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Peredo Leigue Roberto CocoCoco, el destacado revolucionario boliviano a quien el Che calificó de: UNA GARANTÍA EN TODO SENTIDO

La idiosincrasia de la zona oriental de Bolivia es muy parecida a la de los cubanos. Son alegres y gustan de cantar acompañándose de una guitarra. Así, noble y jaranero, con una voz de barítono siempre presta a entonar melodías, fue siempre Roberto Peredo Leigue, el revolucionario de sueños libertarios que supo trascender los límites estrechos de las “conveniencias” y estar siempre donde exigía la lucha.

Nacido el 23 de mayo de 1938 en Cochabamba, capital del departamento de igual nombre, Coco, como lo llamaban sus amigos, fue a vivir desde muy pequeño con sus padres y cuatro hermanos a la ciudad de Trinidad, situada en el departamento de el Beni.

En esa región selvática, hacia la cual corren indetenibles los caudalosos ríos de Brasil y en la que viven criollos e indios guaraníes, pasó la niñez el muchacho de inmensos ojos negros, cuya mirada escrutadora fijó para siempre la triste realidad de su pueblo.

Las experiencias contadas por el padre, periodista de amplia cultura, influyen también en las ideas que van cobrando fuerza en Coco e Inti, el hermano que le antecede en edad y a quien le unen lazos de afecto y comunidad ideológica que ni la muerte rompería. Casi un adolescente, el cuarto de los cinco hermanos Peredo se convierte en un activo dirigente estudiantil, quien muy pronto abraza las ideas marxistas y participa en la fundación del Partido Comunista boliviano en El Beni.

En el año 1953 la familia decide trasladarse a La Paz, donde Coco e Inti redoblan las tareas dirigidas a crear la organización juvenil marxista. A sólo un año de su llegada a la capital más alta del mundo (3 636 metros sobre el nivel del mar), ambos hermanos, junto a Rodolfo Sardaña, son encarcelados por repartir el periódico del Partido, entonces en la clandestinidad.

Coco tiene apenas 16 años, pero con la entereza de un adulto aguanta los rigores de la prisión y no admite dejar a sus compañeros cuando intentan ponerlo en libertad atendiendo a su corta edad. Igual comportamiento asumirá en 1956, al ser detenido en Cochabamba, acusado de transportar un arma en su maleta de viaje.

El joven de estatura mediana, cuya delgadez y dulzura hacían parecer endebles, curte su cuerpo y carácter mientras labora en las minas de oro de Tipuani, transporta ganado por las corrientes fluviales del país y hasta caza caimanes en el río Mamoré. Ha desafiado la selva y compartido la tristeza del indio relegado a distantes parajes, donde se enseñorean pobreza e ignorancia.

Una nueva etapa se abre para Coco con el triunfo revolucionario en Cuba. Los rebeldes de la pequeña isla del Caribe probaron que el sueño es realizable, si se empuñan las armas. Trabaja en una librería y más tarde es chofer de alquiler, pero su mayor energía la dedica a la labor partidista. En su célula milita una maestra, Mireya Echazú, una linda muchacha paceña que toca el piano, el acordeón y canta. Comparten inquietudes y gustos, forman un dúo al que luego se suman los hermanos de ambos, Inti y Jorge Echazú. Llaman Estrella Roja al cuarteto y actúan en las radioemisoras de San Pedro, perteneciente a un gremio obrero.

El 6 de noviembre de 1961 contraen matrimonio. Al recordar el amor fulminante que los unió, Mireya cuenta. “Coco era muy cariñoso con todos. Lo admiraba por su dulzura y nobleza ; todos lo querían. Le decíamos Coquito y mi madre lo adoraba. Es que era muy especial, un ser excepcional”, explica mientras se esfuerza por disimular la emoción que los 30 años transcurridos no han podido borrar.

“Traía compañeros a comer al apartamento que habitábamos y les daba hasta la poca ropa que tenía. No éramos ricos, vivíamos de mi sueldo de maestra y lo que él ganaba con el automóvil, pero siempre había un lugarcito para atender a los camaradas. No había estudiado música, pero tocaba muy bien la guitarra y el acordeón”.

