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20 retrospectivas sobre un tema existencial

Revista Barataria Nro. 2

1. Pretérito pluscuamperfecto

¡Los increíbles años 60! La década se inició con entusiasmos desmedidos. "El principal rasgo de nuestra época consiste en que el sistema socialista mundial se va convirtiendo en el factor decisivo del desarrollo de la sociedad humana...".

Reunidos en una conferencia en Moscú, así veían 81 partidos comunistas de todo el mundo aquel momento histórico.

Y quizá no exageraban. La Unión Soviética emergía como una superpotencia, disputándole supremacía a los Estados Unidos, país al que Nikita Jruschov se proponía alcanzar y superar en 2O años.

En 1956 el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética había revelado y condenado los crímenes de Stalin. Los demonios malignos del socialismo habían sido exorcizados. Estaba en vías de consolidarse lo que se llamó la “comunidad socialista mundial”. La Unión Soviética, China y las "democracias populares" de Europa y Asia abarcaban un tercio del planeta.

Yuri Gagarin, desde su espectacular vuelo cósmico proyectaba con su ancha sonrisa una irresistible imagen de triunfo.

Si bien la Unión Soviética había enviado los tanques a Hungría supuestamente para "aplastar a la reacción", también había impedido la agresión a Egipto cuando Gamal Abdel Nasser nacionalizó el Canal de Suez. Apoyaba el impetuoso proceso de descolonización de Africa y Asia y apoyaría también a Cuba desde 1959.

Todo parecía indicar que efectivamente el mundo vivía “el paso continuado, irreversible y sistemático del capitalismo al socialismo”, proceso iniciado con la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917.

Tras el telón de fondo de la "guerra fría", iniciada luego de la derrota de la Alemania de Hitler, los dos sistemas sociales competían en todos los terrenos y creíamos que en un clima de coexistencia pacífica, el socialismo demostraría ser superior. Más y más pueblos protagonizarían las revoluciones socialistas o de liberación nacional. El capitalismo se hundiría irremediablemente, sumido en sus propias contradicciones y al influjo de la lucha anti-imperialista mundial.

Todos estos cálculos resultaron dramáticamente fallidos. Eran sueños revolucionarios que no se cumplieron. Peor todavía, muchas tendencias marcharon exactamente al revés...

2. Cisma

- Tu qué eres ¿moscovita o pequinés?

- Ni lo uno ni lo otro, camarada, yo soy cochabambino

La coexistencia pacífica no significaba conciliación con el imperialismo, era una forma especial de la lucha de clases, se decía. Competencia sin guerra, entre dos sistemas sociales opuestos, nada más ni nada menos.

Las contradicciones entre burguesía y proletariado, entre imperialismo y naciones oprimidas, no tenían por qué atenuarse ni desaparecer. Pero, la contradicción entre socialismo y capitalismo era la fundamental. Así lo había dejado sentado, como verdad irrefutable, la Conferencia de los 81.

Paralelamente estaba el problema de las "vías de la revolución". Si bien no había precedentes muy claros, bajo las nuevas condiciones mundiales, aumentaban las posibilidades de un tránsito pacífico del capitalismo al socialismo.

Los dirigentes chinos hicieron aflorar sus discrepancias. La causa del proletariado mundial depende de la lucha revolucionaria de los pueblos de Asia, Africa y América Latina. La contradicción fundamental no es capitalismo-socialismo, sino entre imperialismo y naciones oprimidas. La coexistencia pacífica conduce a la conciliación con el imperialismo. La vía no armada al socialismo es una falsa ilusión pacifista, una traición revisionista.

El informe al IX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCH), leído por Lin Piao (o Lin Biao), el favorito de Mao Tse Tung (no se escribía Mao Zedong, como después los chinos pretenden que se lo haga) quería encender las llamas de una conflagración mundial en la que los pueblos campesinos del Tercer Mundo aplastarían al Primer Mundo desarrollado. La aldea mundial contra la ciudad mundial.

La polémica, cargada de odiosidades y dogmatismos, llegaba a su climax en todas partes y también en Bolivia. La pelea a veces era a puñetes, otras, a puro citas de los clásicos Marx, Engels y Lenin, los más venerados del santoral revolucionario. Los chinos además incluían a Stalin y a Mao. Para ellos, la doctrina se llamaba ahora “marxismo-leninismo-stalinismo-pensamientomaotsetung” (uff) y tenía su nuevo Vaticano en la Plaza Tien An Men, además de su propio pontífice, Mao.

Muchos partidos comunistas se escindieron en un ala pro-soviética y un ala pro-china, "moscovitas" y "pequineses". Supuestos pacifistas los unos, declaradamente violentos los otros.

3. Cataclismos

Lin Piao, “íntimo compañero de armas” del “Gran Timonel”, delfín que iba a suceder en el mando a Mao de acuerdo a los propios estatutos del Partido Comunista de China, sólo alcanzó a incendiar su propio país con la llamada “revolución cultural”. Murió en septiembre de 1971 cuando su avión se estrelló o fue derribado mientras huía hacia la Unión Soviética, en circunstancias y por causas que nunca se han explicado claramente. Años después los seguidores de estas posiciones, entre ellos Chiang Ching (Jiang Qing), la última esposa de Mao, fueron perseguidos y encarcelados con el mote de “la banda de los cuatro”. Chou En-lai (Zhou Enlai) primero y Teng Hsiao Ping (Deng Xiaoping) después, fueron impulsando el gran viraje de China hacia occidente, acentuado después de la muerte de Mao en 1976. China empezó a caminar hacia la meta de convertirse en la nueva potencia emergente.

