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El Che sigue dando que hablar

La Paz, 2003

Más de 35 años después de muerto, Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che, continúa proporcionando tela para cortar. Se dijo que hay preparativos en Hollywood para la producción de una nueva película sobre su vida; Mario "Pacho" O'Donell, hombre de letras y ex embajador argentino en La Paz, anunció en Buenos Aires una biografía novelada y un documental televisivo; la televisión estatal rusa (todavía existe) estuvo en Bolivia recorriendo los lugares por donde caminó el Che y también preparó un documental. En la reciente Feria Internacional del Libro en La Habana, fueron presentados numerosos títulos, publicados tanto en Cuba como en otros países y se exhibió una muestra de la producción bibliográfica boliviana, referida a este singular personaje.

En noviembre de 2002, casi coincidentemente, fueron presentados dos nuevos libros de autores bolivianos: "Vida, muerte y resurrección del Che" de Reginaldo Ustariz Arze (Cochabamba, Talleres Gráficos "Kipus", 2002) y, "Che Guevara y otras intrigas" de Federico Arana Serrudo (Ed. Planeta Mexicana, impreso en Colombia, 2002). A ellos nos referimos a continuación

No todo lo que suma es oro

El primero es un trabajo de grandes proporciones: 650 páginas, decenas de fotografías e infogramas, 56 capítulos distribuidos en dos bloques, Libro Primero Su Vida, que comprende Parte I El Che en Cuba; Parte II El Che en el Congo (apenas 12 escuetas páginas) y Parte III El Che en Bolivia; Libro Segundo Su Muerte y Libro Tercero Su Resurrección.

El autor, un médico boliviano residente en el Brasil, vivió los acontecimientos guerrilleros, principalmente la muerte del Che, cuando recién titulado hacía su "año de provincia" en la población de Comarapa y fungía como corresponsal del extinto diario "Prensa Libre" de Cochabamba. Su cercanía a los hechos lo convirtió en testigo privilegiado de la exhibición del cadáver y los objetos del Che en Vallegrande, donde tomó muchas fotografías y también posó frente a las cámaras para decir 35 años después: "yo estuve allí", y como lo proclama desde la tapa del libro "fui el primero en denunciar que el Che fue asesinado".

Basado en fuentes secundarias Ustariz intenta perfilar una biografía del Che sobre todo en la parte "cubana". En la "africana" apenas aporta algunas pinceladas para después ingresar a la parte "boliviana", en más de dos tercios del libro. Hay allí una serie de anécdotas, testimonios, entrevistas, reflexiones e interpretaciones sobre el Che, sobre la suerte de los sobrevivientes y acerca de muchas de las circunstancias que rodearon el acontecimiento.

El libro termina con una conversación imaginaria con el Che, que el autor titula con el latinajo In coloquio ánima.

Es un trabajo monumental, no cabe duda, pero con aspectos de desigual valor historiográfico y literario, con un formato desproporcionado y con excesivos y demasiado frecuentes traspiés tipográficos.

Todo ello sólo compensado con el sabor testimonial de la parte "boliviana" del Che. Por ejemplo, los relatos sobre la salida de los últimos sobrevivientes (tres cubanos y dos bolivianos) permiten conocer los detalles del audaz operativo de rescate para liberarlos de la implacable persecución de que eran objeto sobre la antigua carretera entre Cochabamba y Santa Cruz; esto fue posible gracias a la ayuda comprometida de muchas personas que por primera vez dan la cara.

En un trabajo de tanta extensión hay, como no podía ser de otra manera, varias perlas documentales, abundantes segmentos testimoniales y todo ese texto viene acompañado por una numerosa colección de fotografías.

Autores militares suman y siguen

Pareciera que todos los uniformados que tuvieron algo que ver con el famoso personaje, directa o indirectamente, de cerca o de lejos, real o imaginariamente, quieren dejar constancia pública de ese vínculo, se sienten también obligados a decir "yo estuve allí", "yo tomé parte en tal o cual acción".

