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Jimenez Tardo Antonio Pedro o Pan DivinoPedro, guerrillero ejemplar de la Retaguardia.

Desde el 9 de julio, día en que Serapio Aquino cayó fulminado por las balas del ejército, el grupo de la Retaguardia al mando de Joaquín abandonó la zona donde se habían mantenido en espera de reunirse con la columna comandada por el Che.

Optaron por romper monte para salir del cerco cada vez más cerrado que tendía el enemigo. Disminuyeron la carga al máximo, caminaron seis jornadas sin apenas descanso, rompieron la selva a filo de machete hasta llegar a las proximidades de Taperillas, por donde ya habían pasado el comandante Guevara y su columna.

La necesidad de buscar alimentos los hizo acercarse a las casas de los campesinos. Compraron víveres y cocinaron. Venían extenuados y el cansancio les hizo demorar más de lo debido. Cuando ya se disponían a partir, detectaron la presencia del ejército.

Cuenta José Castillo Chávez, Paco, que fue un combate duro donde Joaquín, Braulio y Alejandro dando muestras de su experiencia y arrojo, detuvieron a los soldados a pesar de la posición ventajosa que ocupaban al disparar desde lo alto de la montaña. Moisés Guevara también se distinguió contestando de forma enérgica a cada pedido de rendición.

La odisea de esos días fue recogida en las escuetas líneas del diario de Braulio: “Desde este momento abandonamos la zona y comenzamos a operar por nuestra cuenta. Nos dirigimos hacia la carretera y el 20 [1] en el lugar de Tapera, una patrulla del ejército nos sorprendió el campamento, los aguantamos unas horas y nos retiramos. En este tiroteo se fugaron Eusebio y Chingolo.

“El día 9 de agosto 67 el ejército nos rodeo y en nuestra retirada mataron a Pedro y ocuparon una 30 que éste llevaba”. [2]

Pedro y la ametralladora 30 habían sido decisivos el día 9 de junio durante la retirada de la columna, tras la emboscada de Peñón Colorado.

Sobre este hecho escribió el general boliviano Gary Prado en su libro sobre la guerrilla de Ñacahuasú: “En su repliegue, la ametralladora calibre 30 manejada por Pedro, cumple una tarea importante en retardar el avance de las tropas y permitir así el desprendimiento del resto del grupo que consigue eludir la presión (...)”  [3]

El 9 de agosto, en un encuentro desigual entre tropas combinadas de la compañía Oxa del regimiento Campos, la compañía B de la Tercera División y el grupo del subteniente Néstor Ruiz se produce el combate cerca de Monteagudo, al este de Taperillas.

Explica Paco que el ejército los detectó cuando ya casi alcanzaban la cima de la montaña. Uno a uno fueron pasando por un claro. Pedro no podía agacharse porque cargaba el arma, iba casi erguido cuando el fuego se concentró en él y quedó allí junto a la 30 con la que antes había defendido al grupo guerrillero. Walter trató de llegar hasta él, pero fu imposible.

El 12 de agosto, el Guerrillero Heroico anota: “La radio anunció un combate cerca de Monteagudo con el resultado de un muerto de parte nuestra: Antonio Fernández, de Tarata. Se parece bastante al nombre real de Pedro, que es de Tarata”. [4]

Pedro se integró a la guerrilla el 31 de diciembre de 1966, siendo uno de los principales dirigentes de la Juventud Comunista de Bolivia. Pan de Dios lo llamaban sus compañeros y amigos por su activismo católico en la adolescencia, pero sobre todo por su carácter afable y bondadoso. En la guerrilla comenzaron a llamarlo Pan Divino, había nacido en 1941, en el citado poblado, capital de la provincia Esteban Arze, del departamento de Cochabamba, Bolivia.

Fue un joven alegre, a pesar de los sinsabores que le tocó vivir desde muy pequeño. En un hogar donde la pobreza hacía muy dura la existencia de Doña Leonor Tardío y sus 11 hijos, quienes apenas podían subsistir con el mísero sueldo de maestro del padre, por lo que Leonor debía dedicarse a elaborar y vender chicha.

