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"Paco": Quiso salir de la "resaca"

Presencia, 2 de agosto de 1996

Es un hombre moreno, de ojos pequeños, un poco grueso y de hablar pausado. Remarcando el típico acento andino pronuncia algunas consonantes como la ere o la ese de un modo tan peculiar, que se explica la confusión inicial cuando los despachos de prensa lo mencionaban como "Carrillo" y no Castillo. Es el único sobreviviente de la retaguardia guerrillera del Che, dirigida por "Joaquín".

José Castillo Chavez, nació en Challapata, departamento de Oruro, en 1937. De familia humilde, trabajaba en diversos oficios, particularmente carpintería y tapicería; estudiaba cuando podía y militaba esporádicamente en la organización juvenil del Partido Comunista de Bolivia (PCB). A los 24 años, con el alias de "Paco", dice haber ingresado a la guerrilla confusamente, porque le hablaron de preparación para la lucha armada e incluso de la posibilidad de viajar a Cuba o a la Unión Soviética; afirma que no se le dijo que entraba a combatir.

Fue reclutado en Oruro por Raúl Quispaya, un joven dirigente comunista de profesión sastre, alineado con la fracción pro china, pero desencantado precozmente del liderazgo de "Motete" Zamora. Sin cambiar su nombre, Raúl se incorporó a la guerrilla y murió en la acción de Morocos el 30 de julio de 1967.

Castillo afirma que desde la escisión del PCB, en 1965, él había quedado neutral, no militaba en ninguna de las dos fracciones pero mantenía contacto con Quispaya y otros partidarios de la línea "dura" a través de los cuales se conectó con Moisés Gue-vara, ex dirigente minero de Huanuni.

—Yo era pobre, quería mejorar la situación económica de las clases oprimidas, consideraba injusto al sistema dominante. El PC sólo hacía salarialismo, no se planteaba seriamente la toma del poder. Cuando llegué a Ñancahuazú, yo no tenía ninguna preparación guerrillera y sufrí el cambio violento de las condiciones. Yo estaba de acuerdo con la lucha armada, pero desconocía completamente la presencia del Che y otros cubanos; me sorprendió la organización avanzada del campamento.

"Paco" llegó a la "casa de calamina" en Ñancahuazú, el 17 de febrero de 1967, en medio de un grupo caótico de reclutas reunidos por Moisés Guevara. Dos de ellos, Vicente Rocabado y Pastor Barrera, desertaron a las tres semanas, se entregaron a la policía y hablaron todo lo que sabían. "Paco" pasó al campamento central y recibió su dotación de guerrillero, incluido un viejo fusil Mauser. Dice que manifestaba sus dudas, quería aclararlas, se sentía resentido porque no se le había dicho la verdad y, lo más grave, sufría horriblemente por el clima, la mala alimentación, el cansancio físico de las "góndolas" que le ordenaban hacer transportando vituallas.

Terminó pidiendo su baja, quería irse. Le dijeron que esperara, que "Ramón" (el Che) tomaría una decisión a su retorno de la expedición al norte.

—¿Por qué no se fue? ¿Podía irse?

—Si hubiese querido irme, tal vez lo habría hecho, no era nada difícil.

—Pero, si lo atrapaban, lo habrían fusilado ¿no fue con esa intención que salieron a buscar a los dos desertores?

—No creo. Hubiera habido un proceso, posiblemente se hubieran defendido, hubieran explicado sus razones. Además, la guerrilla todavía no había comenzado, ellos y yo mismo no estábamos aún formalmente incorporados, tal vez se nos hubiera facilitado la salida. Regis Debray, el argentino (Ciro Roberto) Bustos, el peruano "Chino" (Juan Pablo Chang Navarro), tampoco eran combatientes, eran visitantes, lo mismo que Tania, ella no vino a incorporarse, pero fue detectada y se vio obligada a permanecer adentro.

—¿Usted quería quedarse o se arrepentía de haber ido?

