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Mario Monje frente al CHE ¿Quién traicionó a quién?

Domingo, 24 de marzo de 2019 - Pagina Siete

Mario Monje, Secretario General del Partido Comunista de Bolivia (PCB) durante la guerrilla del Che Guevara, falleció el 15 de enero de 2019 a la edad de 89 años. Fue sepultado en un cementerio de Moscú. Su negativa de apoyar al Che en Ñancahuazú le valió el estigma de traidor. Este texto desmiente tal cosa y, si acaso, le hace justicia.

Mario MonjeMario Monje Molina nació el año 1929 en la localidad yungueña de Irupana. Vivió la mitad de su larga vida en Moscú, la capital rusa, ciudad a la que llegó en 1971 tras el golpe de Estado que derrocó al general Juan José Torres en Bolivia. Monje no era un exiliado más del banzerismo. Aterrizaba en la Unión Soviética con el estigma de haber traicionado al Che Guevara, aquel sagrado ícono de la izquierda internacional. 

Cuenta el periodista Leonard Kosichev, quien lo conoció en ese tiempo (entrevista anexa), que Monje, ya entrado en sus 40, no logró dominar la lengua del país anfitrión. Una de las razones de su falta de integración a la sociedad rusa pudo haber sido su nuevo empleo. Desde su arribo a Moscú, Monje trabajó para el Instituto de América Latina (ILA), entidad fundada en 1961, dependiente de la Academia de Ciencias de la URSS. Nos imaginamos que Monje usaba el español para ganarse la vida. Lo acompañaban su esposa y sus hijos, todos bolivianos.

Los comunistas que pasaron por la ciudad, lo buscaban para hacerle una pregunta reiterada: ¿por qué no fuimos héroes y sí villanos, en 1966?.   El educador yungueño se mostraba reacio a conversar sobre el tema. Pese a ello, en sus décadas rusas aceptó un par de entrevistas –la primera con Kosichev– en las que desahogó todo lo que pensaba al respecto. Antes de que abandonara Bolivia, el periodista italiano Roberto Savio grabó una extensa declaración suya que ha quedado para la Historia. ¿Fue Monje un traidor?, ¿un agente soviético comisionado para cooperar con el fracaso del Che, al que los rusos consideraba un radical filo maoísta?  A solo dos meses del fallecimiento de Monje en Moscú (15 de enero), recomponemos acá una respuesta organizada a esas interrogantes.

Conversación en la selva

El 31 de diciembre de 1966, dos hombres se sentaron a conversar en medio de la espesura de la selva. Uno, boliviano; el otro, argentino, aunque aquella mañana este último representaba en realidad al Estado cubano. El primero era Monje; el segundo, Ernesto Che Guevara, ingresado clandestinamente a Bolivia portando un pasaporte falso con el escudo de Uruguay. De aquella cita dependía que un partido político de década y media de vigencia aceptara sostener o solo aplaudir a aquel reducido ejército del tamaño de una compañía congregado en Ñancahuazú desde hace un poco más de un mes. 

Algo grande estaba en juego. Se negociaba que un extenso aparato logístico se pusiera en acción para nutrir al núcleo combatiente. El partido comunista debía colocarse al servicio del “Comandante de América”, es decir, vestir los pantalones largos de la gesta guerrillera, transformarse en el motor de uno de “muchos Vietnams”.

Según Monje Molina, el Che comenzó la conversación así: “Quiero pedirte disculpas, te hemos engañado, no pudimos explicarte nuestros planes, pero estamos aquí y esta región es mi territorio liberado”. En su diario, el Che no registra disculpa alguna. Escribe que los guerrilleros recibieron a Monje de forma “cordial, pero tirante”. “Flotaba en el ambiente la pregunta: ¿a qué vienes?”, puntualiza.  Enorme majadería. Este visitante, que generaba tanta suspicacia, llegaba a aquel campamento en representación de la quinta fuerza política del país, el grupo que como Frente de Liberación Nacional (FLIN) había obtenido, a mediados de ese año, el 3% de la votación nacional. Sus anfitriones: 44 combatientes, de los cuales solo 23 eran bolivianos. No reclutarían a nadie más en una famélica campaña signada por gruesos errores tácticos. Ahí estaban frente a frente: el puñado de héroes, casi la mitad de ellos caribeños, y el Secretario General del partido local, laboriosamente organizado desde 1950. ¿Era esperable que pactaran?, ¿era deseable que unieran sus fuerzas?

Pese a las disparidades señaladas, el dueño de casa no era Monje, sino el Che.