En la Unión Soviética el locuaz Nikita Jruschov, artífice del vigésimo congreso del PCUS, autor del deshielo y paladín de la competencia pacífica con los Estados Unidos, fue defenestrado en 1964 por una corriente neo-stalinista con Breznev a la cabeza. El inmenso país multinacional cayó en el inmovilismo y al reinado de una gerontocracia conservadora y corrupta. Cuando el último dinosaurio falleció, llegó el joven Gorbachov con su “perestroika” , pero ya era tarde. Como el aprendiz de brujo desató fuerzas que después no pudo controlar y terminó pasándose al bando contrario. El país de los soviets, la patria socialista, o la “madre patria” como solían llamarla los más fanáticos, se hizo añicos y desapareció de la escena. Se impusieron las guerras nacionalistas en lo que fue el imperio y en Rusia se impuso un capitalismo salvaje, donde los ex burócratas, convertidos en mafiosos, se adueñaron de la situación.

Ante semejantes cataclismos, los comunistas desperdigados por el mundo, sean éstos “ortodoxos”, “maoístas” o de cualquier variante, quedaron a la deriva sin norte y sin brújula.

4. En el orden del día

En su Primer Congreso Nacional de abril de 1959, el PCB sostenía que en Bolivia no correspondía, una revolución socialista, sino como etapa previa la revolución anti-imperialista y antifeudal, cuyo programa de acción podrá ser logrado "por medios de lucha pacífica o por medio de la vía violenta". Los cauces violentos, serían de exclusiva responsabilidad de la reacción y el imperialismo, puesto que los medios pacíficos y democráticos son propios de las fuerzas populares.

En el II Congreso de abril de 1964, para el PCB el problema de la revolución en América Latina se había colocado al orden del día. Resonaba el ímpetu de la Segunda Declaración de La Habana que con palabras martianas había desafiado al imperio y a la OEA, recordando que "la historia tendrá que contar con los pobres de América". Las luchas anti-imperialistas y anti-feudales estaban en ascenso, se decía. La victoria de la Revolución Cubana mostraba que los fundamentos, objetivos y materiales, para la revolución en el continente estaban maduros y que no era posible pensar en una revolución aislada, sino continental. El ejemplo de Cuba se extendería y no porque ella lo exporte, sino precisamente por el grado de madurez de la revolución continental. En Venezuela, Guatemala, Colombia y Chile se lucha por el poder. Y el PCB remarcaba que en los tres primeros países, esos combates eran con las armas en la mano.

Y el epílogo triunfalista era el siguiente: La "Alianza para el Progreso" de Kennedy no podrá detener la revolución, "el imperialismo se ve obligado a retroceder en todo el frente".

5. Esquemas

Por más de una década el PCB se negó a considerar el 9 de abril de 1952, como una revolución. Era apenas una "insurrección popular triunfante".

Sólo en 1964 (II Congreso), después de haber apoyado la candidatura Paz-Lechín en 1960, admitió que era una "revolución democrática con características anti-imperialistas", primero frenada y luego traicionada. El segundo gobierno de Paz Estenssoro, era considerado como el principal sirviente de los Estados Unidos.

"La alternativa política está clara: o se continúa bajo la acción del imperialismo yanqui, servido por los grupos burgueses gobernantes, o las masas populares se unen: obreros, campesinos, pequeña burguesía y sectores de la burguesía nacional (sic), resuelven las tareas pendientes y conducen el país al socialismo"

En eso consistía la “revolución popular antiimperialista” (RPA), eje de la estrategia del PCB.

Si bien el III Congreso (1971) ponía en duda por imprecisa e incorrecta la apreciación del congreso anterior sobre el papel de la "burguesía nacional", esto no excluía que "bajo una dirección proletaria, los sectores de la 'burguesía nacional' jueguen realmente el papel de reservas que coadyuven al proceso revolucionario, sin que por ello puedan tampoco, llegar a objetivar el socialismo como su meta" (sic).

O sea, no había que alentar ilusiones en la burguesía, no tiene perspectivas ni posibilidades, es débil e incipiente, está obligada a la dependencia y a la supeditación. Pero, oh milagro, la "dirección proletaria" como un toque divino, puede limpiarla de pecados y convertirla en reserva revolucionaria, por lo menos hasta llegar a los umbrales de la meta socialista.

Tal el nebuloso ámbito de los esquemas. Como a fichas de ajedrez, se asignaba a las clases sociales determinados roles, en un tablero político inventado.

6. Las vías de la revolución

El ser sustituido por el deber ser. La realidad trastocada por el esquema.

Para consumar la RPA, se requiere forjar un Frente Popular Anti-imperialista, FPA, el mismo que una vez llegado al poder, constituiría un Gobierno Popular Anti-imperialista, GPA.

El FPA, con su correlato el GPA, funden en un solo torrente a la clase obrera, los campesinos, las capas pequeñoburguesas y medias urbanas, hasta sectores de la burguesía nacional. La clase obrera -por supuesto- es la fuerza dirigente. La base del FPA es -naturalmente- la alianza obrero-campesina.

Y sobre las vías idem. "Dependen de las circunstancias histórico-concretas, nacionales e internacionales, ajustadas a la madurez del factor subjetivo, ya que están dadas las premisas objetivas... Las fuerzas reaccionarias no dejarán el poder sin resistencia,... el empleo de la violencia será de su exclusiva responsabilidad... si las fuerzas populares son de tal magnitud que quien se atreva a oponerles resistencia quede completamente aplastado, el imperialismo y las fuerzas gobernantes dudarán antes de iniciar la violencia... que el pueblo se prepare a aplastar la violencia armada con la violencia armada, no descarta sino que fortalece la posibilidad de imponer cambios políticos en el país sin guerra civil o levantamiento armado... la preparación del pueblo para la utilización de ambas vías, aproxima la posibilidad de la conquista del poder... por eso no podemos absolutizar ahora ninguna de ellas".