A los 14 años Antonio marchó hacia La Paz para buscar una beca y poder estudiar. Muchacho inteligente e interesado en superarse leía mucho, sobre todo literatura política, lo que molestaba al padre que no compartía las ideas del hijo. Se hizo técnico-mecánico en la Escuela Industrial Pedro Domingo Murillo, pero decidió seguir estudiando e ingresó a la Universidad a la carrera de finanzas con el fin de ayudar a la madre en la educación de sus hermanos.

Doña Leonor no era de las mujeres que se dejaban vencer por el sufrimiento, las privaciones y el trabajo. Luchó duro por sacar adelante a la familia y, aunque marchó a Cochabamba tras la muerte de Antonio, volvió cada año a su humilde casita de Tarata, donde nacieran y crecieran los hijos para cultivar su parcela durante la cosecha de papa.

En la soledad recordaba a su muchacho, quien supo morir como héroe, en los días en que venía al pueblo a pasar sus vacaciones y dedicaba gran parte del tiempo al estudio. Aún le parece escuchar de nuevo cuando le decía “Hijito todos los jóvenes salen a divertirse”, y él le respondía que le gustaba conocer más para hacer realidad sus ideales comunistas.

A cada ruego de la madre para que dejara la política, le contestaba con cariño que ella era quien le había enseñado porque cuando ganaba unos pesos sabía socorrer y ayudar a los necesitados.

Contó doña Leonor que Antonio era muy sacrificado y querido en el pueblo por eso, cuando se conoció su muerte, en la Plaza de Tarata sus amigos escribieron en los muros “Gloria a Antonio Jiménez Tardio. Abajo la bota militar”. Entonces el subprefecto hizo traer gente para borrarlo y el ejército quiso ir a su casa a atacarla, pero el pueblo lo impidió.

También en la guerrilla continuó sus hábitos de leer y despertó la admiración de sus compañeros. Cuenta Paco que el joven combatiente acostumbraba a conversar con Gustavo Machín y Freddy Maymura sobre literatura y solían intercambiar los libros que llevaban en la mochila .

“Algunos compañeros discutían con Pedro porque él decía que había ido al monte a morir y alguno le contestaba que no habíamos ido solo a ofrendar la vida. El anteponía la causa a vivir. Era muy parecido a Rolando, sólo se diferenciaban en que Pedro era más alto y robusto”, recuerda Paco.

En el resumen del primer trimestre el Guerrillero Heroico había anotado sobre Pan Divino: “Bastante bueno. Ha pasado por la prueba de la caminata y por la de fuego y las dos muy holgadamente. Es un cuadrito en perspectiva”  [5] . El 31 de julio vuelve a opinar: “Aunque la mayoría del tiempo lo ha pasado con Joaquín, su proyección era la de un cuadro en pleno desarrollo”. [6]

Apenas habían pasado unos días cuando Pedro cae valientemente, después de múltiples muestras de arrojo, desprendimiento y solidez de sus principios, que le permitieron alcanzar el escalón más alto de la especie humana.


[1] Se refiere al 20 de julio
[2]Arnaldo Saucedo Parada: No disparen. Soy el Che, p. 201. También en El Che en Bolivia, Documentos y Testimonios, recopilación de Carlos Soria Galvarro, La Paz, 2005, p.99.
[3]40 Gary Prado: Como capturé al Che, p. 117. La edición boliviana lleva el título de La guerrilla inmolada.
[4]Ernesto Guevara: El diario del Che en Bolivia, Ilustrado, pp. 310-311
[5]Periódico La Razón, suplemento Tras las huellas del Che en Bolivia, miércoles 9 de octubre de 1996, La Paz.. También en El Che en Bolivia, recopilación de carlos Soria Galvarro. La Paz, 2005. T.2 p.216
 [6] Ibidem