Por eso, cuando el líder de los comunistas locales osó sugerir que la revolución fuera dirigida por bolivianos, agrupados en un organismo formado por el partido y otras organizaciones afines, la respuesta de Guevara resultó lapidaria. En su diario se lee: “No podía aceptarlo de ninguna manera, el jefe militar sería yo”. El Che resume en su agenda que Monje quería el comando para él, aunque éste difiere de ello en su testimonio con Savio: “Yo estuve dispuesto a someterme a esa dirección”. El planteamiento era formar un Estado Mayor, en el que, ciertamente, el Che no hubiera pasado de ser un reputado asesor externo. Claro que no quiso. Acababa de pasar por una experiencia similar en el Congo con un resultado elocuente: su huida precipitada hacia Tanzania en noviembre de 1965. El Che ya no estaba dispuesto a cumplir un rol complementario y menos en un continente en el que esperaba que la Cordillera de Los Andes se transformara en una especie de nueva Sierra Maestra.

Años más tarde, en junio de 1968, tras la muerte del icónico guerrillero, vendría la aniquilación, no física, sino moral de Monje. En el prólogo que escribe para la primera edición del Diario del Che, editada en La Habana, Fidel Castro lo tacharía de “espécimen revolucionario”, dueño de un “grosero y mundano chovinismo”, comparable con las “tribus aborígenes” sojuzgadas por los españoles, “incapaz, charlatán, maniobrero” e “inexperto seso hueco”.  Sobre la discrepancia con Monje, el Che aventuró la siguiente frase en su diario: “el tiempo me daría la razón”. Después de medio siglo, lamentamos confirmar que fue al revés. Ha sido la paciencia electoral la que llevó a los guevaristas de hoy a ser los gobernantes del momento, y esa se la deben más a la sabiduría de Monje que al dislocamiento mental del Che. Nadie salió nunca a defender al boliviano frente al argentino, ni siquiera sus propios camaradas. Claro, hacerlo los obligaba enfrentar a Fidel y, como se sabe, la soberanía es palabra que la izquierda solo usa para referirse a los gringos.

Los hechos

La Historia, lo sabemos, le daría la razón a Monje, aunque a la izquierda internacional le haya resultado más fácil mantenerlo como chivo expiatorio de la derrota del Che. La infinita vanidad de Fidel Castro le impedía admitir errores, por eso resultaba más rentable echar lodo sobre los comunistas bolivianos, aunque, en realidad, concentraron su odio solo en Monje.

Entre 1959 y 2012, el método de la guerra de guerrillas terminó siendo, sobre todo en América Latina, la vía más rápida para acumular cadáveres inútiles. Cientos de jóvenes entregaron su vida a cambio de nada. Es más, aquellos países en los que la guerrilla pudo abrirse paso, aún sin triunfar, son hoy las joyas de la corona de la reacción y la derecha como sucede, por ejemplo, en los casos de Colombia o el Perú. 

Hasta acá, queda fuera de duda que desde que el Che Guevara retornó de su fallida aventura en el Congo, los cubanos le organizaron una guerrilla en Bolivia a espaldas de los militantes locales. Bajo ese plan, enviaron al filósofo francés Regis Debray a explorar tres potenciales zonas para encender la chispa, entre las cuales ellos eligieron la peor. Haciendo uso y abuso de sus contactos, los cubanos comenzaron a reclutar combatientes bolivianos dentro de las filas del PC. Conformado el foco, compraron el campamento, lo instalaron y, ya cuando todo estaba encaminado sobre un solo carril irreversible, llamaron a Monje. Prepararon una situación en la cual a los comunistas nativos solo les restaban dos opciones: sumarse o desertar, o, en otros términos: morir en cuerpo o hacerlo en alma.

El doble discurso

Aún queda en pie un reproche persistente en contra de Monje. Consiste en que éste habría cobijado un doble discurso, es decir: durante mucho tiempo apuntaló la idea de tomar las armas, pero en el momento de la puesta en práctica del ideario guerrillero, desistió cobardemente. Se ha dicho que aquel habría sido un típico comportamiento altoperuano de quien no se atreve a disentir y finge una adhesión que en realidad abomina. Es la visión de Monje como arma de doble filo. 

Al respecto, no hay una sola prueba de que el PC boliviano haya realizado preparativos serios en la línea promovida por el Departamento América de la Revolución Cubana. Hasta donde se sabe, el partido solo envió hombres para seguir cursos rutinarios de adiestramiento militar en La Habana y cooperó con las guerrillas del Perú y la Argentina en tareas logísticas como la de internar combatientes a través de la frontera. Por lo demás, optó por competir en las elecciones en las que René Barrientos cosechó dos tercios del respaldo popular.