Lo esencial de la elaboración estratégica del PCB, no se fundaba en el análisis de la realidad de Bolivia. Parecía una simple adaptación de las resoluciones de la Conferencia de los 81 partidos comunistas, de los documentos del PCUS y, en no menor medida, del Manual de Materialismo Histórico de Konstantinov, cuya primera edición en ruso es anterior a la muerte de Stalin.

Pese a la declaración expresa de no absolutizar ninguna de las vías, en la práctica el PCB nunca estuvo suficientemente preparado ni preparó a la gente para enfrentamientos armados. Al concentrar su atención en la construcción partidaria interna, en el incremento constante de su presencia en los sindicatos y en la participación en elecciones, de hecho estaba absolutizando una de las vías, la no violenta.

La suerte de los partidarios declarados de la lucha armada, en la versión china de la guerra popular prolongada, no fue menos deshonrosa. Sólo en tiempos del gobierno militar progresista de J.J. Torres, cuando existían amplias libertades democráticas, ocuparon primero un Motel de La Paz y luego una hacienda capitalista en Santa Cruz. Su principal dirigente e ideólogo, Oscar "Motete" Zamora, entonces autoproclamado “Comandante Rolando” (Coco Manto lo rebautizó como "Motelte”) terminó donde sabemos, de testaferro de los partidos de la oligarquía. Alternativamente fue senador del MNR, ministro de Jaime Paz Zamora, candidato vicepresidencial de Bánzer, prefecto cuando éste llegó a la presidencia y después su embajador, en China, naturalmente.

7. La Tricontinental

Bajo el lema de que "el deber de todo revolucionario es hacer la revolución", Cuba apoyaba a los grupos y partidos que se manifestaban dispuestos a emprender la lucha armada. No era un secreto para nadie.

Esta posición, públicamente conocida en sus aspectos políticos generales, era coincidente con los empeños por formar la Tricontinental (Asia Africa y América Latina) y la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad). Pero, la parte operativa del apoyo debía ser secreta y por tanto manejada por organismos de seguridad e inteligencia.

La actitud de los partidos y grupos latinoamericanos hacia tales empeños, era un indicador que luego la dirección cubana podía volcar en apoyo material a proyectos revolucionarios concretos.

Por ello en Bolivia se libra una tenaz lucha por formar parte de la delegación que en enero de 1966 debía asistir, en La Habana, a la Primera Conferencia de los Pueblos de Asia, Africa y América Latina (Tricontinental).

Oscar “Motete” Zamora que en ese tiempo orquestaba el Consejo Democrático del Pueblo (CODEP), consigue llegar a la capital cubana acompañado por Guillermo Lora del POR, Lidia Gueiler Tejada del PRIN (partido de Lechín) y un representante de la Federación Universitaria Local de la Paz, Jorge Lazarte Rojas (si, el ex miembro de la Corte Nacional Electoral, ex constituyente y conocido analista político). Paralelamente, llegó Mario Monje del PCB con una delegación apresuradamente formada con sus allegados del FLIN.

Los cubanos se vieron en dificultades a la hora de decidir a cual de las delegaciones reconocer y admitir en la conferencia.

8. Motete y Goyeneche

Un año antes de la Tricontinental, en diciembre de 1964, aunque sin demasiado entusiasmo, la dirección cubana había patrocinado una reunión de los partidos comunistas latinoamericanos en la que se condenó a las fracciones pro-chinas autodenominadas "marxistas-leninistas".

Por esas épocas, Oscar Zamora, en su calidad de antiguo funcionario de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) con sede en Praga, al visitar La Habana y entrevistarse con el Che, entonces Ministro de Industrias, había asumido el compromiso de estructurar una vanguardia guerrillera, que se alzara en armas al margen del PCB.

Antes de retornar a Bolivia, sin embargo, asumió un compromiso similar con los chinos para organizar en el país la guerra popular.

Al repatriarse el tarijeño traía dos alforjas.

Según la tradición histórica, el arequipeño Goyeneche un siglo y medio antes, "cabalgando en dos caballos", había también llegado a Charcas con misiones paralelas: la encomendada por la Junta de Sevilla y la que secretamente le encargó Carlota de Borbón, la pretendiente portuguesa.

Zamora aglutinó a todos los disidentes del PCB con gran diversidad de matices. Los reunió en el "congreso extraordinario" de Siglo XX (abril de 1965) y, sin mostrar todavía sus cartas, hizo aprobar una resolución de neutralidad en el conflicto que sacudía a Moscú y Pekín. Seguía jugando a dos ases.

Pero la inteligencia cubana no se iba a dejar sorprender.

Su delegación fue bloqueada y no pudo ingresar a la Tricontinental. A Zamora no le quedó más remedio que actuar a partir de entonces como portavoz de las posiciones chinas. El primer paso fue alzar maletas e irse de La Habana, directamente a Pekín.

9. Cárcel de cristal

En una carta pública que le dirigió a Fidel Castro en 1968, a dos semanas de conocerse en Bolivia el Diario del Che, cuenta “Motete” Zamora que los cubanos estaban dispuestos a admitir en la Tricontinental a la señora Gueiler y al delegado de la FUL de La Paz, si se integraban a la delegación presidida por Mario Monje. Ambos rechazaron airados la propuesta, solidarizándose con los discriminados, es decir, con Zamora y don Guillermo.

El grupo quedó aislado, recibiendo las finas atenciones del Hotel Riviera, pero sin poder ingresar a las deliberaciones.

