La Razón, La Paz, Bolivia , 8 de mayo de 2010
Hace poco observé con sorpresa en El Alto que habían colocado juntas las coloridas efigies de Ernesto Che Guevara y Osama Bin Laden en la parte trasera de un inmenso bus de pasajeros, y es posible que ese no sea el único vehículo que circula por nuestros caminos con esas imágenes. ¿Qué es lo que mueve a los artesanos-pintores o a los propietarios de esos vehículos para asociar ambas figuras? ¿Es posible trazar un paralelo entre el revolucionario argentino-cubano-boliviano y el líder fundamentalista de origen árabe-saudí? Por cierto, hay algunas semejanzas pero también profundas diferencias.
La imaginería popular transcurre por caminos insondables y suele crear o reforzar aspectos mitológicos a través de íconos. Lo que podría creerse una asociación caprichosa o producida al azar, capaz contenga significados trascendentes, dignos de estudiarse por las novísimas ciencias semióticas.
¿Rebeldes con causa?
Guevara y Bin Laden, cada cual a su manera, encarnan sentimientos de rebeldía que desafían al poder imperial. Hasta ahí la coincidencia genérica.
Pero, el latinoamericano está motivado por convicciones políticas fundadas en el ideario marxista. Identifica al imperialismo, especialmente al norteamericano, como el principal causante del hambre y la miseria. Busca transformaciones socio-políticas radicales, la independencia y la unidad de nuestros pueblos en un marco de justicia social e igualdad.
El árabe mezcla fanáticos sentimientos religiosos islámicos con posturas nacionalistas de varios pueblos asiáticos. Se enfrentó a la intervención soviética en Afganistán con recursos y asesoramiento de la CIA, para luego volcarse contra sus aliados y declararles una despiadada guerra "santa".
Hay, por tanto, trayectorias disímiles, una rectilínea y consecuente del Che y una sinuosa y cambiante de Bin Laden.
El Che preconizaba la lucha armada para combatir al imperialismo y para abrir causes a la revolución social, hizo de la guerrilla rural su forma principal de accionar, misma que implicaba además del choque armado frontal, una gran dosis de entrega personal, autosacrificio, elevados conceptos morales en la forja de un "hombre nuevo"; jamás propuso ni practicó el terrorismo individual o masivo como arma de lucha. Osama, si vamos a creerles a los servicios de inteligencia estadounidenses, era capaz de ordenar el sacrificio de miles de personas inocentes en acciones terroríficas como la de las torres gemelas en Estados Unidos o las estaciones ferroviarias en España.
Guevara aleccionaba a sus tropas con la fuerza del ejemplo personal y era incapaz de ordenar algo que él mismo no estuviera en disposición de realizar, practicaba una suerte de ascetismo sometiéndose a las pruebas más difíciles, "arriesgaba el pellejo" para poner en práctica sus convicciones. Bin Laden, no obstante publicitadas imágenes que lo ubican en las montañas portando armas, parece haber actuado la mayor parte del tiempo en recintos cómodos y ultraprotegidos, rodeado de familiares, guardaespaldas y sirvientes, en una forma de vida no muy diferente a la de jeques árabes multimillonarios de cuyas familias proviene.
Orígenes del mito
Che Guevara, a mediados de la década de los años 60 del siglo pasado era el hombre más buscado del planeta. A juzgar por el desenlace de La Higuera y por las probadas conspiraciones para eliminar a los líderes cubanos, la CIA lo buscaba para matarlo.
De forma más aparatosa y prolongada Bin Laden pasó por una situación parecida.
Sabido es que la mayoría de la gente se solidariza con el perseguido antes que con el perseguidor, más aun si en ello se le va la vida. Por eso, con frecuencia los contornos de un personaje mitológico comienzan a dibujarse precisamente en las sendas escabrosas de una persecución implacable.
Pero donde la generación del mito alcanza el éxtasis es a través de la muerte, misteriosa y súbita. Lo saben muy bien los militares bolivianos que ejecutaron al Che prisionero, mintieron sobre su supuesta caída en combate y ocultaron su cadáver enterrándolo en secreto. Los argumentos son muy parecidos a los de ahora: "murió en su ley", "se la había buscado", "la atención mundial viajaría como las moscas a la miel de tenerlo encerrado en algún sitio", "el depósito del cadáver sería un lugar de peregrinación de sus seguidores".
El aspecto mítico de la imagen del Che creció a partir de la exhibición de su cuerpo como trofeo inerte. ¿Qué pasará con la imagen del también ejecutado Bin Laden cuyos restos, dicen, fueron echados al mar? ¿Cómo influirá la negativa de Obama de mostrar los registros gráficos? El tiempo inmediato lo dirá.
El calvario del Che en Bolivia
Ernesto Che Guevara fue capturado por el Ejército boliviano, junto al minero de Huanuni Simeón Cuba Sanabria, en la quebrada del Churo después del mediodía del 8 de octubre de 1967. Estaba desarmado y tenía una leve herida en la pierna derecha. Fue trasladado a pie hasta el pueblo de La Higuera donde pasó la noche encerrado en el local de la vetusta escuelita del lugar.
Al día siguiente, 9 de octubre, la cúpula militar trasmitió la orden de ejecutar a los prisioneros, cumplida después del mediodía. Momentos antes de la ejecución le tomaron fotografías que comenzaron a conocerse sólo 20 años después, está de pie y con las manos atadas adelante.
Esa misma tarde el cadáver del Che fue trasladado a Vallegrande amarrado a los patines del helicóptero. Limpiado y formolizado fue exhibido al día siguiente, 10 de octubre, en la famosa lavandería del hospital. Por la noche, le cortaron las manos y fue enterrado en una oculta fosa común junto a los de seis de sus compañeros, caídos en El Churo y La Higuera.
En julio de 1997, casi 30 años después, los restos fueron hallados, plenamente identificados y llevados a un mausoleo en la ciudad de Santa Clara, Cuba.