El del general Federico Arana Serrudo, recientemente aparecido, es el séptimo libro de origen castrense sobre esta temática. Antes están los libros de Gary Prado Salmón, Arnaldo Saucedo Parada, Luis Antonio Reque Terán, Mario Vargas Salinas, Eduardo Galindo Grandchand y Diego Martínez Estevez, este último, no en condición de actor sino con pretensiones de historiador.

Arana Serrudo no fue un militar cualquiera en aquellos años, era el jefe de la inteligencia militar boliviana, como se encarga de recordarlo desde la tapa del libro.

Con un lenguaje todavía anclado en los tiempos de la "guerra fría" (pasados sus 80 años tal vez sería mucho pedirle que lo abandone) nos cuenta sus vivencias y su relación con los sucesos.

Dice que en diciembre de 1966 en la ciudad de Bonn, entonces capital de Alemania occidental, donde ejercía de agregado militar, un misterioso diplomático de "aspecto eslavo" y con un "acento del este de Europa" en su hablar, le habría revelado que Bolivia sería usada como "plataforma de lanzamiento" de un foco revolucionario bajo el "mando de un personaje internacional muy conocido", que Arana al instante coligió que se trataba del Che. De inmediato informó de ello a La Paz y la respuesta fue su nombramiento como Jefe de Inteligencia unas semanas más tarde, aunque en verdad nunca sus superiores dieron crédito a versión tan fantasiosa.

El mayor mérito de este libro es sin duda su riqueza testimonial. Y como toda mirada particular, obviamente es interesada y subjetiva, aunque no necesariamente deshonesta. El general Arana pone de relieve en su relato aspectos muy importantes de la época, como por ejemplo: la precariedad de los servicios de inteligencia a su cargo, la injerencia brutal de los servicios norteamericanos y diversos entretelones de la conducción de la lucha antiguerrillera; da su versión respeto al descubrimiento del culpable de la entrega de las copias del diario del Che a Cuba; sobre la muerte de Barrientos y la llegada de Banzer al poder y de la forma como él mismo fue víctima de la persecución dictatorial (temas no relacionados directamente con el Che). Si su relato es verídico, Regis Debray tendría que agradecerle exclusivamente a él haber salido con vida, pues habría eludido la orden expresa que se había dado para fusilarlo.

Hay además en este libro, varios otros valiosos documentos y testimonios, así como entrevistas muy poco conocidas al general Alfredo Ovando, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y al controvertido ministro del Interior Antonio Arguedas. Y lo más importante: unas impactantes e inéditas fotografías del Che en los minutos previos a su ejecución.

En las partes más bien interpretativas del libro, Arana Serrudo hace afirmaciones muy cuestionables sobre el rol jugado por Debray; acerca de un presunto "izquierdismo" de los generales Barrientos y Ovando, (llega a decir que este último estaba de alguna manera "inmiscuido" en las guerrillas); equipara también a Banzer con Fidel Castro por supuestos métodos semejantes para deshacerse de sus opositores.

Llama la atención el tono reprobatorio con que el autor se refiere al asesinato del enemigo derrotado. Al comentar el apuro del general Zenteno Anaya por abandonar el poblado de La Higuera luego de dar la fatídica orden de ejecutar al Che, una "barbaridad que se iba a cometer", dice Arana Serrudo: "Zenteno entendía perfectamente que ese acto no solamente iba en contra de varias leyes internacionales y de la moral de cualquier persona medianamente decente, sino también lo impedía la propia constitución boliviana, que él como militar había jurado mantener y obedecer".

Por último, no obstante su clara adhesión a la política anticomunista reinante en la época, Arana Serrudo al hablar del Che reitera su "respeto por él como hombre, como luchador y como persona dispuesta a sacrificar todo por su fe y sus ideales."

En síntesis, otros dos libros sobre la gesta del Che en Bolivia que aportan nuevos testimonios y no pocas piezas documentales para alimentar trabajos de investigación e interpretación histórica, todavía muy escasos y poco frecuentes en nuestro país.

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