Sumamente irritado Lora escribió después que el "estalinismo cubano", lo había tenido prisionero en una cárcel de cristal para privar a la Conferencia Tricontinental de sus sabias orientaciones. El maestro trotskista del altiplano se quedó sin auditorio en La Habana y, para mal de sus pesares, no tenía una poligrafiadora en la maleta para hacerse oír, de todas maneras, como viene haciéndolo desde hace más de 60 años.

10. Conjeturas

¿Qué razones primaron para que la dirección cubana se arrogase la potestad de calificar a la delegación boliviana a la Tricontinental y excluyese sin miramientos a quienes le eran desafectos?

Salvo pocas excepciones, en Cuba siempre consideraron a los trotskistas como a charlatanes, eso podría explicar la exclusión de Guillermo Lora. El doble juego que hacía y el incumplimiento de sus compromisos con el Che, denunciados después por Fidel Castro en su “Introducción Necesaria” al Diario del Che en Bolivia, explicarían que a Oscar Zamora le dieran con la puerta en las narices.

Pero, ¿cómo entender que se haya aceptado sin más a la delegación presidida por Mario Monje del PCB, no obstante ser aparentemente menos representativa?

El hecho es que desde varios años atrás, Monje cooperaba con el aparato de inteligencia cubano, en la preparación de focos guerrilleros tanto en Perú como Argentina.

Tiempo después, un selecto grupo de revolucionarios del PCB, escogidos y juramentados por él, recibía entrenamiento militar en Cuba y el propio Monje se había incorporado a los ejercicios. Al desaparecer durante algunos meses sin dar explicaciones, dejó en ascuas a la dirección de la que era primer secretario y provocó las más variadas y antojadizas conjeturas entre la militancia.

No faltaron algunos que hasta creyeron que Monje se había ido a combatir en Vietnam... Jorge Kolle, su alter ego, que le cubría las espaldas y de hecho lo sustituía en sus funciones de dirigente, se limitó a decir: el camarada Monje, en aras del partido, está haciendo una experiencia en la que él mismo no cree.

Los antecedentes de Perú y Argentina, el grupo de cuadros que recibía entrenamiento militar y su propio involucramiento en esa actividad fueron las cartas de triunfo de Monje.

11. Operación matraca

Lo del Perú lo conocieron muchos militantes, no sólo quienes participaron directamente en las labores de apoyo, sino también familias enteras que alojaron y ocultaron en sus casas a los muchachos, antes y después de su infortunada incursión en Puerto Maldonado. Monje decía que incluso lo supieron el presidente Paz Estensoro y el jefe de la policía política, Claudio San Román, por boca de los cubanos. Ellos creían equivocadamente que el jefe movimientista se haría de la vista gorda y los dejaría operar desde territorio boliviano.

En tales condiciones, no era nada difícil que la información llegara a oídos de las autoridades peruanas con las consecuencias que se conocen: el aplastamiento inmediato del brote guerrillero en el que pereció, entre otros, el poeta Javier Heraud.

Lo de Ricardo Masseti en el norte argentino, apoyado desde el sur boliviano, fue mucho más sigiloso. Militantes muy serios y discretos, entre ellos el propio Inti Peredo, actuaron en el apoyo logístico bajo estrictas normas de clandestinidad.

Pero, al poco tiempo del fracaso estrepitoso de este operativo en territorio argentino, salieron a luz algunos detalles de la participación de Monje en circunstancias por demás curiosas.

Con una ingenuidad rayana en el absurdo, el dirigente del PCB había anotado en una libreta de bolsillo una serie de datos, especialmente sobre los gastos realizados en las actividades. Las palabras utilizadas eran fonéticamente del idioma español, pero estaban escritas en alfabeto ruso.

Durante una huelga de hambre de esposas de los mineros que pedían la libertad de sus maridos a fines del año 1964, Monje fue momentáneamente detenido al salir de la Federación de Mineros y la dichosa libreta con sus apuntes “cifrados” fue a dar a manos de la policía política. San Román entregó a la prensa su contenido con su correspondiente transliteración al castellano. Las anotaciones tenían el título de “Operación Sombra”.

En las filas del PCB por aquella época -fines del 64, comienzos del 65- se solía decir con sorna que, a partir de esas revelaciones, lo del sudeste se transformó de “Operación Sombra” en “Operación Matraca”.

12. Lección de altoperuanismo

El PCB participó en la campaña electoral de 1966 y obtuvo con el FLIN 33.458 votos (3.35 %). Cifra importante para la época aunque insuficiente de lejos para elegir por lo menos un diputado.

¿Elecciones o lucha armada? En las filas comunistas había situaciones que creaban desconcierto y a la vez anhelantes expectativas.

Algo estaba ocurriendo aunque no se sabía a ciencia cierta qué.

Monje, en su habitual lenguaje críptico, daba algunas señales en sus discursos e informes: que los militantes deben estar dispuestos incluso a dejar sus familias para cumplir tareas; que en sus viajes a La Habana Fidel y el Che le consultaban cosas y hablaban con él de tú a tú; que los bolivianos estamos alineados con el movimiento comunista cuya cabeza era el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), sin discusión alguna somos parte del coro, pero como en todo coro podemos tener voz propia sin desafinar; que se aproximan días intensos en los que tendríamos un gran protagonismo. Expresiones así por el estilo.

Al margen de los organismos regulares, en contactos individuales Monje apalabraba a determinados compañeros para enviarlos a cursos especiales, distintos de los de formación política del PCUS y del Komsomol (la unión de jóvenes comunistas de la URSS). Algunos militantes desaparecían misteriosamente por varios meses, sin dar explicaciones. Había que suponer que se estaban formando cuadros militares en Cuba y quizá también en la Unión Soviética.

“Coco” Peredo, Rodolfo Saldaña, “Ñato” Méndez, “Loro” Vázquez y otros camaradas, tenían actividades y contactos que la mayoría de la militancia no conocía y por discreción no debía averiguar.

