Periódico Presencia. La Paz 8 de octubre del 2000
Hace algún tiempo, el director de radio Fides, Eduardo Pérez, en una entrevista radial me pidió hacer una valoración del significado histórico de la guerrilla del Che. Sólo como reflexionando en voz alta dije que me parecía uno de los hechos más notables del Siglo XX, en realidad un suceso de carácter internacional ocurrido en Bolivia, antes que un hecho exclusiva y estrictamente boliviano. Es más, añadí que la presencia del legendario guerrillero en nuestro país y sobre todo las circunstancias que rodearon su muerte colocaron a Bolivia en el centro de la atención internacional. Pérez quiso rela¬tivizar mis afirmaciones diciendo que Bolivia también había estado en la vitrina planetaria con su participación en el campeonato mundial de fútbol en 1994 y que, por supuesto, la Guerra del Chaco era de lejos un suceso muchísimo más notable y significativo que la guerrilla del Che.
¿Cómo fue en realidad este acontecimiento visto desde la perspectiva histórica de más de treinta años y en qué medida es equiparable con otros hechos significativos que sucedieron en Bolivia en el Siglo XX? Las líneas que siguen intentan aportar algunos elementos de análisis para que el lector saque sus propias conclusiones.
Antecedentes laberínticos
El Che había desaparecido del escenario público desde abril de 1965 y era el hombre más buscado del planeta. Los servicios de inteligencia de muchos países, particularmente la CIA norteamericana, lo buscaban afanosamente sin poder establecer su paradero. Sólo en 1994, al publicarse el libro que lleva el sugestivo título de El año en que estuvimos en ninguna parte, se comenzó a descorrer el velo sobre sus andanzas en aquellos tiempos. Aunque no se ha revelado todavía la información completa, ahora se sabe que estuvo combatiendo en el ex Congo belga (después Zaire y ahora nuevamente Congo) al mando de un contingente cubano que infructuosamente quiso ayudar al movimiento anticolonialista de ese país.
Se sabe también que, como era su costumbre, hizo un diario (aún no conocido en su integridad) basado en el cual escribió Pasajes de la Guerra Revolucionaria: El Congo, publicado hace poco y que no ha llegado todavía a Bolivia ni siquiera a las publicitadas Ferias del Libro.
De modo similar había registrado sus impresiones cotidianas durante la guerrilla de la Sierra Maestra en Cuba para escribir luego sus correspondientes Pasajes de la guerra revolucionaria. Obviamente, ése era también el propósito al escribir su diario en Bolivia.
Derrotado en el Congo, no podía regresar a Cuba pues había "quemado sus naves", como Hernán Cortez en la conquista de México, al renunciar a todos sus cargos y a la propia nacionalidad cubana, en carta que Fidel Castro hizo pública en octubre de ese mismo año.
¿Por qué vino a Bolivia?
Se necesitarían muchas páginas para explicarlo. Prefiero remitir, a quienes se interesen en este aspecto, al libro Una guerrilla para el Che que Humberto Vázquez Viaña publicó en Santa Cruz. Allí se encontrará la información básica sobre el intrincado racimo de elementos políticos, históricos, ideológicos, diplomáticos y hasta personales que determinaron la salida del Che de la isla y su venida a Bolivia.
Su llegada clandestina
El Che vino a Bolivia bajo el más riguroso secreto. Llegó a La Paz el 3 de noviembre de 1966 procedente del Brasil, acompañado del capitán cubano Alberto Fernández Montes de Oca ("Pacho") y con un pasaporte falsificado a nombre de un supuesto comerciante uruguayo Adolfo Mena González. Artificialmente calvo y con lentes de gruesa montura, nadie podía reconocerlo. Se alojó por dos noches en el Hotel Copacabana, ubicado en El Prado, tuvo algunas reuniones con sus contactos que ya estaban en Bolivia y se marchó en un jeep hacia el sudeste al atardecer del día 5. Pasó de largo por Cochabamba el 6, a las 4 de la mañana del día 7 cruzó el río Grande y por la noche se instaló en la granja de Ñacahuasu (más adelante este nombre se consagró como Ñancahuazú).