—Me sentía inseguro, no entendía lo que estaba pasando. Todo me resultaba extraño. Yo me sentía muy mal, tanto física como anímicamente, estaba muy enfermo y maltratado por los mosquitos y las "niguas" en los pies. Por órdenes de "Marcos" (el comandante cubano Antonio Sánchez Díaz), trabajábamos día y noche cargando las armas, alimentos y equipos, desde el campamento central hasta el otro campamento que llamábamos del Oso; yo no estaba acostumbrado al monte y a tanto esfuerzo. Cuando el Che llegó, se puso enojadísimo al escuchar el informe, reprendió a "Marcos" y dio sus contraórdenes. Varios de nosotros esperábamos la decisión del Che para quedarnos o irnos. Por ejemplo, "Chingolo" era un muchacho muy tierno, tenía pánico cuando sobrevo¬laban los aviones, se me abrazaba, yo le decía calmate, ya te van a sacar. Los primeros momentos había cosas más importantes y el Che no se ocupó de nosotros. Después me hizo llamar y le dije estoy enfermo, no estoy preparado para esto, yo quisiera irme. Entonces, ¿a qué has venido?, ¿no será que te estás acobardando?, me dijo. Francamente, le contesté, yo no sirvo para esto, me canso mucho, yo no sabía que éstas eran las condiciones. Bueno, me dijo, te vas a ir cuando haya una oportunidad. Después lo mandó a "Julio" (Mario Gutiérrez Ardaya) para que hablara conmigo, a él le volví a explicar mis razones.

En su anotación del 25 de marzo, a dos días del primer choque con el Ejército, el Che consigna en su diario la decisión de licenciar a "Paco", "Pepe", "Chingolo" y "Eusebio", grupo que de¬nominó la "resaca".

"Pepe" era Julio Velasco Montaño, minero de San José, desertó y fue fusilado por el Ejército el 23 de mayo. "Eusebio" (Eusebio Tapia Aruni) y "Chingolo" (Hugo Choque Silva) desertaron o se extraviaron dos meses después y fueron capturados en las cercanías de Monteagudo el 22 de julio. Tapia actualmente vive en El Alto trabajando como carpintero luego de haber sido durante muchos años dirigente de los campesinos colonizadores; dice que fue "Chingolo" quien guió a las tropas hacia las cuevas estratégicas que dejaron al Che totalmente desprovisto de medicinas y otros abastecimientos, él no conocía la ubicación de las cuevas porque ni bien ingresó a la guerrilla marchó al norte en la exploración que dirigió el Che. "Chingolo", puesto en libertad por su colaboración con el Ejército, desapareció de la escena sin dejar rastros visibles, ahora debe andar bordeando los 50 años.

De la "resaca" el único que permaneció hasta el final fue "Paco". Con el duro andar guerrillero habría terminado venciendo sus limitaciones físicas y se integraba paulatinamente cumpliendo todo tipo de misiones. "Joaquín", el comandante cubano Juan Vitalio Acuña Núñez, le había prometido que cuando se encuentren con el Che abogaría por él para que sea readmitido como combatiente.

No hubo tal encuentro. Todo el grupo, menos "Paco", cayó el 31 de agosto de 1967.

La emboscada: "Paco" salva la vida

Mario Vargas Salinas, ahora general retirado, fue ascendido de capitán a mayor y recibió el apodo de "Leon de Masicurí" por la acción de Vado del Yeso, el exterminio de la retaguardia del Che.

Cayeron en total ocho guerrilleros: Moisés Guevara; "Wálter" (Wálter Arancibia Ayala, ex mimero de Siglo XX); "Polo" (Apolinar Aquino Quispe, ex obrero fabril de la Figliosi, nacido en Viacha); "Ernesto" (Fredy Maymura, flamante médico beniano graduado en Cuba); los cubanos "Braulio" (Israel Reyes Zayas), "Alejandro" (Gustavo Machin Hoed de Beche) y "Joaquín" (tenía el grado¬ de comandante, era miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba), y "Tania" (la argentino-alemana Tamara Bunke Bider), cuyo cadáver fue hallado en una playa del río algunos días más tarde.