Pues resulta que es el propio Fidel Castro, en aquella “Introducción necesaria” al Diario del Che, quien echa por tierra la calumnia contra Monje. En ese texto, el líder de la Revolución Cubana recuerda que el Che pidió la ayuda de los comunistas bolivianos para avanzar en la organización del movimiento revolucionario. Agrega que muchos de esos “valiosos” colaboradores, de los cuales dependía la instalación de la primera base guerrillera, “habían permanecido en el partido de Monje”. Y acá viene la cita clave para entender. Fidel afirma de inmediato lo siguiente: “Fue por deferencia con ellos que (el Che) invitó en primer término a éste (Monje) a visitar su campamento, aunque ciertamente no experimentaba hacia él ninguna simpatía”.  ¿Doble filo?, no, en lo absoluto.

¿Puede haber una prueba más contundente a favor de Monje? Está claro que los cubanos no esperaban nada de él y que su comparecencia en Ñancahuazú era un mero formalismo burocrático. El Che sabía que Monje no lo secundaría y lo tenía ahí en frente aquel 31 de diciembre de 1966, solo para que sus compañeros de armas se convencieran de lo que ya era una verdad de Perogrullo: el PC boliviano no era una organización foquista. ¿Cuál traición entonces?, ¿puede exigirse lealtad de quien se sabe que no comulga en ideas ni acciones?

Lo que ocurrió en aquel turbulento 1966 fue que el Che y sus lugartenientes engañaron al Partido Comunista de Bolivia, organizando un contingente guerrillero a sus espaldas, sin consultarle sobre la viabilidad histórica de la operación y sin compartir la responsabilidad por los hechos que se desencadenarían. La acción, emanada de la soberanía del Estado cubano, no fue un hecho internacionalista sino el despliegue de una acción unilateral. Su fracaso en apenas siete meses fue responsabilidad exclusiva de sus impulsores. A su vez, la posterior fuga de los sobrevivientes de Ñancahuazú hacia Chile fue un acto no solo exitoso y eficiente, sino un motivo de gratitud de La Habana para con el PC. La denostación universal de Monje, quien descendió a las bases del partido para volverlo a apuntalar años más tarde, es una injusticia que algún día tendría que ser reparada.

Leonard Kosichev: “Monje se llevó muchos secretos a la tumba”

Entrevista de Rafael Archondo, el reciente mes de   febrero, al periodista que entrevistó por primera vez a Mario Monje en Rusia, en 1991

Leonard Kosichev fue director del servicio en español y portugués de Radio Moscú, la Voz de Rusia. Trabajó como corresponsal para su país en México y Chile. Visitó muchos países latinoamericanos, incluido Bolivia. Es autor de libros en ruso relativos a América Latina, entre los que destaca uno dedicado al cantante chileno Víctor Jara.

Fue el primer periodista al que Mario Monje Molina le aceptó una entrevista en Rusia. Lo hizo porque la política de apertura conocida como la Perestroika levantó toda censura. Monje fue secretario general del Partido Comunista de Bolivia (PCB) en el tiempo en que Ernesto Che Guevara arribó al país para encabezar una guerrilla. El 31 de diciembre de 1966 Monje y el Che se reunieron en el campamento de Ñancahuazú. Allí Monje le comunicó al comandante argentino-cubano que el PCB no participaría del proyecto guerrillero. Diez meses más tarde el Che caería derrotado en la quebrada del Yeso y sería fusilado en La Higuera. 

Monje falleció el 15 de enero de este año en Moscú. Residía en la capital rusa desde los años 70, cuando salió exiliado por la dictadura de Banzer. Allí, en 1991, conversó con Kosichev dejando un largo testimonio de las razones que lo llevaron a rechazar la oferta del Che. En esta entrevista, Kosichev recuerda a Monje de manera muy personal y sostiene que fueron “buenos conocidos”. 

El diálogo

¿Cuándo conoció a Mario Monje?

LK: Conocí a Mario Monje en 1989 en el Instituto de América Latina, donde trabajaba hacía tiempo después de haber sido expulsado de Bolivia. Fue admitido en el instituto por recomendación del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

¿Tuvo alguna producción intelectual relevante?

LK: A veces intervenía en el Instituto de América Latina para presentar algunos informes, aunque no dejó ninguna investigación de importancia.

¿En qué circunstancias conoció a Mario?

LK: Resultó ser que fui el primer periodista al que Monje le dio una extensa entrevista sobre la guerrilla boliviana del Che y sobre su postura con respecto a ella. La Perestroika estaba en pleno apogeo. Antes no se hubiera atrevido a sostener una charla franca con el representante de un medio de comunicación, ya que tenía perfecto conocimiento de lo que se podía y no se podía publicar en la prensa soviética, incluso sobre la epopeya boliviana del Che. Pero ahora ya no era necesario guardar silencio. El relato de Mario Monje entreabrió el telón de algunas páginas entonces desconocidas del drama guerrillero del Che en Bolivia. 