Ahí mismo comenzó a escribir su célebre diario con la frase: "Hoy comienza una nueva etapa..."
El Che hizo todo lo posible por ocultar su presencia en Bolivia, actuando como "Ramón" y después como "Fernando". En ningún momento de su azarosa peregrinación ni en los documentos que intentó hacer públicos, apareció con su nombre propio, ni siquiera cuando ya había sido identificado por los servicios de inteligencia y el gobierno del general René Barrientos anunciaba su inminente captura.
Las acciones
El 23 de marzo de 1967 se desencadenó la acción bélica. En los primeros meses las tropas bolivianas sufrieron rudos golpes. En el análisis del mes, a fines de julio, el Che anotó en su diario que el "ejército sigue sin dar pie con bola". En agosto, junto a reiterar su falta total de contactos externos, la no incorporación de campesinos a sus filas y el decaimiento de la moral de sus hombres, escribió que "el ejército no aumenta su efectividad ni acometividad".
El viraje se produjo en septiembre cuando, repuestos de la sorpresa y bajo la asistencia norteamericana, los militares bolivianos pasaron a la ofensiva. El Che lo dejó así registrado en su análisis del mes de septiembre: "Las características son las mismas del mes pasado, salvo que ahora sí el ejército está mostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos está ayudando en nada y se convierten en delatores".
El 26 de septiembre la guerrilla había sufrido un contraste con la caída de tres hombres fogueados de su vanguardia, los bolivianos Roberto Peredo ("Coco"), Mario Gutiérrez Ardaya ("Julio") y el capitán cubano Manuel Hernández Osorio ("Miguel"). Y fue también en septiembre que el Che se enteró de que su grupo de retaguardia comandado por "Joaquín", del cual se había desconectado desde abril, fue aniquilado el último día de agosto en la acción de Vado del Yeso. Le costó convencerse, pues todavía en ese análisis de septiembre dijo que "la noticia puede ser falsa, o por lo menos exagerada".
La historia y el mito
A comienzos de octubre la guerrilla estaba sumamente debilitada. Su bajas eran menores que las de las tropas regulares, pero éstas eran de varios miles y la fuerza del Che en ese momento era solamente de 17 hombres, sin ningún contacto con las ciudades y con sus depósitos de armas, medicinas y vituallas en poder de las Fuerzas Armadas. El escuálido ejército del Che no solamente que no podía reponer sus bajas, sino que tenía varios enfermos y heridos y algunas deserciones. Como si todo esto no fuera suficiente, el terreno era muy poco propicio para su accionar y estaba metido en una suerte de gran cerco, con la 8ª División del general Joaquín Zenteno Anaya, acantonada en Vallegrande, pisándole los talones por el norte, y la 4ª División del general Luis Reque Terán, asentada en Camiri, cortándole su retirada por el sur.
En esas condiciones el Che fue obligado a dar batalla en la quebrada del Churo. Herido levemente en la pantorrilla derecha fue capturado por la patrulla del entonces capitán Gary Prado Salmón, junto al minero boliviano Simeón Cuba ("Willy"), en la tarde del domingo 8 de octubre. Llevado a La Higuera, a pocos kilómetros de allí, al día siguiente, 9 de octubre al mediodía, fue asesinado "por orden superior", al igual que "Willy", en la escuelita del lugar donde habían sido encerrados desde la noche anterior. Esa misma tarde fue transportado en helicóptero y exhibido como un trofeo de guerra en Vallegrande; luego de cortarle las manos, se lo enterró subrepticiamente en una fosa común con varios de sus compañeros la noche del martes 10 de octubre. Paralelamente se pretendió hacer creer al mundo que había caído en combate el domingo 8 y que sus restos habían sido incinerados.
Ahí termina la historia y comienza el mito.