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El hombre de esa gorrita llamada cachucha

Wilson García Mérida

En octubre del 2003,a propósito de un homenaje que preparábamos para conmemorar los 36 años de Ñancahuazú, el periodista Carlos Soria Galvarro, indiscutible autoridad en el tema, demuestra con evidencias visuales indiscutibles que existe un "Che Guevara Boliviano", el cual nada tiene que ver con la tradicional iconografía oficial del Comandante.

La imagen boliviana del Che, la conocida y admitida oficialmente, se reduce a la del guerrillero muerto y reencarnado en su mito, ahí, tendido en una morgue improvisada del hospital de Vallegrande, como botín de guerra de sus asesinos. Esa imagen de muerte hizo revivir otra: esa famosa foto de Korda, la del Comandante victorioso y vital, hermoso y pop, que se convirtió en el ícono activador durante las revueltas del Mayo Francés del 68, en símbolo de lucha del "Black Power" norteamericano o de los disturbios universitarios de Berkeley.

Esa imagen que inmortalizó al Che -fotografiada por Korda el 4 de marzo de 1960 durante un acto de homenaje póstumo a las víctimas francesas de un atentado norteamericano en las costas cubanas- nació así: el guerrillero, que hizo una fugaz aparición por la baranda del balcón desde donde Fidel decía su largo discurso, fue captado a unos diez metros por la cámara del célebre retratista luciendo su boina militar con la insignia estrellada de Comandante sobre su cabellera ondeante y con mirada pensativa y seductora. Cuando murió el Che en Bolivia, siete años después de haber tomado Korda esa foto en 1960, un comerciante francés la retocó y la convirtió en un afiche que se vendió por millones en el mundo entero. Desde entonces la imagen del Che, esa imagen, quedó asociada a la de los propios íconos de la industria cultural de occidente como Marilyn Monroe, Groucho Marx, Chaplin o Lennon. Gracias a esa foto, incluso, el Che salió de la política y entró al rock.

Es la misma imagen que, de niños, aprendimos a convertir en viñeta recortando hojas de nuestros cuadernos para hacer una sombra chinesca proyectada sobre las paredes de nuestras escuelas, donde lo más importante era cortar bien las puntas de la estrellita en el centro frontal de la boina.

Pero ese no es el Che que estuvo combatiendo en Bolivia, ni siquiera ese cadáver que parece Cristo resucitando. El Che boliviano es otro, quizá más inmortal todavía.

Dejando la boina

"Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano". Con aquellas palabras que fueron escritas en su carta de despedida a Fidel, misiva que fue leída por el Presidente de Cuba el 3 de octubre de 1965 ante el primer Comité Central del PCC, el comandante Ernesto Che Guevara se despojaba de su uniforme oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y por tanto de aquella legendaria boina con la estrella de Comandante que ya lo había convertido en un ídolo viviente (y que lució en la sede de la ONU interpelando al imperialismo sacándose más fotos con Korda en Nueva York).

El Che abandonó Cuba en abril de 1965 renunciando a todos sus privilegios de gobernante, y se lanzó a realizar su utopía de los "muchos Vietnam" que intentó encender en los tres continentes sojuzgados del tercer mundo: Asia, África y América Latina, bloque al que se llamó "La Tricontinental". Pocos meses antes, entre febrero y marzo, siendo todavía Ministro de Industrias en el gabinete de Fidel, el Che había realizado una gira por varios países del África (Tanzania, Guinea, Ghana, Argelia, Dahomey y el Congo entre otros) y retornando a La Habana tomó la decisión de sumarse a las guerrillas de Kinshasa, en el Congo belga, comandadas por el africano Gastón Soumialot. Encabezando un contingente de 125 combatientes cubanos, el Che partió al Congo para colaborar con Soumialot, en abril del 65, que es cuando escribió la carta de despedida leída por Fidel Castro en octubre de ese año durante el acto de fundación del PC cubano.

La boina congolesa

"Otras tierras del mundo reclaman de mis modestos esfuerzos", decía el Che en aquella carta que se mantuvo bajo secreto durante seis meses mientras se libraba la guerrilla congolesa, la cual terminó en un rotundo fracaso bajo el mando de Soumialot, a quien el Che se había subordinado voluntariamente.

Su abrupta desaparición del escenario cubano, su visible e inexplicable falta en los actos oficiales y protocolares del gobierno al que pertenecía (el Che realmente brillaba por su ausencia, no es metáfora), dieron lugar a las más variadas especulaciones: desde la posibilidad de haber sucumbido a su asma sin remedio (lo cual ciertamente fue un factor restrictivo real y permanente en su vida cotidiana), pasando por la eventualidad de un distanciamiento de los hermanos Castro (hubo algo de eso debido a las críticas del Che contra el régimen burocrático de la URSS, ver al respecto la serie de Kohan publicada por el meridiano La Voz la semana reciente), hasta la sospecha de que efectivamente se fue a otras tierras para regar los focos del Vietnam y el ejemplo de Cuba en todos los hemisferios (esto último resultó ser, dramáticamente, la auténtica verdad histórica).