En esas circunstancias Jorge Kolle Cueto, secretario de organización y e el verdadero poder detrás del trono partidario, le dió una lección de comportamiento político a quien esto escribe, entonces dirigente de la Juventud Comunista de Bolivia. Siempre que recuerdo este pasaje me vienen a la mente palabras que Neruda dedicó al estamento juvenil: “Jóvenes puros en este mar sangriento”

Palabras más, palabras menos, esto es lo que Kolle dijo: No digas lo que piensas, cuídate de dar tus opiniones. Los cubanos vienen haciéndonos trabajo de inteligencia, catalogan a las personas entre los que están a favor de sus concepciones pro guerrilleras y los que discrepan con esa vía. Según ellos, los primeros son los buenos y los otros son unos “comemierdas”. Hay que desorientarlos, yo los tengo locos, un día me ponen en una alforja y al otro día en la otra, no saben cómo catalogarme, los estoy despistando.

13. Foquismo

La posición de los dirigentes de la JCB – básicamente Ramiro Barrenechea y yo- frente al foquismo y a las acciones guerrilleras que se desencadenaron en Bolivia era una sola, frontal y abiertamente distinta. Pero, tiene matices desconocidos.

Una parte de la documentación que registró estas posiciones ha sobrevivido a las persecuciones y algo se publicó en el primer volumen de la serie “El Che en Bolivia” (1992, tomo 4 en la segunda edición de 2005), pero es quizá más interesante apelar a la memoria viva.

Fuimos clara y francamente anti-foquistas, eso es indiscutible. Creíamos que la lucha armada, de ser necesaria, no podía darse al margen de las masas obreras y sin la dirección del partido; éramos claramente partidarios de la vía insurreccional, alimentada por las reminiscencias de abril de 1952.

El 5 de febrero de 1967, un mes y medio antes de que se iniciaran las acciones guerrilleras, reestructuramos el comité ejecutivo de la JCB, porque sentíamos que tres de sus cinco miembros andaban en otra cosa. Convocamos a los 20 integrantes del comité nacional de la JCB y propusimos recomponer el comité ejecutivo pues Aniceto Reinaga, Antonio Jimenez y Loyola Guzmán, al parecer estaban en posiciones diferentes a lo que considerábamos la posición partidaria. Además, Aniceto y Antonio no podían ser habidos pues ya estaban “fuera de circulación”, era de suponer que ya se habían incorporado a un esquema de lucha que no era el nuestro.

No se trató de una “expulsión” pues los tres permanecían en el comité nacional y se decidió buscar una discusión política con ellos. Actuamos de esta manera en uso de la “independencia orgánica” de la que formalmente gozaba la JCB. No le pedimos permiso a Mario Monje ni a nadie, aunque él estaba enterado de nuestras intenciones, simplemente nos dejó actuar, socarrón como era.

El 10 de enero de aquel año, en la reunión del comité central del PCB a la que los jóvenes asistimos en calidad de invitados “sólo con derecho a voz”, Monje había informado de los desacuerdos con la dirigencia de un proyecto guerrillero con apoyo cubano. En ningún momento nombró al Che tal como lo habría acordado con él (después, al publicarse el famoso diario se conocería la patética entrevista entre Monje y el comandante guerrillero el 31 de diciembre de 1966).

Inmediatamente después de la reunión de enero Jorge Kolle y Simón Reyes habían ido a La Habana llevando una carta del comité central del PCB para intentar una negociación conciliadora con Fidel Castro. Al retorno, a comienzos de marzo, Kolle desaprobó muy airado la decisión de la JCB, pues dijo que entorpecería esas negociaciones. En efecto, el Che consideró contradictorio que los dirigentes del PCB buscaran discutir con él mientras paralelamente se “expulsaba” a los dirigentes de la juventud incorporados en la guerrilla (anotación del 25 de marzo en su diario).

La discusión política que buscamos con nuestros compañeros nunca se produjo, a pesar de los intentos que hicimos incluso aproximándonos hasta Camiri con una asombrosa ingenuidad. El encuentro entre Kolle y el Che tampoco tuvo lugar. El conflicto armado estalló antes de lo previsto y ningún contacto posterior fue posible.

14. Camiri

Imagínense ustedes a un muchacho que no habia cumplido aún 23 años, militante de la Juventud Comunista de Bolivia (jcb) desde que tenía 16, candoroso admirador del personaje de Ostrovski, Pavel Korchaguin, que se sabe muchas canciones de la guerra civil españo­la, Oh bella ciao… de los guerrilleros italianos y Por llanuras y montañas... de los soviéticos. Estudia historia en la Universidad pero ya se considera un revolucionario profesional, a tiempo completo.

En 1961, en la ciudad de Cochabamba, junto a otros muchachos arrojó globos con tinta roja en el consulado de España la noche que fusilaron a Julián García Grimau y huyó del lugar en bicicleta antes que llegara la Policía.

En 1963 pasó con notas sobresalientes el curso anual completo de la Tsentralnaya Komsomolskaya Shkola de Moscú.

En 1966, pese a ser el de menor edad del grupo dirigente, fue elegido secretario general en el ii Congreso de la jcb.

Ahora está en Camiri, la ciudad más próxima al campamento del Che, es el mes de marzo de 1967 y faltan menos de 15 días para el primer combate que da comienzo a las acciones armadas. Le acompaña Luis Abasto, joven trabajador despedido de la mina de Siglo xx, miembro de la dirección ampliada de la jcb a quien todos conocen con el apodo de “Sullu”.

Están hospedados en la casa del dirigente local del pcb Israel Avilez y esperan hacer un contacto con "Coco" Peredo, a quien aprecian y conocen desde varios años atrás.