"Paco" fue hecho prisionero y hubo un solitario fugitivo: "Negro" (el médico peruano Restituto José Cabrera Flores). Fue capturado tres días después en Palmarcito por efectivos de la Cuarta División de Camiri, mandada por Luis Reque Terán. Vargas Salinas pertenecía a la Octava División, con asiento en Santa Cruz, al mando de Joaquín Zenteno Anaya. Ambas divisiones se disputaron a "Negro", el propio Vargas Salinas creía que éste había caído en la emboscada y su cadáver fue arrastrado por el río. Después se supo que el hombre, probablemente zambulléndose, eludió el ataque, caminó solo por el bosque e intentaba llegar al río Ñancahuazú, cuando fue aprehendido y rematado por soldados de la Compañía Toledo. "Vestía uniforme verdeolivo; llevaba cinturón de lona con dos cargadores de carabina con 16 cartuchos y 5 de 7.65 mm., un encendedor, un cortauñas, dos zapallos, cuatro limones y fruta de monte", relató un testigo presencial en versión recogida por el investigador militar Diego Martínez Estévez (Ñancahuazú: Apuntes para la historia militar de Bolivia).

La emboscada se reportó como ocurrida en el Vado del Yeso. Pero el vado de ese nombre está sobre el río Masicurí y no sobre el río Grande, que es donde realmente ocurrió la acción, a decir de "Paco" y de las propias fuentes militares. El lugar se llamaría vado de Puerto Mauricio y no Vado del Yeso. Los nombres se habrían cambiado para hacer recaer el suceso en la jurisdicción de la Octava y no de la Cuarta División del Ejército. ¡Cosas de militares!

El hecho es que el campesino Honorato Rojas, quien tenía su "pahuichi" a orillas del río Grande, llevó al grupo íntegro a la emboscada tendida por la fracción militar de Mario Vargas Salinas, compuesta por 41 hombres. Según varios testimonios coincidentes, sintiéndose entre dos fuegos, presionado por ambos bandos, Honorato intentó huir con su familia, pero fue capturado y poco menos que obligado a llevar a los guerrilleros al matadero. El 14 de julio de 1969, casi dos años después, Honorato fue asesinado por un comando del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Le dieron dos disparos en la cabeza mientras dormía con sus hijos en una pequeña finca que le habían regalado en Guabirá, como recompensa, a tiempo de asimilarlo al escalafón de servicios de las Fuerzas Armadas.

—¿Por qué pidieron ayuda a Honorato Rojas si antes habían vadeado el río Grande sin la ayuda de él?, le preguntamos a "Paco".

—Contactamos con Honorato, a quien ya lo habían conocido cuando la expedición de febrero, sobre todo porque necesitábamos alimentos. "Joaquín" conversó largamente con Honorato y se confió demasiado quizá porque él también era de origen campesino. En realidad, creyó que lo había convencido para dejar a su cargo a "Tania" y "Alejandro", que estaban muy enfermos. Teníamos que dejarlos en una aguada y Honorato les haría llegar alimentos y medicinas; por eso nos llevó hasta el vado. Todo era un engaño.

—¿Cómo se salvó usted de morir en la emboscada?

—"Braulio" encabezaba la marcha, cruzó el río y todos le seguimos en fila. Detrás de todos iba "Joaquín" ayudando a "Tania". Cuando todos estábamos dentro el agua, comenzó el tiroteo. Sentí las balas a mi alrededor. Escuché que "Tania" decía un ¡ay! y caía al agua, mientras flotaba vi a "Joaquín" que caminaba herido en la orilla tratando de escapar, me protegí detrás de unas rocas y vi pasar los cadáveres de Wálter Arancibia y Moisés Guevara. Dispararon de atrás y me hirieron en el brazo primero y luego en el hombro. Cuando grité que estaba herido, dejaron de disparar y me tomaron prisionero, junto con "Ernesto", Fredy Maymura.

—¿Qué pasó con él?