El uniforme que vistió el Che en la campaña de Kinshasa, entre abril y noviembre del 65, era el de un soldado raso del Ejército cubano. Todavía usaba una boina que sin embargo, de acuerdo a los registros fotográficos que quedan del Congo, no es la misma que lucía en sus horas de esplendor y gloria con su estrella de Comandante. La del Congo es una boina de color gris claro, ancha, más parecida a un bonete, sin ninguna insignia.

Guevara llegó al Congo cruzando el lago Tanganica, en la frontera con Tanzania, y usando una nueva identidad. Borró al Che y se hizo llamar "comandante Tatú". Para cruzar la frontera de Tanzania se identificó con el nombre de Ramón Benítez, que sería el mismo nombre que usó para llegar a Bolivia algunos meses después.

Del Congo a Bolivia

A pesar de la experiencia de los combatientes cubanos, la campaña del Congo fracasó por problemas de dirección a cargo de los comandantes africanos y por la eficacia contrainsurgente de los mercenarios belgas, enviados por el gobierno colonialista de Bélgica que ejercía dominio sobre el territorio congolés del Zaire. Fue entonces cuando el Che y sus más leales colaboradores en la guerrilla de Kinshasa (Israel Reyes, "Braulio"; José María Martínez Tamayo, "Ricardo"; Harry Villegas, "Pombo", y Carlos Coello, "Tuma"), toman el rumbo a Bolivia. A este pequeño contingente post Congo del Che se habrían de sumar otros 12 oficiales cubanos enviados por La Habana para combatir en Ñancahuazú, además de la alemana argentina Tamara Bunke ("Tania"), descontando los 29 efectivos bolivianos y tres peruanos.

El Che habría llegado hasta el Brasil usando el pasaporte de Ramón Benitez; pero en Bolivia, a donde llegó en compañía del capitán cubano Alberto Fernández Montes de Oca ("Pacho") el 3 de noviembre de 1966 (tras un año de preparativos para esta misión), Guevara adoptó la identidad de Adolfo Mena Gonzáles, un supuesto médico uruguayo.

Según nos recuerda Carlos Soria Galvarro, el Che, mejor dicho Adolfo Mena Gonzáles, sólo estuvo dos días en La Paz, hospedado en el Hotel Copacabana, donde él mismo se tomó una fotografía que registra la imagen ?reflejada en un espejo de la habitación? de un hombre calvo y con lentes de gruesa montura. Durante esos dos días en La Paz, recuerda Soria Galvarro, "tuvo algunas reuniones con sus contactos (cubanos) que ya estaban en Bolivia (desde hace varios meses atrás) y se marchó en un jeep hacia el sudeste al atardecer del día 5. Pasó de largo por Cochabamba el 6; a las 4 de la mañana del día 7 cruzó el río Grande y por la noche se instaló en Ñancahuazú".

Y fue ese 7 de noviembre de 1966 cuando el Che comenzó a escribir su Diario de Campaña en Bolivia abriendo la primera página con esta célebre frase: "Hoy comienza una nueva etapa".

La cachucha del Che

Daniel James, periodista norteamericano que escribió una sesgada biografía del Che, ofrece no obstante una interesante descripción del Che-Adolfo Mena, en base a la foto que "Pacho" le habría tomado junto al jeep Toyota que cargaba combustible en una gasolinera de Camiri.

Cuando el jeep se detuvo, narra James, "de él salió un hombre de edad mediana, un poco grueso, calvo, con pelo gris en los aladares y gruesos anteojos. Al salir se abotonó su cazadora gruesa, de cuello de fieltro, que le llegaba a los muslos: y enseguida se caló su cachucha?".

Su transformación era total. El Che ya no era el Che. Por obvias razones tácticas, nadie debía conocer su original identidad (salvo su entorno de mayor confianza, como en el Congo). El Che había dejado lejos, muy lejos, su clásica boina con su estrellita todopoderosa. Ahora sería el "comandante Ramón", el de la cachucha.

¿Cómo obtuvo el comandante Guevara aquel gorrito tan típico de las clases trabajadoras de Bolivia? No olvidemos que la cachucha era una indumentaria muy usual, especialmente en los años 60 y 70, entre los ex combatientes de la Guerra del Chaco que protagonizaron la revolución del 52, así como entre los trabajadores fabriles y ferroviarios, y obreros calificados de las minas que laboraban en los ingenios, maestranzas y talleres eléctricos de la Comibol. (El doctor Hernán Siles Zuazo todavía lo usó siendo Presidente en el gobierno de la UDP).