Pronto nacen los hijos, Roberto, Katia y Yuri; su propio hogar sirve de imprenta clandestina para editar la prensa del Partido o como centro de reunión de los revolucionarios latinoamericanos. Por sus méritos es electo miembro del Comité Regional del PCB en La Paz en dos oportunidades.

Con total entrega y desinterés colabora en la creación del Ejército de Liberación Nacional de Perú, dirigido por Héctor Béjar, en Puerto Maldonado, y en la integración del Ejército Guerrillero del Pueblo, en Salta, Argentina, encabezado por Jorge Ricardo Masetti.

Adora a su familia, pero el deber es lo primero para él y en contadas ocasiones puede compartir con los suyos una fiesta de cumpleaños o las celebraciones tradicionales.

El golpe de estado urdido por el general René Barrientos en 1964 y la masacres efectuadas contra el pueblo boliviano durante su primer año de mandato, disminuyen la capacidad de respuesta de las fuerzas revolucionarias. Ante esa situación los hermanos Perdeos redoblan su actividad movilizativa, para hacer comprender la necesidad de la lucha armada.

Inti logra que la dirección del Partido Comunista apruebe la creación de una comisión militar que él encabezará y tendrá en Coco un efectivo colaborador para seleccionar los cuadros que recibirán instrucción militar. Viaja a Cuba y Europa para contactar con estudiantes a quienes trasmite sus ideas.

Cuando en mayo de 1966 José María Martínez Tamayo le pide su colaboración para iniciar los preparativos del foco guerrillero en Bolivia, coco siente una inmensa alegría. Mireya lo ve feliz en el incansable ir y venir por el país en su misión de proveerlos medios necesarios para la lucha y comprar las fincas que servirán en un futuro como campamento.

“No aclaraba nada, hasta que un día dijo que viajaría a Cuba y Checoslovaquia. Entonces sospeché, porque ya había estado en la guerrilla de Masetti junto a Ricardo y otros cubanos, pero creía que nuevamente sería fuera de Bolivia”, explica Mireya.

Durante su estancia en Cuba Tuve la oportunidad de conocerlo en la casa donde se encontraba Ricardo reponiéndose de un ataque de paludismo. recuerdo su gran impresión al contemplar documentales que ofrecían por la televisión, donde se reflejaba el ardor de los jóvenes cubanos mientras marchaban a defender la Patria durante el ataque a Playa Girón. De esas expresiones de júbilo me comento: “Es increíble con que alegría marchan al combate donde pueden encontrar la muerte. Van cantando sin importarles el peligro”. Ojalá todo mi pueblo fuera tan alegre como los cubanos”.

La última vez que la esposa lo ve, Coco había ido a La Paz con el propósito de hacer contacto con la vacilante dirección del Partido Comunista, encuentro frustrado con dilaciones y falsas promesas, a las cuales el joven de 27 años responde con su actitud decidida de integrar definitivamente las fuerzas insurgentes bajo el mando del comandante Ernesto Guevara.

De inmediato el Che lo nombre comisario político y es asignado al grupo de la Vanguardia. Su carácter afable , valentía, sentido de responsabilidad, disposición para el sacrificio y alto nivel político llaman la atención del jefe guerrillero, quien al resumir el mes de agosto anota en su diario: “Hay que considerar que despuntan cada vez más firmemente como cuadros revolucionarios y militares Inti y Coco” [1].  

Establece una hermosa hermandad con los combatientes cubanos, peruanos, argentinos y bolivianos quienes reconocen sus dotes de líder. Junto a Inti, es el encargado de establecer contacto con los pobladores que encuentran a su paso.

Coco fue el segundo jefe en la acción de la toma del poblado de Samaipata., considerada una de las operaciones más audaces de la columna insurgente por el impacto causado en la opinión pública.

Ante la ingente necesidad de buscar alimentos y medicinas el Che organizó la acción. Al poblado entraron cinco guerrilleros bajo el mando de Ricardo y Coco, quienes estuvieron apoyados por Pachungo, Aniceto, Julio y El Chino.