LK: Me sorprendió su relato sobre el encuentro que sostuvo con el Che en el campamento guerrillero de Ñancahuazú el 31 de diciembre del año 1966. En un fragmento de nuestra entrevista dijo por ejemplo: “Yo trataba de hacer algunas concesiones para mantener cierto control sobre los hechos, confiando, de tal modo, en obtener un compromiso. En lugar de la fórmula común ‘al frente de la revolución’, yo insistía en mi mando político-militar dentro de Bolivia. Pero, al mismo tiempo, tenía dudas. Incluso en el caso de que llegara a aceptar, ¿qué hacer más adelante?, sea como sea, él tratará de tomar todo en sus manos. Después del almuerzo, nuestra discusión giraba en torno a un mismo eje. Al fin y al cabo, Guevara no aguantó: ‘Escúchame, ya estás repitiendo lo mismo. Tus argumentos no me producen ningún efecto’. Le contesté: ‘Tus argumentos a mí tampoco me convencen’. Entonces el Che dijo de forma tajante: ‘Yo debo ser el jefe número uno…’. Y ahí mismo acabó la discusión”. 

El resultado de esta discusión es bien conocido: la dirigencia del Partido Comunista de Bolivia no apoyó la guerrilla del Che en Bolivia.

¿Recibió Monje algunas instrucciones del PCUS en asuntos de guerrilla en Bolivia?

LK: A Mario le pregunté si no había consultado con el PCUS acerca de cómo debía actuar el Partido Comunista de Bolivia con respecto al despliegue de la guerrilla en Bolivia. Me dijo que no, aunque añadió que intuitivamente sentía que el anhelo de Fidel y el Che de desatar una guerra de guerrillas en América del Sur no figuraba entonces en los planes de la dirigencia soviética. 

¿Qué pensaba Monje con respecto a los ataques que difundió Fidel Castro sobre él?  

LK: En general, Mario se sentía muy ofendido con Fidel Castro. Consideraba que el líder cubano se había comportado incorrectamente con él a la hora de organizar el foco guerrillero en Bolivia. A Monje le afligía mucho lo dicho por Castro en el sentido de que él, Mario, sería el culpable de la muerte del Che. Pero, al mismo tiempo, consideraba que Fidel era una gran personalidad. 

¿Qué  opinión le mereció la personalidad del Che?

LK: Pese a todas sus duras discrepancias con Guevara, en aquella entrevista Mario dijo lo siguiente: “Por cierto que debemos reconocer la sinceridad de las aspiraciones del Che y la grandeza de su espíritu, tuviera razón o no. Pudo haberse equivocado”. En otra entrevista ofrecida tiempo después, dijo: “Gracias al Che el mundo conoció más sobre Bolivia. Pero, a decir verdad, no lamento no haber muerto junto con el Che”. 

¿Lo buscaban periodistas para entrevistarlo?

LK: Claro que sí. Desde la primera gran entrevista transmitida por Radio Moscú y publicada en la revista América Latina nos veíamos con frecuencia, aún más, una vez hablamos con él ante los micrófonos. No siempre ofrecía entrevistas a todos los periodistas, las daba de vez en cuando y de forma selectiva. A veces los colegas me pedían que les ayudara en tal sentido. Si bien no puedo decir que éramos amigos con Mario, más bien éramos buenos conocidos.

¿Asesoró Monje al PCUS en algún asunto de interés común?

LK: Uno de los funcionarios del sector latinoamericano del Comité Central del PCUS me decía que Monje compartía sus evaluaciones sobre la situación en Bolivia, pero no daba consejos. Este funcionario partidista había dicho lo siguiente: “No envidio a Mario: la derecha lo perseguía por ser comunista y muchos de la izquierda lo critican por no haber apoyado a Guevara”. 

¿Cómo era la vida de Mario Monje en Rusia?

LK: A Mario le gustaba vivir en Moscú. Mucho tiempo atrás había recibido la ciudadanía rusa, se jubiló y era propietario de un apartamento de tres ambientes. Su círculo de amistades no era muy amplio y no llegó a dominar completamente la lengua rusa. Sus hijos ya mayores vivían aparte. Monje falleció el 15 de enero de 2019 a la edad de 89 años, dejando viuda a su mujer boliviana de 80 años. Fue sepultado en un cementerio de Moscú. 

¿En el tiempo que vivió en Rusia, Monje escribió algún documento o artículo aclarando el papel que jugó durante la instalación de la guerrilla del Che en Bolivia? ¿Dejó Mario algo escrito?

LK: Quedaron únicamente entrevistas ofrecidas a la prensa. En sus entrevistas subrayó que todo lo relacionado con la guerrilla en Bolivia estaba en manos de cubanos.  Más de una vez le aconsejé que escribiera sus recuerdos, especialmente sobre la guerrilla del Che en Bolivia, pero no quiso hacerlo. Pienso que se llevó a la tumba muchos secretos que podrían ser sumamente interesantes para sus compatriotas.

 

 

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