Carlos Soria Galvarro, quizá sin saberlo, nos ofrece una buena pista al recordarnos aquella foto probablemente también tomada por "Pacho", su custodio, donde el Che, calvo, es visto lejanamente frente a la Estación Central "aparentemente comprando periódicos en un puesto callejero". Esa foto indica que el Che pasó la frontera con la cabeza descubierta. La cachucha con la cual después se lo ve durante la guerrilla de Ñancahuazú, parece ser hecha por artesanos bolivianos. De hecho, la zona de la Estación Central de La Paz se conecta con la zona artesanal del Gran Poder y los comercios de baratijas de la avenida Montes, que estaban abarrotados con aquella popular indumentaria en cientos de puestos callejeros.

En casi la totalidad de las fotos de campaña que el Ejército boliviano capturó ya durante las primeras operaciones contrainsurgentes (cuando los campamentos guerrilleros caen en manos del enemigo), el Comandante aparece invariablemente luciendo esa cachucha. Las fotos que delatan esa imagen son incontables. El Che y su cachucha posando con los bebés de un campesino que les dio cobijo cerca a una quebrada, El Che y su cacucha sintonizando una radio sentado en la copa de un árbol, el Che y su cachucha reunido con su columna a la hora de cenar o al momento de diseñar las tácticas, el Che y su cachucha con su mulo "Chico" en el río Masicuri, etcétera. Además de "Pacho", varios guerrilleros llevaron cámaras fotográficas a la campaña, entre ellos Tania y el propio Che.

Y fue esa "fotomanía" de los guerrilleros la que le permitió al gobierno de Barrientos, por ejemplo, capturar prematuramente a Loyola Guzmán (que se tomó una foto con el Che e Inti Peredo antes de volver a La Paz para coordinar los enlaces urbanos) y descubrir antes de tiempo la presencia del Che Guevara en Bolivia. De un Che que, sin embargo, no era aquel al que se le conocía mundialmente con su uniforme verde olivo y su famosa boina con la estrella de Comandante glorioso de la Revolución Cubana. El Che de Ñancahuazú era, sencillamente, un Che Boliviano, el hombre de la cachucha.

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Aclaraciones de Humberto Vásquez Viaña

El 27 de octubre del 2004, poco después de publicarse nuestro ensayo, el historiador Humberto Vásquez Viaña dirigió a mis lectores de México la siguiente carta aclaratoria que transcribo íntegra por su indudable importancia:
“Les escribo desde Suecia donde estoy de paso luego de una gira por Italia a donde fui invitado para la presentación de la traducción italiana de mi libro ‘Una Guerrilla para el Che’. Luego de una gira por siete ciudades estoy en Suecia desde donde seguiré viaje de vuelta a Bolivia.
Desde Italia me han enviado el artículo de Wilson García Mérida sobre la cachucha del Che. Con gran satisfacción veo que, por fin, los bolivianos queremos pensar con cabeza propia. Sin duda esto se debe a la constancia de Carlos Soria Galvarro que desde hace mucho tiempo viene machacando sobre este tema. Falta uno más, la fecha: Cambiar el 9 por el 8. No debemos conmemorar la derrota del Che el 8 de octubre sino su muerte el día 9. Es cuestión de principios y de evitar el colonialismo intelectual de quienes equivocadamente piensan que el Che murió el 8, por lo tanto en combate, y no asesinado el 9 de octubre.
Volviendo al artículo de la cachucha, hay dos errores que es bueno aclarar:
1.- La foto la tomó Korda cuando el atentado al barco Couvre, pero las víctimas eran cubanas, no francesas. Los que murieron fueron los soldados y estibadores cubanos que estaban sacando las armas que llegaron de Bélgica.
2.- No fue un comerciante francés el que retocó y vendió el afiche. Ni mucho menos. Fue el editor italiano Feltrinelli, millonario y que no necesitaba ganar ni un centavo más por este afiche; Korda se lo regaló en la Habana en 1967, poco antes de la muerte del Che, y al llegar a Italia hizo millones de afiches en su editorial. Ni Korda ni Feltrinelli tienen los derechos de autor.
Nuevamente felicidades por el artículo y espero que se continúe por el camino de la verdad histórica. Como el mismo Che decía: La verdad revolucionaria frente a la mentira reaccionaria. La verdad siempre es revolucionaria. La mentira siempre es reaccionaria.
Atentamente: Humberto Vásquez Viaña”

Nuestra respuesta

No podemos menos que agradecer aquellas aclaraciones tan pertinentes, pues quien las suscribe, Humberto Vásquez Viaña, es hijo de uno de los historiadores más destacados de Bolivia, además fundador de YPFB (don Humberto Vásquez Machicado, ya fallecido); y hermano de uno de los guerrilleros bolivianos que combatió junto al Che en Ñancahuazú, Jorge Vásquez Viaña, “El Loro”, quien indefenso murió asesinado en manos del ejército barrientista. Tomamos las observaciones del señor Vásquez Viaña con verdadera humildad y autocrítica, tal como corresponde.

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