Magdalena Ortiz, testigo presencial de los hechos cuenta que entraron a su comercio y le pidieron algunos refrescos. “Preguntaron se había farmacia y si había medicinas”. Uno de los guerrilleros le explicó que no le harían daño a nadie y cuanto si estaban allí era por el bien de ellos. También reafirmó que pagaron todo lo que se llevaron.

En la acción se capturaron 5 mausers y 1 Z-B30 y, como señalara el Che en su diario, la acción se realizó ante todo el pueblo y una multitud de viajeros, por la que se regó como pólvora.

Adys Cupull y Froilán González casi veinte años después de los sucesos, lograron contactar con el dueño de la farmacia de Samaipata. Este les contó que cinco guerrilleros le tocaron a la puerta. Cuando abrió la ventana se encontró con el Chino y ante su requerimiento abrió la puerta. "El Chino se puso a buscar las medicinas que hacían falta y las echaba en un bolsón en la camioneta, donde también tenían a los soldados presos me pidieron mi precio de la mercancía y yo no podía calcular y dije: ¡mil ochocientos pesos!, entonces me pagaron”. Recuerda el farmacéutico.

"Al despedirse, el de arriba (...) me dice: «Señor, discúlpenos por haberlo molestado a esta hora de la noche, pero esto que estamos haciendo es por un futuro mejor, porque este pueblo está muy atrasado, muy sufrido» (...) y le dice el doctor al teniente Vacaflor: ´Mira, no estamos robando, sino que pagamos su valor´, y así se despidieron".

El 21 de septiembre la columna guerrillera logra desprenderse de la persecución de la tropa del teniente Eduardo Galindo, marcha por un terreno raso, cruza alturas de 2 040 metros y llega a una zona más habitada. En alto Seco, un pobladito de unas 50 casas. Coco e Inti hablan con los campesinos que muestran una mezcla de miedo y curiosidad. Aquí comen, abastecen sus mochilas y reponen fuerzas.

Al amanecer del 26 de septiembre arriban al Abra del Picacho, donde los vecinos celebran una fiesta. Siguen sin demasiados temores, pero al llegar a La Higuera tienen evidencia de que se conoce la ruta que llevan y deciden tomar el camino a Pucará.

Cuenta el hoy general en retiro Harri Villegas que el Che le da instrucciones a Miguel de avanzar con mucho cuidado. “Se debía mantener no menos de 10 metros entre cada elemento de la columna y mediarían 30 minutos entre pelotones, con lo que se garantizaba que al comenzar el centro la marcha, la vanguardia ya hubiera ocupado el firme de la loma“ [2].

A media hora de partir la Vanguardia se escuchan disparos concentrados. Coco, Miguel y Julio, que ya coronaban el firme de la quebrada del Batán, caen de lleno en la emboscada. Miguel muere al instante, Coco y Julio, aunque heridos, pueden moverse. Julio trata de llega hasta una cerca de piedras, pero nuevos disparos acaban su vida.

Coco cae rematado por dos proyectiles que frustran el auxilio dado por sus compañeros, mientras el Che, Pacho y Urbano contienen el avance del ejército para que el resto de la tropa organice la defensa.

El 27 de septiembre, el jefe guerrillero escribe la última evaluación de Coco: “Muere en la sorpresa de La Higuera. Junto con Inti los mejores proyectos bolivianos. Era una garantía en todo sentido, arrojado en el combate y de una alta moral. La pérdida más grave luego de la de Rolando” [3]. 

Los restos de Coco fueron rescatados de la fosa común donde pretendieron esconderlo durante más de treinta año. Hoy los guerrilleros huesos descansan en Cuba, en el sagrado recinto donde se hayan los nichos con los rostros de los 36 héroes muertos en la gesta boliviana.



 [1] Ernesto Guevara: El diario del Che en Bolivia, Ilustrado. P. 327.
 [2] Harry Villegas: Pombo. Un hombre de la guerrilla del Che, p. 177.
 [3]90 Periódico La Razón, suplemento, miércoles 9 octubre de 1996, p.9