Sólo ese muchacho sabe que un proyecto de foco guerrillero está siendo organizado en las inmediaciones y que han surgido discrepancias entre los operadores cubanos y la dirección del pcb. Abasto lo sabe también, pero en términos muchos más difusos e imprecisos. Avilez lo mismo, sabe de los preparativos que le entusiasman, pero desconoce las discrepancias surgidas.

Tres compañeros de la dirección de la jcb, a los cuales ese muchacho estima entrañablemente, Antonio Jiménez, Aniceto Reynaga y Wálter Arancibia, este último también trabajador minero del legendario centro minero de Siglo xx, y condiscípulos de la escuela del Kom­so­mol los dos primeros, están involucrados en el proyecto guerrillero, no se sabe si por decisión propia o por instrucciones del pcb.

El Che estaba desaparecido desde 1965 y podría estar entre los operadores cubanos del proyecto.

En la cabeza de aquel joven –que ustedes ya se habrán dado cuen­ta que era yo– bullían muchas interrogantes: ¿Será el Che el que comanda el grupo? ¿Será posible realizar una discusión política con los compañeros de la jcb ya incorporados? ¿Podría convencerlos de que por disciplina partidaria salgan del campamen­to... o, a la inversa, ellos lo convencerán para quedarse a luchar juntos? ¿Qué tan verdaderas serán las diferen­cias que impidieron un acuerdo con los guerrilleros, como informó Mario Monje en la reunión del Comité Central?

Todas esas preguntas y otras que inquietaban a aquel muchacho quedaron sin respuesta. Las acciones se desencadenaron antes de tiempo, él y su compañero tuvieron que salir del lugar en forma precipitada ante el riesgo de ser apresados.

La llegada a Camiri fue el resultado de un acertijo pues Monje nunca informó con certeza en que parte del país se efectuaban los preparativos. Enterado de un viaje terrestre que haríamos de Sucre a Santa Cruz, como quien nada dice, sugirió que nos fuéramos por Camiri en vez de retornar a Cochabamba para tomar la carretera, nada más.

15. TASS

A las pocas semanas de iniciada la guerrilla apareció en el semanario “El Pueblo”, una rara información en la que se manejaban datos y argumentos que los jóvenes habíamos utilizado para referirnos al foquismo, así como información difusa sobre las decisiones orgánicas que habíamos tomado. Alguien que conocía estos hechos había deslizado la información a don Fernando Siñani, director y propietario del semanario izquierdista que los canillitas llamaban con cierto cariño “pueblito”, quizá porque era el único periódico de formato tabloide de la época.

Muy preocupado de que esa información se hubiera “filtrado” de la JCB hablé con Kolle sobre el asunto. Su respuesta en medio de una sonrisa sardónica y unas palmaditas en la espalda fue más o menos así:

  • No te preocupes, camarada, a veces lo que no puede decir el gobierno soviético, lo dice TASS...

Para un lector de hoy estas palabras parecen no encerrar significado alguno. Pero efectivamente era así: cuando la jerarquía soviética no quería comprometerse con una opinión y solamente deseaba mandar una señal oficiosa, utilizaba a su agencia de noticias. TASS hacía una declaración no oficial, pero coincidente con el pensamiento íntimo de la dirigencia soviética.

Monje, Kolle y Ramírez, el trío de secretarios del PCB, había suscrito un comunicado oficial de apoyo a la guerrilla, aunque sibilinamente decía que el partido seguiría adelante con su propia línea. A la vez, Kolle hacía publicar lo que pensábamos y hacíamos los jóvenes, contrario al foquismo. En otras palabras, nos utilizaba como voceros oficiosos de lo que él mismo no se atrevía a decir, pues quería mantener abiertas las posibilidades de negociación con los cubanos.

16. Capataz geométrico

En agosto de 1967, otro pronunciamiento de la JCB, en vez de ser difundido, fue acallado de la peor manera. Kolle mandó incluso abrir los paquetes en los que, junto al periódico clandestino “Unidad”, se lo haría circular. La orden era precisa: secuestrar el documento en el que estos mozalbetes se habían permitido decir que el foquismo era una respuesta frente al adocenamiento de los partidos comunistas en América Latina y que, luego de la Masacre de San Juan donde había sido aniquilada la vanguardia minera, el apoyo del PCB a la guerrilla debía dejar de ser solamente lírico.

La discusión que tuvimos con Kolle sobre esta cuestión fue agria y de tono muy subido. ¿Quienes son ustedes para dar línea? ¡Sólo tienen que acatar la que el partido dispone! Además, decir que hombres como el camarada Codovilla, dirigente del PC argentino, es un adocenado, significa un atrevimiento y una falta de respeto intolerable!

Barrenechea esa misma noche registró la situación en un poema que tituló “Sombra íntima”. Muchos años después lo descubrí porque inocentemente incluye al pie una fecha, la del día aquel en que tuvimos el violento altercado sobre los paquetes y el secuestro de nuestro documento poligrafiado. Dice así en sus partes principales:

Quiero explicar

al mundo por mi muerte,

por mi sencilla muerte

pero muerte

como el pájaro sin vuelo.

.......................................

.......................................

Pero, está bien,

no pongan esas caras.

Sé que no importa mucho

mi paso por las cosas.

No hay más que abrir

las puertas de la vida,

para enterrar sin llanto

el despojo de los sueños,

para enfermar los ojos

con toda esta miseria

que nos pudre.

Quise decir

tan sólo que estoy muerto,

más no de haber andado

las piedras de mi ruta,

no con la bala al pecho

-parida en los cuarteles-

sino en la mano pétrea

del falso amigo,

del capataz geométrico,

insensible,

que quiso herrar el pecho

y diseñar fusiles en un texto,

para lograr, amigos,

cuadricular el corazón

a salivazos.