—Primero creyeron que era cubano porque se negaba a hablar, pero, después, unos soldados que habían sido sus paisanos del Beni lo reconocieron y discutieron fuerte. Le dispararon en el brazo y al caer la noche lo remataron.

Vargas Salinas, en su libro El Che, Mito y realidad, no menciona el caso de Maymura, simplemente lo incluye en la lista de caídos. Gary Prado, en cambio, en La guerrilla inmolada, dice: "...dos sobrevivientes...quedaron ocultos tras unas piedras, el sargento Barba los obliga a salir de su protección y cruzar el río hasta¬ la posición del capitán Vargas, donde Ernesto al intentar resistir es ultimado, mientras Paco se entrega sin mayores dificulta¬des...". Por su parte, Luis Reque Terán, en La campaña de Ñancahuazú, afirma: "Ernesto Maimura (sic) ganó la orilla ileso y fue capturado vivo; sin embargo, momentos después cayó abatido por las balas de un soldado, ante la mirada del capitán Vargas".

—¿Qué pasó después?

—Me obligaron a identificar los cadáveres de mis compañeros. Me llevaron hasta Vallegrande, gran parte del camino a pie, con el brazo que no estaba herido amarrado a la cintura. Vinieron largos interroga¬torios, de oficiales bolivianos y agentes de la CIA, que se turnaban en el papel del bueno y del malo. Después el juicio de Camiri. Tres años de prisión, hasta que me pusieron en libertad una semana después de Debray; fui el último en salir.

—¿Y cómo ha sido su vida todos estos años?

—Cuando salí se vivía la efervescencia revolucionaria del gobierno de Torres, quise incorporarme al ELN, había un poco de desconfianza, me dieron a cumplir algunas tareas. Vino el gobierno de Banzer, tuve que vivir oculto, con la ayuda de amigos que no faltan. En septiembre de 1972 caí preso, me tuvieron más de un año incomunicado y el 74 recibí asilo político en Venezuela, donde he vivido hasta que volví cuando la UDP. Me dieron un trabajo eventual en la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), de donde tres años después fui relocalizado, junto con casi todos los mineros. Desde entonces vivo con trabajos ocasionales, batiéndome como pueda...

—¿Cuál es su balance, valió la pena haber estado en la guerrilla?

—Aprendí mucho, me desarrollé en todo sentido, comprendiendo los valores revolucionarios. Fueron muchos meses de vivir en constante riesgo, bajo las difíciles condiciones del monte. Pasé crisis tremendas, tanto en lo físico como de ánimo. Considero que estaba en proceso de integrarme a la guerrilla.

El mundo en que vivimos ahora está peor que antes, vivo con la angustia de no poder hacer nada por cambiar las cosas. Las ideas se mantienen vivas y un día resurgirán las masas. Quisiera escribir un libro para contar mi experiencia.

¿Hay convicción en estas frases? José Castillo Chávez rehuyó muchas veces esta entrevista, aunque es obvio que tiene mucho que contar sobre los meses dramáticos que deambuló con la retaguardia del Che, hasta su aniquilamiento el 31 de agosto de 1967.

Cuando estaba preso escribió una declaración-confesión que el general Arnaldo Saucedo Parada reprodujo en su libro No disparen...soy el Che. Es el relato minucioso de su vida y de las peripecias de la retaguardia guerrillera. Son vivencias y aventuras que sólo él puede contar. Pero también muestran a un hombre quebrado, que repudia a sus jefes y compañeros, y reniega de sus ideales. Son palabras de un hombre que ha perdido la dignidad (al escucharlo por la radio el Che escribió en su Diario, el 7 de septiembre, que habría que hacer un escarmiento con él).

En esos momentos, mediante la tortura física y la presión sicológica, le arrancaron opiniones muy diferentes a cuanto ha dicho después y sostiene hoy sobre la guerrilla. Pero esa declaración escrita es rica en detalles narrativos pues la memoria estaba todavía muy fresca. Quitándole las huellas que le imprimieron los interrogadores, podría ser la base del libro que "Paco" quiere escribir.

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