de impresión, se alcanza una mayor cercanía a uno de los personajes latinoamericanos más sobresalientes del siglo XX, cuya imagen y prédica han llegado al siglo XXI trasfigurados en las mejores aspiraciones colectivas de solidaridad, igualdad, humanismo e independencia de los pueblos. Al leer directamente los textos del Che tal como fueron escritos en los avatares cotidianos de la guerrilla –la trascripción que presentamos enseguida sólo pretende ser una modesta ayuda para lograrlo– se consigue penetrar en la intimidad del jefe guerrillero, el hombre que renunció a todo, incluida su propia vida, en aras de un continente liberado y con justicia social.
Desde el primer día de su llegada a Ñacahuasu, hasta la víspera de su captura, no hay un solo día en el que el Che no haya dejado escritas de manera metódica sus impresiones, dificultades, sobresaltos, preocupaciones sobre la alimentación de su tropa, tragedias, como la muerte de Rolando o Tuma, y también alegrías, como la de recordar los cumpleaños de sus seres queridos. Sus apuntes cotidianos, sin faltar un solo día, no fueron escritos para ser publicados, para lanzar mensajes a la posteridad o para dar forma literaria a sus pensamientos más íntimos. Se trata de un diario sin segundos fines, como lo destaca Roberto Massari en su prólogo a la edición italiana de 1996, pero a la manera de Don Quijote, personaje entrañable para Che desde su primera juventud. Un diario de campaña, militar, operativo, logístico, que recuerda diarios célebres de campaña como los de Jenofonte, Julio César, el general Custer, José Martí, Colón o tantos exploradores y viajeros solitarios de la aventura humana.
Como periodistas, quienes nos ocupamos de este tema, somos trabajadores de la memoria. Existen numerosos afluentes a tomarse en cuenta en el intento de aproximarse, así sea de forma imaginaria, a los hechos del pasado o a su interpretación. Pero el documento escrito es irremplazable en esa faena. En tal sentido, valoramos muy en alto lo que significa poder visualizar el manuscrito original del diario del Che en Bolivia retratado en todas y cada una de sus páginas. Y consideramos un verdadero privilegio la oportunidad que tuvimos de verificar su trascripción tan cuidadosamente como nos fue posible, aunque no podemos dejar de lamentar que dicha edición facsimilar no haya aparecido desde el primer momento acompañada de su correspondiente trascripción en letras de imprenta.
Habíamos acariciado por más de quince años la idea de publicar de esa manera en Bolivia estos documentos del Che. Con la edición facsimilar cuyo responsable es el Ministerio de Culturas de Bolivia, se ha logrado por fin dar un paso y quebrar el aparente maleficio que impidió culminar con éxito dos intentos anteriores. No dudamos que, aunque todavía restringida esta publicación facsimilar, terminará por ser conocida y apreciada por los grandes públicos de todo el mundo, como corresponde. De ahí la pertinencia de la trascripción que ofrecemos ahora a los lectores.
La tarea de realizarla fue asumida por nosotros con enorme placer y dedicación y de una manera estrictamente voluntaria, en el mejor espíritu de contribuir a preservar la memoria histórica de acontecimientos y personajes que impactaron con fuerza en varias generaciones de la centuria anterior y que se han proyectado con nuevas luces hacia el presente. La magnitud y trascendencia de estos materiales exigían el máximo rigor documental y esa fue precisamente la norma que nos impusimos.
Valencia, Municipio de Mecapaca (La Paz), diciembre de 2009