Esa es la historia.

Mi corazón no pudo con la mierda,

se rebeló por todos los costados

y se murió

con su universo de canciones.

LP.7.9.67

17. Sobrevivientes

Menos de una semana después de aquel altercado, exactamente el 14 de septiembre de 1967, reunidos en el Parque Zoológico de Cochabamba, Ramiro y yo tomamos la decisión de incorporarnos a la guerrilla a pesar de nuestras discrepancias con el foquismo, nos parecían menores a las que teníamos con la dirigencia partidaria.

A juicio nuestro, la guerrilla era en esos momentos el único frente real contra un gobierno que había masacrado a los mineros, practicaba una consecuente política entreguista y violaba a sus anchas todas las libertades democráticas.

Además, queríamos dar testimonio de que nuestra posición de apoyo a la guerrilla no era solamente lírica, así lo habíamos escrito en el pronunciamiento de agosto agriamente censurado por Kolle.

Por esos mismos días, en las cuevas de aprovisionamiento de la guerrilla, el Ejército encontró numerosas fotografías, entre otras las que Loyola Guzmán se había tomado con los guerrilleros y con el propio Che en la visita que hizo al campamento a fines de enero. Ella fue aparatosamente detenida y se perdió para nosotros el único contacto visible que nos hubiera permitido intentar poner en práctica la determinación que habíamos asumido.

Seguimos buscando sin éxito algún enlace, aunque después se sabría que no existía ninguno pues el núcleo urbano estaba en absoluto desarticulado y sin ningún nexo con la guerrilla. Tres semanas después el Che estaba muerto y la guerrilla aniquilada.

Por eso dije alguna vez que me sentía como un sobreviviente involuntario de aquellos tiempos.

18. Waterloo

Uno de los dirigentes más destacados del PCB en la década del 60 era Ramiro Otero Lugones. Sin duda muy lúcido, pero también muy irascible.

Se sabía el más capaz y el mejor equipado con la teoría y eso lo llevaba a tener un olímpico desprecio por sus pares, los consideraba mediocres, incapaces de estar a su altura. Algunos vericuetos de esa relación conflictiva entre Otero y la dirigencia del PCB están contados en mis “Apuntes sobre el Che en Bolivia” ya citados con los que di comienzo a la serie de cinco volúmenes de recopilación documental.

Cuando a comienzos de julio de 1968 se publicó el Diario del Che en Bolivia, acompañado de la Introducción Necesaria de Fidel Castro, Otero montó en cólera. Mandó un comunicado a los medios de difusión a nombre de la “Comisión de Prensa del PCB” en el que afirmaba que ningún dirigente, por más importante que sea, refiriéndose a Fidel Castro, daría lecciones al PCB, menos todavía si Ñancahuasu había significado el Waterloo de la concepción foquista.

Napoleón libró su última batalla en Waterloo y el Che la suya en Ñancahuasu. La connotación era clara, según Otero el revolucionario argentino-cubano no sólo habría dejado su vida en el empeño, sino que con su muerte habría quedado sepultada su propuesta del foco guerrillero como motor primario de la revolución.

Al día siguiente Jorge Kolle publicó un desmentido, la destemplada declaración de Otero no expresaba la opinión colectiva de la dirección del PCB.

Esta fue una constante, siempre eludieron una polémica pública con Fidel Castro. De ese modo consiguieron ser absueltos. En una de las pocas ocasiones en que el dirigente cubano admitió hablar sobre el tema, la entrevista de Gianni Miná en 1987, hace recaer todas las culpas en Mario Monje –auténtico chivo expiatorio– y libra de toda responsabilidad a Kolle y Reyes, quienes se habrían comprometido a ayudar al Che y tuvieron un “excelente comportamiento”. Es obvio, Fidel Castro, no tiene ni tiempo ni ganas para escudriñar en las palabras y el pensamiento de la dirigencia del PCB, solidaria casi en todo con la actuación de Monje.

Otero, fue expulsado en 1971. Pero antes, cuando todavía fungía de encargado de prensa volvió a atacar a Fidel Castro en un boletín poligrafiado acusándolo de “jesuita” y de según él haberse “lavado las manos” en su Introducción Necesaria (Ver “El Che en Bolivia”, tomo 1 de la edición de 1992 y tomo 4 de la de 2005).

Las vueltas que de la vida. Cuando Fidel Castro visitó Bolivia en 1993, como decano de la Facultad de Derecho, a Otero le tocó pronunciar el discurso declarándolo Doctor Honoris Causa.

¿Qué piruetas verbales habrá tenido que hacer en tal situación? Si los archivos de nuestra principal casa de estudios superiores no fueran tan desorganizados y precarios podríamos haberlo averiguado. El caso es que nadie en la UMSA tiene memoria de lo que Otero dijo en aquella ocasión.

19. Masoquismo

Aniquilada la guerrilla y conocidos sus entretelones con la publicación del Diario de Che y otros documentos, las acusaciones a Mario Monje en la Introducción Necesaria de Fidel Castro, el PCB quedó en una situación más que comprometida. Sus dirigentes marcados a fuego con el estigma de Judas. Todos los que en él militábamos, especialmente los jóvenes, acosados en diferentes ámbitos, exigíamos una explicación pública que nos reivindicara. Nunca tuvimos éxito, como lo he contado en mis “Apuntes sobre el Che en Bolivia” (introducción al primer volumen de la Serie “El Che en Bolivia: documentos y testimonios”. La Paz, 1992).

Los esclarecimientos que reclamábamos llegaban tibios y escasos, en cuentagotas. Además, reflejaban las pugnas entre los dirigentes, algunos creían que les había llegado la oportunidad de escalar posiciones a costa de defenestrar a los que habían manejado mal las cosas.

Sin embargo, autocríticas hubo y de grueso calibre como el documento del comité central de octubre de 1968, escrito por Kolle, y que lleva el título de “Por una teoría y acción de clase”. Allí afloran varios y profundos mea culpas en especial sobre la difusión práctica del foquismo que había hecho el PCB al ayudar, a solicitud de los cubanos, a los grupos guerrilleros del Perú y la Argentina.

“Se trató y se trata de aplicar una concepción paralela a la del partido, en rigor, por encima y en contra de éste. Y en el fondo en contra de la revolución”, ...“cierta falta de vigilancia dirigente en torno a lo que tales concepciones podían significar ... creyéndonos algo parecido a una isla inmunizada por la propia realidad nacional así como por los servicios prestado a causa tan rara: imaginar que el país no entraría en tales cálculos”

“ ...la experiencia guerrillera si bien nos fue extraña en cuanto a su concepción, se viabilizó en cierto grado por errores imputables exclusivamente a la responsabilidad de la Dirección,...”

¿Cómo explican la presencia en la guerrilla de un selecto núcleo de militantes, cuadros formados en muchos años y con cualidades revolucionarias fuera de duda? “Cierta insatisfacción que había venido ganando a la militancia con respecto al modo de encarar la lucha contra la dictadura... argumento fortalecido por la evidencia de tendencias derechistas, temor y falta de espíritu combativo de algunos cuadros y organismos,... lo extraño es que tales concepciones surgen precisamente en el grupo de camaradas preparados por el Partido para el encaramiento del trabajo militar a nivel nacional”. La segunda explicación sería el gran ascendiente de los dirigentes cubanos, el Che y el propio Fidel, usada para ejercer presión sobre estos compañeros... “en circunstancias en que se requería, debemos reconocerlo, mucho valor para negarse a tomar el camino que se tomó...”

Jorge Ibáñez, un beniano bonachón que años después llegaría a ser transitoriamente el máximo dirigente del PCB, dijo alguna vez que este documento era de carácter masoquista. Que era como ir a la Plaza Murillo y autoflagelarse en público.

Así y todo, sirvió de muy poco. Los traumas quedaron para siempre.

A la luz de una rigurosa y desapasionada investigación histórica puede probarse que los dirigentes del PCB no traicionaron al Che, no lo trajeron a Bolivia para luego dejarlo en la estacada. Al contrario, hicieron todo lo posible para que no viniera, y cuando él llegó por su cuenta y riesgo para iniciar aquí su tentativa revolucionaria, intentaron subordinarlo (Monje en su conversación del 31 de diciembre de 1966); o llegar con él a un acuerdo de compromiso (Kolle en su frustado intento de ir a una negociación que nunca llegó a producirse).

Lo que no podrá borrarse jamás es la conducta dual de estos dirigentes. Típicamente altoperuana. Si la guerrilla se afianzaba y triunfaba, el PCB estaba con ella. Si era derrotada, como ocurrió, todos a lavarse las manos, como Pilatos.

20. Morir y/o matar

Nosotros, los de entonces, éramos esos “jóvenes puros en el mar sangriento”. La idea romántica que teníamos de la revolución nos llevaba a la disposición de entregar la vida si era necesario para hacer avanzar nuestras ideas, inspiradas básicamente por el concepto de la justicia social que, casi cuarenta años después, sigue ausente y, por eso mismo continúa siendo tan necesario y perentorio encontrarle caminos.

Pero, nos faltó ver con la suficiente honradez y claridad la otra cara de la medalla. No se trataba solamente de ofrendar la vida, sino también de quitársela al otro, al que teníamos al frente.

Empecé a comprenderlo cuando perseguido y clandestino, a las pocas semanas del triunfo de Bánzer, escuché por la radio al coronel Andrés Selich, nuevo ministro de Gobierno y precisamente el encargado de la implacable persecución de que éramos objeto. En una concentración de jóvenes, como nosotros pero del otro bando, con una franqueza brutal Selich les decía a sus muchachos que no solamente había que estar dispuestos a morir, sino también a matar, por lo que él consideraba la defensa de la patria.

¿Proclamar la lucha armada no se aproximaba acaso a esta apología de la muerte?

En ciertas circunstancias, la insurrección es un derecho de los pueblos, e incluso el tiranicidio del que nos habló Franz Tamayo en su proyecto de Ley Capital. Es cierto. Pero lo deseable es evitar tales circunstancias, o por lo menos no contribuir a que se reproduzcan como ha ocurrido muchas veces en nuestra accidentada historia. Recordemos que no prosperó ninguno de los intentos posteriores al Che, protagonizados por grupos pequeños de iluminados que creían tener la solución en sus manos desencadenando la violencia armada en la que muchos de ellos se inmolaron.

Debatir, confrontar, proponer, luchar con los recursos democráticos a nuestro alcance, proteger y ensanchar la democracia, fortalecer los movimientos sociales en sus capacidades propositivas y de negociación, ayudar a construir desde abajo el poder de la gente, sin vanguardismos ni fundamentalismos dogmáticos. Ahora puedo decirlo sin ambages: estos son elementos de una propuesta, a mi juicio, más provechosa que las que se ensayó infructuosamente a costa de muchas vidas.

Contribuir a una cultura democrática, donde los intereses nacionales y populares se robustezcan y terminen imponiéndose por ser más consistentes y por contar con la adhesión mayoritaria, sería el mejor tributo de homenaje a la sangre derramada.

* Periodista y escritor boliviano. Es autor, entre otros, de la serie de recopilación documental “El Che en Bolivia” en cinco volúmenes (Primera edición 1992-95 y Segunda 2005).

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